miércoles, 27 de junio de 2007

Paisajes de la sevilla del siglo veintiuno: Los rumanos vuelven a la ciudad de Trajano.

Rumania (con 21 millones de habitantes) es uno de los países de la Europa del Este más afectada por la caída del comunismo y la transición al capitalismo.

Ha perdido más de dos millones de empleos entre 1990 y 2005, uno de cada cinco, por la crisis de su agricultura tradicional y de su siderurgia. Al hilo de este grave problema social, numerosísimas familias rumanas han emigrado a Europa Occidental, deseando encontrar donde trabajar y ganar hasta tres veces más que en su país, para equipararse a un europeo medio. Es una diáspora de población similar a otras ocurridas a lo largo de la historia (judíos, españoles de la postguerra civil, etc.) y que afecta a esta Europa globalizada que vivimos, y ha llegado hasta Sevilla ciudad.

En el conjunto de España los rumanos se han multiplicado por diez en la última década, de los 40.000 de 1990 a cerca de 400.000 en 2007. Según los expertos, han contribuido decisivamente a reforzar este proceso migratorio factores como el crecimiento económico español, la proximidad del idioma y las costumbres latinas, la masiva regularización de inmigrantes del año 2002, la posibilidad de entrar sin visado, y la reciente consecución de la condición de ciudadanos europeos de pleno derecho, que les permite residir en la ciudad sin contrato laboral o permiso de residencia.


Su implantación en Sevilla capital.

Sevilla ha incorporado al colectivo de inmigrantes rumanos como uno más de los que están poblando la ciudad. En el año 2007 estaban empadronados más de siete mil rumanos (uno por cada diez mil habitantes), más que marroquíes y chinos, y sólo menos que los más de diez mil latinoamericanos que residen en Hispalis.

A diferencia de marroquíes o subsaharianos, buena parte de estos rumanos llegan con sus familias sin tener trabajo, lo que les obliga a buscarse un empleo rápido con el que subsistir. Según los datos de la Subdelegación del Gobierno la construcción y los empleados de hogar son los trabajos en los que una parte de esta emigración rumana ha encontrado hasta la fecha una posibilidad de contratación más estable. ¿Y el resto?

Entre estos miles de rumanos que han ido llegando a Sevilla capital hay numerosas familias sin papeles, pobres y sin recursos. La alarma social provocada por la pacífica invasión de familias rumanas sin trabajo estable ha cundido de tal manera en los últimos años que la prensa local no duda en calificarlo como un pueblo “nómada, salvaje e indomable”.

Respecto a su primer atributo, queda fuera de toda duda. Su nomadismo es el más alto de los emigrantes que vienen a España. Las estadísticas oficiales han comprobado que uno de cada seis rumanos cambia de provincia de residencia anualmente en sus primeros años en España. Los motivos son múltiples. Algunos se desplazan a las campañas de recogida de diferentes productos agrarios como el espárrago de Navarra o la naranja de la vega sevillana. Otros lo hacen integrados en grupos organizados que se dedican a actividades ilegales, y cuya movilidad les permite torear a las fuerzas del orden.

La mirada extraña y miedosa de muchos emigrantes subsaharianos o latinoamericanos, o el carácter introvertido y reservado de los marroquíes, contrasta con la actitud de los rumanos. Te miran fija y firmemente a la cara. No se sienten azorados allí donde ni conocen ni son conocidos por nadie. Allá donde estén, aunque sólo llevan pocas horas o días, se sienten como si estuvieran en su lugar de origen. Quizás su intenso nomadismo y su instinto de supervivencia los hace tan fuertes.
Su insistencia es proverbial. Expulsados una y otra vez de determinados asentamientos, vuelven a implantarse al cabo de horas o días, para luego volver a abandonarlos pacíficamente.

Las familias rumanas más menesterosas se han ido albergando desde finales de los noventa en espacios del término municipal y la ciudad de Sevilla frecuentemente marginales, originando paisajes tercermundistas que parecían casi olvidados.

A principios del siglo veintiuno formaron un extenso asentamiento bajo los puentes que conectan la barriada de La Pañoleta (Camas) con la capital. Llegaron a vivir en él más de dos mil personas. Era un campamento de caravanas y chabolas entre los escombros y las ratas, sin luz ni agua, y bajo el estresante ruido de una autovía. Se convirtió en una imagen urbana, que ya no nos extraña, los grupos de mujeres con sus pañuelos en la cabeza y sus faldas de lunares multicolores cruzando el Guadalquivir, y la de los hombres, con sus trajes oscuros y sencillos, como de postguerra civil, en grupos aparte.

Desmantelado este asentamiento se dispersaron por otras localidades de la Baja Andalucía, para luego volver explorando nuevas posibilidades, a la que es una de las ciudades más ricas y populosas de España.

Los inmigrantes rumanos han vuelto desde el año 2006 a los bajos de los puentes que unen la capital con el Aljarafe -Juan Carlos I y Reina Sofía-, y, desde que se convirtieron en ciudadanos europeos, ya no se quedan en la periferia deshabitada. Han ido entrando en la ciudad y han comenzado a instalar sus infraviviendas por muy distintos puntos. Se intentan ubicar en los bajos de los puentes y los espacios libres y zonas verdes abandonadas de las márgenes del río Guadalquivir (en la Cartuja junto al Teatro Central; bajo los Puentes del Alamillo, Barqueta y del Cachorro, en las márgenes del desmantelado teleférico de la calle Torneo o entre el Puente de San Telmo y el de Los Remedios), o se van a zonas desocupadas más alejadas como Tablada o el entorno del parque Alcosa y Sevilla Este.

