jueves, 29 de enero de 2009

PAISAJES MEDITERRANEOS DE IDA Y VUELTA. (14) LA CIUDAD DE LAS PIELES. KASTORIA (GRECIA)

Érase una vez en el siglo XV un pueblo de montaña, arrinconado en el noroeste de Grecia. Por el pasaban las rutas de caravanas que desde Venecia y el Mar Negro se dirigían a Constantinopla (Estambul) y retornaban tras haber intercambiado las mercancías de Oriente y Occidente. Algunos habitantes del pueblo, dada las menguadas rentas que les proporcionaba la agricultura, se hicieron mercaderes de pieles. Traían y llevaban las pieles de martas cibelinas, zorros plateados, visones, etc, de Europa a Oriente Medio y Asia. Una o dos veces al año los peleteros enviaban a Constantinopla cargamentos de pieles confeccionadas y seguían a lo largo de todo el Imperio Otomano, con caravanas de hasta cuatrocientos camellos, vendiendo pieles confeccionadas y comprando pieles de animales.

A partir del siglo XVII el negocio de las ventas de las pieles se complementó con el que suponía la recogida de los retales de piel que los fabricantes desechaban. Al principio los mismos peleteros se los regalaban, luego, visto su boyante negocio, se los vendieron, pero a un precio mucho más bajo de la piel obtenida mediante la cría o la caza de estos animales.

A principios del siglo XX se produjo un nueve despegue de la peletería de Kastoria. Miles de sus habitantes emigraron a grandes ciudades de Europa (Berlin, Roma, Paris o Londres) y Estados Unidos (Nueva York, Chicago o Los Ángeles), pero se mantuvieron fieles a su oficio tradicional.
Dentro de estas inmensas urbes crearon pequeñas tiendas donde vendían las pieles de Kastoria y compraban los restos o retales de pieles de las fábricas y tiendas de moda. Estos retales, en grandes sacos, se los enviaban a sus familiares de Kastoria, para que con ellos confeccionaran, de nuevo, prendas de piel. De muchos lugares del mundo acuden a Kastoria negociantes a comprar estas pieles, hechas con retales y residuos de las pieles auténticas, pero mucho más baratas que éstas. Un abrigo así confeccionado cuesta la mitad o menos, del precio de uno hecho con pieles enteras.

A mediados del siglo XX los industriales dieron otro paso adelante. Ya que estos animales son cada vez más escasos y difíciles de cazar, pues ahora son especies protegidas y viven en parques naturales, dediquémonos a criarlos, y mercadear de nuevo con pieles auténticas. Y de esta manera, comenzaron a proliferar en las cercanías de la urbe inmensas granjas donde se crían miles de zorros plateados y azules y visones.

En el año 2000 este distrito industrial produce casi todas las pieles griegas y controla el 10 por ciento del comercio mundial de la piel.

Sin embargo, Kastoria se está convirtiendo en una ciudad turística. Actualmente sólo se mantienen las oficinas y sedes centrales de las grandes empresas peleteras, y menos de la mitad de los talleres y fábricas. El resto está esparcido por un sinfín de pequeñas aldeas de la región de Macedonia, donde las mujeres trabajan la piel por encargo y a destajo en sus hogares, en condiciones que a veces rozan la economía sumergida, y a precios más baratos que en la antigua ciudad industrial, ayudando a completar los ingresos de los humildes agricultores.

Sea como fuera, nos queda la huella de una peculiar ciudad mediterránea, cuya trama urbana se ha organizado secularmente para esta actividad peletera. En primer lugar, las pieles obtenidas de las granjas cercanas se ponían a secar en zonas periféricas destinadas exclusivamente a esta finalidad. También había calles donde se amontonaban los hasta dos mil talleres que hubo, dedicados hasta a tres actividades. En las primeras de estas calles había talleres dedicados exclusivamente a clasificar los 500 kilos de trozos de retales de cada saco en hasta doscientos tonos de negro, blanco y marrón, de distintos tamaños, que luego se embalaban y enviaban al siguiente distrito. Este era el de los talleres y calles donde se encontraban los recortadores de pieles, que le daban la forma deseada. Había otras calles donde proliferaban los talleres de las cosedoras, supervisadas por expertos diseñadores. Al respecto, llama la atención que se utilizaban hasta quinientos kilos de retales para obtener 3 0 4 kilos de mantas, abrigos o vestidos de piel. Por último, surgieron también algunos artesanos artistas que utilizaban la piel como materia prima para sus cuadros. Así, es famoso en Kastoria el cuadro del Rey y del Primer Ministro turco realizado en el año 1920, con motivo de su visita a la localidad, usando exclusivamente retales de pieles, que se conserva en el Museo Municipal.

La destreza alcanzada en el oficio se mantiene todavía mediante una escuela profesional oficial. Durante dos años se imparten cursos a varios cientos de alumnos, que permiten conocer hasta el último secreto de la confección de pieles. Hay, asimismo, una asociación de peleteros de la ciudad que controla la calidad de las prendas.

En la última mitad del siglo XX la ciudad de Kastoria ha progresado rápidamente. De ser una aldea se ha convertido en una próspera ciudad media (en torno a los cincuenta mil habitantes).

Al cabo de los siglos las ganancias de los industriales han transformado una humilde aldea agrícola en una atractiva ciudad turística de estilo bizantino. Con los beneficios de los negocios peleteros se ha financiado la construcción de alrededor de medio centenar de iglesias bizantinas en los últimos cinco siglos, todas de ladrillo rojo, que atraen al curioso visitante; también, hospitales, gimnasios o escuelas. Y, más recientemente, hoteles, apartamentos y grandes superficies comerciales y de ocio, que le dan una inusitada imagen de modernidad.

No obstante, todavía, coincidiendo con la fiesta del patrón del gremio, San Elías, que se dice que subió al Cielo vestido con una piel de cordero, se celebra una Feria Internacional donde se pueden ver los trabajos más originales y sorprendentes de la moda de la piel.

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