En ellas viven formando modernos “campamentos” a la manera zingara o gitana, formados por caravanas, furgonetas y tiendas de campaña, o construyen chabolas improvisadas con telas y persianas extraídas de aquí y allá. Es un hábitat desmontable para cuando sean expulsados a otra parte. De manera que cuando llega tan evento, se les ve partir con sus carritos de hipermercados y bicicletas llenos de maletas y enseres domésticos.

Los rumanos continúan su pacífica conquista de la ciudad.
En 2007 se han atrevido a ocupar una manzana completa casi vacía en pleno centro histórico. Se trata de viviendas del siglo XIX en las que sólo quedaban media docena de inquilinos de renta antigua y avanzada edad, que sobrevivían a la presión de una firma inmobiliaria que la había adquirido para restaurar las viviendas y posteriormente comercializarlas como apartamentos de lujo. Las casas sin inquilinos fueron descerrajadas y acondicionadas con resto de muebles y cristales recogidos aquí y allá. Acoplaron irregularmente los servicios públicos de abastecimiento de agua y electricidad, a la vez que desmantelaron antiguas tuberías, retretes, grifos y puertas para revenderlos como chatarra. Hasta su expulsión, ocurrida varias semanas después, su vida doméstica se improvisaba diariamente. Tendían la ropa en los árboles de la calle, donde a veces también orinaban y defecaban, y hacían barbacoas e incluso mataban algún cordero al aire libre.
Varios días después se desmantelaron hasta quince asentamientos ilegales, surgidos de la diáspora de este bloque. Este mismo año surge otro asentamiento en una zona verde abandonada por los poderes públicos, cercana a Aquópolis (Sevilla Este). El campamento está formado por caravanas y chabolas. Sus pobladores se dedican a sacar la basura de los contenedores para ver lo que encuentran y luego la dejan esparcida por calles y aceras. Utilizan para asearse y coger agua la fuente ornamental que está frente al centro cívico, adonde acuden diariamente las mujeres y niñas con garrafas de plástico de varios litros, como si estuviéramos en la Andalucía de principios del siglo veinte. Las hogueras que prenden por la noche, a cuyo alrededor se reúnen, han despertado el miedo a un incendio entre los vecinos, pues se encuentran asentados en un parque urbano muy descuidado, con maleza de más de un metro de altura. Fácilmente inflamable.

Formas de vida urbana.

Casi la mitad de los rumanos que han llegado a Andalucía han encontrado favorable acogida como trabajadores temporeros en las fincas dedicadas a la agricultura. De hecho buena parte de los rumanos se han dirigido a Almería o Huelva -donde los agricultores prefieren contratarlos antes que a los africanos-, por su seriedad y carácter trabajador. También en muchos pueblos de Sevilla, Córdoba y Jaén han comenzado a emplearse en explotaciones agrícolas, especialmente de aceitunas.

Pero en las ciudades, la situación de los rumanos es más difícil. Sólo una parte de ellos trabaja en la construcción, como empleados domésticos o como músicos callejeros.

Hoy día pululan por la ciudad de Sevilla hasta medio centenar de jóvenes o mayores rumanos, siempre hombres, que con su acordeón o su pianillo tocan melodías en las calles comerciales más transitadas o van de ronda por los veladores de los bares de éste o aquel barrio. Los hay que se saben todo el repertorio clásico desde Julio Iglesias a las Rancheras, y otros, más jóvenes, que tocan su música étnica propia, de rabiosa actualidad en Transilvania.

“¡Ya sé para qué Trajano conquistó la Dacia! ¡Para que hubiera allí acordeonistas rumanos que se pudieran venir todos a Sevilla!Tras lo cual puse una conferencia a Bucarest para confirmarlo:
-¿Me pueden poner con el jefe de los acordeonistas rumanos, por favor?
-No, no está. Aquí en Rumanía no queda un solo acordeonista. Todos se han ido a pegar el coñazo con el acordeón en Sevilla, en devolución de visita por lo de Trajano.
Al sentarse en una terraza hay que tener preparado el presupuesto de propinas para los acordeonistas rumanos. Que tocan además unas melodías muy centroeuropeas, muy tristes, muy II Guerra Mundial. Muy poco nuestras. Si por lo menos, como el cuarteto ruso de cámara en la calle Tetuán, tocaran «Estrella Sublime». Propongo que ya que no hay quien nos libre de la plaga de acordeonistas rumanos que nos invade, que se aprendan obligatoriamente «Tatuaje» de Rafael de León, con «la tristeza doliente y cansada del acordeón». Hombre, por lo menos que toquen algo nuestro, ya que el paisano Trajano nos hizo la jangá de romanizarlos para que acabaran todos viniéndose a Sevilla a buscarse la vida con el acordeoncito dichoso.”

Burgos, Antonio. El Recuadro. Diario ABC, 3 de mayo de 2007.

Sin embargo, los rumanos no olvidan fácilmente sus raíces. En el mercadillo del Charco de la Pava se han montado ya en el verano de 2007 dos tenderetes que venden exclusivamente los 40 principales del hit parade rumano en forma de videos y compactos. La música es salvaje y colorista, de aires zíngaros.

También hay jovencitas rumanas dedicadas a otros oficios. El más común es el de mendigas de las puertas de iglesias, catedrales religiosas y esas otras catedrales laicas, dedicadas al consumo, que son los supermercados e hipermercados. Otras rumanas son limpia cristales. Con semblante impávido y frío se abalanzan sobre los cristales de los coches, estratégicamente apostadas en semáforos de larga duración, y te los limpian lo quieras o no. Si te niegas, vuelven despreciativamente la mirada y los útiles de trabajo hacia el siguiente vehículo. Sin indignación siquiera, con la resignación del rechazo al que se han acostumbrado.

Otras tienen una picaresca más refinada. Una banda de menores rumanos se ha hecho famosa por los centros y arrabales de Sevilla ciudad. Son chicos y chicas de entre 8 y 16 años, que se hacen pasar por sordomudos y gesticulan constantemente. Piden firmas y ayuda económica para una falsa organización de minusválidos, y esquivan durante meses a las fuerzas del orden. Algunas de estas jóvenes, más atrevidas, se sitúan en las inmediaciones de entidades bancarias con cajeros automáticos en la vía pública y esperan a que una persona sola, preferentemente de edad avanzada o mujer, se disponga a extraer dinero del cajero. Tras rodear a la víctima intentan distraer su atención con las carpetas de firmas para que la víctima deje de prestar la atención necesaria mientras sigue con la mecánica de sacar el dinero y en un momento de descuido, cuando el dinero sale por la ranura del cajero, los menores aprovechan para coger el dinero y huir a la carrera.

Uno de los negocios que más les atrae es el reciclaje, especialmente de metales. No en vano, muchas de estas familias rumanas trabajaban anteriormente en una de las industrias siderúrgicas más potentes de la Europa del Este, y conocen perfectamente el valor en el mercado negro de materias primas como el hierro, el cobre o el bronce. Se está convirtiendo en una imagen habitual la de los rumanos que rebuscan en contenedores, incluso domingos y fiestas de guardar.

La policía tiene en marcha la operación “cobre” para aplacar los masivos robos de hilos de cobre de subestaciones y tendidos eléctricos y cables telefónicos que se están produciendo en polígonos industriales, en las horas nocturnas en que son un desierto sin vida. Respecto al bronce, en las principales calles y avenidas dedicadas a oficinas y negocios se están desmontado masivamente las placas que anuncian en los portales a tal famoso médico o a tal inteligente psicoterapeuta, que luego son revendidas. Los hay también que roban bicicletas al descuido y que desguazan coches que luego trocean como chatarra. A veces estos negocios de reciclaje tienen como finalidad básica la de alimentarse diariamente, lo que parece increíble en plena Andalucía del siglo veintiuno. Un grupo de unos veinte rumanos, que se quedaron sin trabajo en el campo, se dedicaron a estropear las mercancías de un hipermercado próximo. Una vez arrojadas por los empleados a los contenedores, las recogían y se las comían. Tenían su campamento en el mismo aparcamiento de la gran superficie comercial. Se tuvo que blindar con rejas a dichos contenedores y avisar a la policía, para que todo acabara a porrazos.

También hay ladrones disimulados y sigilosos. En algunos anónimos y altos bloques de pisos de los barrios sevillanos de postín cundió el pánico durante un par de meses. Un grupo de jóvenes rumanos trajeados y con buena pinta entraba tranquilamente cuando el portal era abierto por algún vecino. Preguntaban por residentes de nombre inventado, y se les franqueaba el paso - ya que en estos inmensos inmuebles no se sabe bien a ciencia cierta quién habita y en dónde-. Subían sin perder la serenidad por las escaleras o el ascensor hasta los últimos pisos, donde no iban a encontrarse con inquilinos subiendo y bajando a los que despertaran sospechas. Llamaban al timbre y si nadie contestaba, forzaban la puerta y los desvalijaban. A veces, el día anterior habían realizado un detallado seguimiento de los inquilinos de estos pisos para aprovechar sus ausencias. Otra banda, hasta ser detenida, prefería las horas vespertinas del invierno para atracar farmacias y tiendas, cuando las cajas se encontraban ya engrosadas y no había casi nadie en la calle. Robaban a cara descubierta y salían corriendo a pie. Los hay también que se dedican a robar los chaleres de las calles menos transitadas de las lujosas urbanizaciones cerradas de las periferias metropolitanas.

La lista de especialidades de los rumanos que delinquen es desgraciadamente muy amplia. Así, los hay que tienen red de prostitutas, jóvenes guapas a las que se traen con el engaño de un buen trabajo de su país natal, o que se dedican al tráfico de droga, pura o adulterada.

Para concluir quiero expresar que no me mueve la rumanofobia. Todos somos ciudadanos del Mundo, sin distinción de razas y creencias.
Lo apasionante, a mi juicio, son las múltiples estrategias que están desarrollando estas familias rumanas para la creación de nuevos espacios habitacionales en los resquicios que le ofrece un mercado de la vivienda tan inasequible para la mayoría de los emigrantes como el de Sevilla ciudad.
Y, también, su capacidad de generar nuevos yacimientos de empleo, tan efímeros y cambiantes como originales y diversos, aunque estén frecuentemente al margen de los planes y estadísticas oficiales, y al borde o fuera de la legalidad.

domingo, 24 de junio de 2007

El paraiso verde de Sevilla: La Sierra Norte

La Sierra Morena de la provincia sevillana, o Sierra Norte, es de alturas modestas y no destaca por sus acusados perfiles. Se trata, más bien, de un relieve chato y envejecido, ajeno a la idea convencional de montaña como grandioso espectáculo de la naturaleza en altura:

“No esperes que la línea del horizonte reviente en quebrados perfiles. No esperemos que el agua adorne a cada paso los callejones… la mayor parte de la sierra… es una sucesión de colinas, de abombados remates de una notable modestia, que no evita que nos parezca un lugar agreste…”

ARAUJO, JOAQUIN. 500 excursiones por la naturaleza española. Espasa Calpe. Madrid. 1994.

Sin embargo, la Sierra Norte, aunque no sea siempre un lugar elevado es, cuando menos, un lugar agreste, donde la civilización humana sólo llega a determinados lugares; reservando el resto para la naturaleza:

“Salve, abruptas cordilleras
de iberia, roquedales
que apenas el aplomo enardecido
del águila domina,
país de madrigueras…
engolladas arterias
con que Iberia proclama su pobreza”

MIRON, ANDRES. El polvo del peregrino. Colección Älamo. Salamanca. 1978.

Es precisamente el olor a naturaleza lo que nos indica que entramos en un paisaje diferente a las tierras bajas sevillanas:

“Cuando nos acercamos al Castillo… nos llega a los lugareños una especie de olor –jara y encina-que transporta el viento y que, a partir de la Venta del Alto… nos indica que estamos llegando a la Sierra. Y nos da la sensación que entramos en un mundo diferente…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

La velocidad de desplazamiento en los potentes automóviles ha cambiado la percepción del paisaje. Actualmente esta sensación de entrar en un paisaje agreste nos llega rápida y tímidamente, a la par que nos internamos sin dificultad, por ejemplo, a través de la autovía de la Plata. Sin embargo, hace tan sólo un siglo internarse en la Sierra Norte por modestos caminos, mediante reatas de mulos o caballerías, era una tarea ardua y fatigosa, que llevaba horas:

“El largo cordón negro que formaban los mulos resbalaba como una larga culebra por la vereda caprichosa que daba mil vueltas y revueltas no pudiendo seguir la línea recta a causa de lo accidentado del terreno”

FERNAN CABALLERO. Una en otra. Madrid. Editorial Mellado. 1856.

De manera paulatina, el viajero iba contagiándose de su paisaje agreste, era una experiencia paulatina e incluso llena de incertidumbre y aventura, como nos relata Fernán Caballero en un viaje entre Sevilla y Aracena:

“La noche cerraba cuando llegamos a las ventas de Las Pajanosas. Allí nos apartamos del camino real y seguimos una senda angosta y tan cubierta de monte bajo que no se la veía sino bajo los pies de los mulos.
Poco a poco todo se fue poniendo más solitario y silvestre, el suelo pedregoso, el silencio absoluto, porque al débil viento de una noche de verano no le era dado mover las hojas fuertes, tiesas y espinosas de las carrascas y encinas que cubrían el camino…”

FERNAN CABALLERO. Una en otra. Madrid. Editorial Mellado. 1856.

Como veremos a continuación, vista desde dentro y para sus habitantes, la Sierra Norte es tan montaña como otras por la diversidad de sus paisajes montaraces, como la percibió en su infancia un médico famoso nacido en Guadalcanal:

“Desde niño fui un amante apasionado de la madre naturaleza…Con frecuencia hacia una escapatoria (desde el pueblo de Guadalcanal) y me recreaba en los sitios más recónditos y bellos de la Sierra… Seguía el curso de los ríos y arroyos, bordeados por las rojas adelfas y los verdes álamos y sauces. Subía a las ásperas montañas cubiertas de matorrales, entre los que colgaban como zarcillos, los encendidos madroños. Visitaba las cavernas, parecidas a catedrales… En los animales, las plantas, las rocas, en todas las manifestaciones de la vida encontraba un motivo de observación”

VALLINA, PEDRO. Memorias. Círculo Andaluz del Libro. 2004. Sevilla.

EL MUNDO VEGETAL.

Este paisaje es muy distinto al de sus orígenes. Hace la friolera de 300 millones de años el clima era ecuatorial. Trombas de aguas caían sobre una red de volcanes activos, en cuyas laderas prosperaban pinos y abetos de hasta 14 metros de altura. Uno de estos restos fósiles se ha encontrado recientemente en Almadén de la Plata. Hace tan sólo varios miles de años el clima adoptó las componentes mediterráneas actuales.

Hoy día, el mundo vegetal serrano semeja una sinfonía de colores y formas, compuesta por las diferentes notas que emanan de cada árbol y arbusto. Como nos evoca el poeta Andrés Mirón (nativo de Guadalcanal), están los “grises salpicados de la encina, la aulaga martirial, el leonado terebinto, la cornicabra adusta, la rala gamonita… la esbeltez del pino, la magia femenina de la acacia, el oro del naranjo, el son del álamo, la reciedumbre vertical del roble, el luto del ciprés, o el pobre olivo”.

Aún así, en esta sierra árboles, arbustos e hierbas se agrupan formando espacios habitacionales propios; y lo hacen siguiendo los dictados de la exposición al sol (solanas y umbrías), la intensidad de las pendientes de los terrenos, y la fertilidad de los suelos.

El paisaje menos domesticado por el hombre de la Sierra Norte es el de las breñas y espesuras.
Aparece, formando manchas de vegetación más o menos amplias y espesas, allí donde el relieve se inclina abruptamente, donde afloran las rocas y en las depresiones menos soleadas, que miran al norte. Ha sido tradicionalmente el lugar donde pervive y se refugia la flora y fauna silvestre, y en el que sólo pasta ocasionalmente el ganado doméstico más adaptable y atrevido: las cabras:

“Jugaba el niño al borde de un apretado bosque de matorrales…y allí la tierra comenzaba a elevar su altura en suaves repliegues totalmente cubiertos de vegetación, por donde las cabras triscaban a su gusto, anunciando la alta cercanía de un cerro cubierto de tomillos y de bajas encinas, de un color uniforme, que participaba sobre todo de un verde oscurecido, casi completamente negro, salpicado de trecho en trecho por las mínimas notas de color de las escasas flores silvestres…”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. La vieja encina y otros cuentos de la sierra. Edición del autor. Sevilla. 1992.

“Allí donde las laderas miran al norte, el bosque alcanza condiciones de impenetrabilidad. Una maraña formada por decenas de especies de matorrales y árboles…”

ARAUJO, JOAQUIN. 500 excursiones por la naturaleza española. Espasa Calpe. Madrid. 1994.

En estas breñas se refugia gran parte de la zoología salvaje de la Sierra; los raros lobos que aún quedan y, sobre todo, jabalíes y ciervos. Estos últimos crean un ambiente particular durante sus ritos amatorios otoñales o berreas:

“En un barranco perdido
-entre piedras y jarales,
En las tardes otoñales,
Cuando florece el olvido-
El ciervo canta un bramido,
Que parece de dolor.
Solitario y trovador,
El eco de sierra en sierra,
Va golpeando la tierra
Con su llamada de amor”

PARRON, ANTONIO. “Tiempo de palabras”. Tertulia literaria La Colina. Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra. 2001.

En las solanas el matorral es más ralo, y se adapta a los largos periodos de insolación y la prolongada sequía. Así nos habla el poeta Antonio Parrón del modesto arbusto de las solanas de estas sierras que es el jaramago:

“Sediento por cornisas y fachadas
bajo los dures soles de corinto,
el jaramago viste lo suscinto
camisas amarillas y arrugadas”
PARRON, ANTONIO. “Tiempo de palabras”. Tertulia literaria La Colina. Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra. 2001.


No obstante, la imagen más habitual de la sierra sevillana es la del paisaje civilizado de sus dehesas de encinas y alcornoques, donde conviven la fauna silvestre y el ganado domestico.
La dehesa es uno de los ecosistemas más singulares del mundo mediterráneo. Modernos estudios científicos han descubierto que en estas dehesas milenarias el hombre ha sabido explotar sabiamente el medio natural, manteniendo una gran diversidad de vida silvestre. En una hectárea de dehesa podemos encontrar, además del ganado que pasta habitualmente, hasta 135 especies vegetales, 60 aves diferentes, 20 anfibios, y mamíferos ibéricos relativamente escasos y raros, como el águila imperial, el lince, el lobo o el gato montés.
De ahí que, cuando se desmocha una dehesa para convertirla en tierra de cultivo, o en una moderna repoblación maderera, como se ha hecho impunemente décadas atrás en esta sierra, se pierda parte del tesoro de la naturaleza serrana, como nos señala un autor extremeño:

“Las encinas vencidas se llevan siestas y tórtolas, lunas y filosofías de búhos, entrañas llenas de secretos, entrañas campesinas… Milenarias encinas. Sensuales encinas. Silenciosas encinas, en el anochecer… El encinar se ha convertido en un americano maizal que refresca con su verdor el aliento de esta tierra”

DELGADO VALHONDO, JESÚS. Artículos periodísticos. Diario Hoy. 2003.

El contrapunto al paisaje forestal dominante lo ponen las huertas.

El hombre ha colonizado las márgenes de las vegas serranas, construyendo molinos que aprovechaban la fuerza motriz de las aguas para múltiples usos (molienda del trigo, batanes, etc.) y mediante la creación de huertas, en los terrenos más llanos y accesibles, donde se cultivaba un poco de todo lo que se necesitaba.


“Por aquellas lugares… el cauce se hacía muy bravío, con torrentes, terraplenes y despeñaderos encajonados entre los cerros que daba miedo mirarlos, mayormente en épocas de crecida. Con la fuerza que allí tenía el agua del río, era lugar muy propio y aparente para molinos y batanes…

El molino de … era un hermoso lugar, todo rodeado de nogales, cerezos, membrilleros y otros árboles frutales muy bien cuidados…”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. Viaje en el tiempo por la ribera del Huéznar. Diputación de Sevilla. 1999.

Las huertas sobresalen, entre los tonos verdioscuros y pardos del monte que las rodea, por los matices brillantes de sus diferentes tonalidades verdes, así como por ser un paisaje muy humanizado.
En ellas se han alternado las hortalizas y los árboles frutales, producciones relativamente raras y escasas en el medio serrano:

“Tenía (el Huéznar) muy buenas vegas, donde había huertas… que se regaban con las aguas del mismo río y que se abonaban también gracias a las crecidas de su caudal en el invierno o en la primavera… tenían muchos árboles frutales, bien orientados para que no estorbaran la entrada del sol para que los ajos y tomates crecieran…

Muchos hortelanos tenían la costumbre de criar y amaestrar culebras, para tenerlas en las huertas con el fin de que se comieran a los topos, a los ratones de campo y a otras sabandijas…”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. Viaje en el tiempo por la ribera del Huéznar. Diputación de Sevilla. 1999.

La huerta fue asimismo un espacio habitado, donde además de las faenas agrarias prosperaron otros usos como pequeños jardines domésticos y albercas familiares para baños veraniegos:

“Junto a la alberca estaba la huerta…aprovechaba el agua que, procedente de la noria, subiendo por los cangilones, regaban la tierra. Los mejores tomates, apretados, sonrosados y grandes, allí se sembraban…La huerta era un lugar paradisíaco…un jardín. Todo el camino desde la casa a la “amberca” … estaba adornado a sus dos lados de bellos rosales y otras flores…A pocos metros de la alberca estaba el sauce llorón, inmenso, con una sombra que nos cubría a todos. A su pie, una gran mesa de piedra y alrededor, bancos… Cuando niños nos bañábamos en la alberca y dábamos paseos en burra…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

EL MUNDO DEL AGUA.

La Sierra Norte es la comarca más húmeda de la provincia de Sevilla y está cruzada, de Oeste a Este, por los cursos de varios ríos principales que, después de un largo recorrido, desembocan en el padre Guadalquivir: Guadiamar, Ribera de Cala, Viar, Huéznar o Retortillo.

Todos los principales cursos fluviales nacen en la zona septentrional de la Sierra Norte; en los parajes más abruptos y naturales. De ahí que algunos de estos nacimientos, como el de la ribera del Huéznar, hayan constituido “parajes idílicos” para sus habitantes:


“Nacía (la ribera del Huéznar)en un lugar que llamaban El Venero, todo lleno de chopos y álamos, y en donde el agua brotaba de la tierra en borbollones claros y limpios… después las aguas marchaban siempre hacia abajo, siempre hacia el sur, entre chopos, álamos, fresnos y más árboles de otras clases, cogiendo caudal de muchas fuentecillas, veneros y regajos…

Muchas veces bebí yo agua en el Huéznar, y pesqué barbos, truchas, ranas o cangrejos en su cauce, y me deleité a la sombra de sus árboles, que en muchos tramos y recovecos formaban como una larga y oscura galería de sombra… sobre todo, en los meses de verano, cuando, pocos metros más allá, cantaban las cigarras, y los pastos, los olivos, las encinas y los matorrales restallaban de sol, de calor y flama ”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. Viaje en el tiempo por la ribera del Huéznar. Diputación de Sevilla. 1999.

A lo largo de su curso, los ríos serranos son auténticos corredores “verdes” en una doble acepción; por las tonalidades de este color con que la vegetación de ribera y las huertas próximas los diferencian de los montes de alrededor, de tonos más oscuros y grises, y por su diversidad vegetal y animal.


“El Huéznar… parecía una culebra larga y sinuosa reptando entre cerros y cañadas, de un color entreverado de verde y de plata: verde por la hierba y los árboles que sembraba y criaba su curso, y plateado por las aguas y por las espumas veloces y blancas de las charcas, de los vados y de las torrenteras…”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. Viaje en el tiempo por la ribera del Huéznar. Diputación de Sevilla. 1999.

“(El Huéznar)… su curso atraviesa de norte a sur la sierra como una fresca guirnalda de álamos y chopos, de eucaliptos, alisos e higueras… las umbrías del paisaje y su intenso y abigarrado verdor, hacen de esta ribera un inesperado y libertino vergel entre el grave horizonte de los cerros de la sierra…”

SERRALLE, JOSE DANIEL M. Arcadias sevillanas. Diputación de Sevilla. 1999.

Independientemente de las sensaciones estéticas que produce, paisajes idílicos como la rivera del Huéznar generan también sus propias emociones espirituales:

“Agua verde de ribera
llevas suspiros de yedras,
en la blanqueada espuma
que resbala por las piedras…

Llevas preguntas calladas,
escoltándolas los chopos
en las frías madrugadas.

Llevas luces de nostalgia
que por las ramas se asoman,
besando venas acuosas
que brincando se desloman.

Llevas llanto sumergido
por verdinas de quimera,
llevas olvido y silencio,
agua verde de ribera”


KOKI. “Tiempo de palabras”. Tertulia literaria La Colina. Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra. 2001.


La proximidad de algunos de estos cauces fluviales a las poblaciones vecinas hace que sean lugar habitual de paseo de sus habitantes, como ocurre con la ribera de Ciudadela en Las Navas de La Concepción:

“La ruta discurre por una antigua vía pecuaria… Bosque de álamos negros, olmos, arces, encinas y quejigos…el río discurre entre pequeñas rocas que forman saltos de agua… en otro tiempo utilizados para moler los granos de trigo en dos molinos hoy cubiertos de matorral… El abanico de sonidos crece. Ruiseñores, jilgueros y mirlos…el río recibe cada vez menos luz pues los álamos, con los años, se han curvado sobre la ribera formando una espesa galería hasta el nacimiento”

PLANELLES, MANUEL. Saltos de agua y trashumancia. DIARIO EL PAIS. 13 de febrero de 2004.

Uno de estos cauces fluviales, el río Viar, aprovecha en su trazado una falla y es el menos accesible de los ríos mariánicos. Sus fuertes pendientes constituyen todavía un obstáculo para las comunicaciones en sentido este-oeste.
En los parajes más accidentados de este curso fluvial se conserva prácticamente intacto el bosque galería o de ribera original y su fauna típica.
Así, la margen izquierda de este río, que discurre encajonada por la presencia de una falla, es un “lugar remoto” dentro de la Sierra Norte por su difícil accesibilidad. Allí se conservan, como en un paraíso, más de una docena de linces ibéricos, varias parejas de águilas imperiales y cigüeñas negras y las únicas almejas de agua dulce.

Además de las tres o cuatro grandes arterias fluviales que atraviesan de norte a sur la Sierra Norte sevillana, existen una multitud de pequeños y recónditos arroyos que discurren entre cerros y montes y acaban confluyendo en las anteriores.

“Detrás de la venta hay un pequeño valle verde que en medio sostiene un pino enorme como un quitasol; bajo el pino rumían echadas unas vacas; sobre el pino está inmóvil un cuervo como un vigía. Alrededor del valle se levanta el terreno cubierto de encinas como un ejército de defensa. El arroyo se pasea por el valle con pasos lentos antes de llegar a la estrecha salida entre los barrancos; sepárase allí en dos y abre los brazos para estrechar en ellos una islita, que más bien parece un florero de adelfas…

FERNAN CABALLERO. Una en otra. Madrid. Editorial Mellado. 1856.

La nota común y colorista de este paisaje de pequeños arroyos es la rosa omnipresencia de la adelfa:

“Los arroyos se multiplican más allá, seguidos en todas partes por las adelfas, que forman sobre ellos un toldo de color de rosa como para conservarles su frescura. No puede encontrarse en esta naturaleza severa y grandiosa de rocas y árboles nada más bello que esas guirnaldas de rosas colocadas en festones al pie de los montes…”

FERNAN CABALLERO. Una en otra. Madrid. Editorial Mellado. 1856.

Un rasgo propio de estos ríos es la abundancia de lugares donde se ha procedido a la construcción de grandes embalses. A ello han contribuido decisivamente su perfil encajado sobre materiales impermeables y el aprovechamiento de los sucesivos escalones por los que la Sierra baja hacia la vega del Guadalquivir.
En toda la comarca se contabilizan hasta una docena de grandes embalses o presas. Y ello, sin contar que en cada finca ganadera y cinegética, los propietarios han diseñado a menor escala, sobre modestos arroyos, numerosas pequeñas balsas para dar de beber al ganado.
Los nuevos embalses hacen que ya no sean frecuentes las inundaciones en la vega del Guadalquivir y, además, constituyen láminas de agua que atraen la fauna silvestre y al turismo rural y natural.

“No disponíamos de playa, pero… hasta en los años de más pertinaz sequía, teníamos algún charco como el de los patos, la tabla o la molineta para darnos un chapuzón… La ribera era el escenario natural de la mayoría de los baños…también podíamos refrescarnos en el pantano… una presa al servicio de la mina, para el lavado de mineral…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.


En otoño y primavera las riberas serranas son, hoy por hoy, lugares ideales para los turistas rurales, constituyendo, como en el caso de la ribera del Huéznar, paseos amenos y reparadores. Especialmente en los lugares donde las aguas se remansan; aquí, a los alisos, chopos y sauces los acompañan álamos negros, fresnos y olmos. En los tranquilos amaneceres y ocasos es posible incluso contemplar una de las últimas colonias de nutrias andaluzas pescando las truchas que abundan en estas riberas.

Casi todos los municipios han trazado rutas de turismo rural por las márgenes de estos ríos para atraer visitantes a las zonas. Algunos han ido aún más lejos, construyendo playas artificiales (nacimiento del Huéznar en San Nicolás del Puerto), área de acampadas con aparcamientos y barbacoas (ribera de Cala), y parques forestales y de ribera. Este es el caso del corredor verde del Guadiamar.

LOS MOMENTOS DEL DÍA Y DEL AÑO.

¿Cómo nace un día cualquiera en la Sierra Norte? Animales y aves domésticas y silvestres nos lo anuncian. Los grises y negros contornos serranos se vuelven a vestir de verde:

“Pero lo que más me encantaba era acechar la aurora del nuevo día… Primero era la perdiz, la que en plena noche cantaba el día cercano; ladraban los perros en la lejanía; escuchaba el mugir de las vacas y el balido de las ovejas… la alondra subía a grande altura y saludaba con sus trinos al nuevo día”.

VALLINA, PEDRO. Memorias. Círculo Andaluz del Libro. 2004. Sevilla.

“En la cumbre pedregosa
se abre el rosal de la escarcha,
un aullido en el silencio
hiere una cima lejana;
los últimos corazones
se retiran con sus garras,
mientras cárabos tardíos
guardan las puertas del alba
y en la promesa del día
bate la vida sus alas”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.


“Al alba se posaban en las tapias
del huerto las palomas. El verano
daba a la higuera denso verderío.

Sobre el cristal de la ventana iban
mis ojos recorriendo, con luz tenue,
la yedra absorta y el brocal de gozo
donde soñaba el culantrillo. Danza
guerrera en el pajar: eran los gallos
tomando al asalto el nuevo día”


MIRON, ANDRES. Libro de las estatuas de los héroes. Colección Adonais. Editorial Rialp. Madrid. 1983.

Con la atardecida, en los pueblos pequeños se sigue todavía internando la naturaleza silvestre para acompañarnos en el ocaso; en forma de horizontes de montes que acompasadamente alargan sus siluetas sobre el caserío y se oscurecen; en forma de música y olores que llegan de los bosques cercanos; en forma de aves que despiden ruidosamente el día y otras, las aves rapaces, que se despiertan con la noche:

“Es que el sol, otrora rayo y furia, se hundía
por donde iban los montes sosegando sus crines.
Rendíase el claror de julio y por las tapias
la tarde era un derrumbe de luz y mucho trino…

En tanto tristeaba el angel campanero
a eso de lo oscuro, rondaba nuestro asombro
la loca algarabía del vencejo, el perfume
de las damas de noche, la risa, los pregones,
las ascuas del retablo, el luto en las esquinas,
la trova de los chopos alrededor del pueblo”.

MIRON, ANDRES. Libro de las estatuas de los héroes. Colección Adonais. Editorial Rialp. Madrid. 1983.

“Lejos quedaron los azules montes.
cayó la tarde despaciosamente
sobre el aplomo de las cresterías
y cundió una quietud que hasta en los álamos
se posó el lento olor de las retamas…
la lechuza en la rama prodigaba
su vigilia tenaz, como un planeta
nocturnamente en la mirada anclado”

MIRÓN, ANDRÉS. Concierto para brisa y crepúsculo. Colección de poesía Angaro. Año XII. Número 73. Sevilla. 1980.


El paso de las estaciones del año ofrece vivos contrastes.

El otoño se identifica con los tonos barrocos –rojizos y dorados – que adquieren determinadas arboledas; sobre todo en las riberas serranas. Las luces tienen entonces una suavidad desconocida:

“El tiempo estaba como dormido, pletórico de oros apagados que caían de los árboles, de días lentos, pausados, de sonidos como lejanos o absorbidos por la tierra…su padre hacía boliches de carbón en las profundidades de los cerros, cisco picón que luego vendería por sacos a algunos de los habitantes del pueblo para los braseros invernales…”

SANCHEZ CHAMORRO, Manuel. La vieja encina y otros cuentos de la sierra. Edición del autor. Sevilla. 1992.

“El paisaje sembrado de pequeñas sombras de encinas, la dehesa es un cuadro que la luz retoca a cada instante…”

GARCÍA BARBEITO, ANTONIO. Pueblos en cuerpo y alma. Diputación de Sevilla. 2005.

El invierno, sin ser excesivamente frío, es proclive a las lluvias, heladas y a algunas nevadas ocasionales. El ambiente nocturno se hace triste y melancólico, como nos evoca este poeta cazallero:

“Suena en la torre el lamento
mohoso de la campana;
En los tejados del pueblo
suena la pena del agua.
Una fragancia de tierra
viene saltando las tapias;
En el pilar silencioso
lava la noche su capa.
El viento va torturando
viejas veletas de lata
y una lechuza invisible
clava en el sueño sus alas”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.

Cuando arrecian las tormentas cambia la faz de los encinares, los pantanos y los ríos, cobrando una animación inusual:

“Por los altos encinares
vuelan pájaros de tierra;
en el yunque de los truenos
se enraiza la tormenta;
sumergida en el pantano
baila una ninfa deshecha
la danza estéril del barro
al son de un arpa siniestra.

Canta su leyenda el río
al duro son de la sierra;
al agua ronca camina
por una ruta de niebla
y el rumor de la corriente
toca en la noche serena
el redoble de los siglos
sobre el tambor de las piedras”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.

Los lugareños han identificado tradicionalmente el invierno serrano con el periodo de las montaneras y matanzas de cerdos:

“Evoco la avefría
que bajaba al helor de la mañana
oscura.
Aquel invierno
debí alcanzar la edad de los tomillos
andaba a flor de escarcha la primera
soledad de la que tuve sombra vaga
y aún no reconocía los gestos de los montes
tras la niebla
sus tules
de lluvia entumecida”
MIRON, ANDRES. Libro de las estatuas de los héroes. Colección Adonais. Editorial Rialp. Madrid. 1983.

La primavera es de duración variable, y cuando se adelantan la calor y la sequía se funde en un rápido abrazo con el verano, si no fuera por el florecer de la jara:

“Este año…os he vuelto a ver, jaras de los montes andaluces, compañeras de perros y escopetas. Pasa por Sierra Morena la línea de plata del tren y va escoltada por la blancura de vuestras flores. Nieve de jara en primavera sobre los montes, hermosura de jardín cerrado para pocos… nadie, ay, se fija en vosotras, humildes, libres, montaraces, irreductibles, bravías flores de la jara. Nadie conoce ni vuestro olor ni vuestro nombre, ni la delicadeza de vuestras blancas hojas, ni las ramas aceitosas que os cobijan junto a las tapias de pizarra que hicieron los segadores portugueses cuando hasta el último palmo de nuestras tierras se sembraba de trigo.
Aquí tenéis vuestro homenaje, flores de los jarales de las sierras, un año más, como me habéis pedido. Sabéis, como yo, que lo poéticamente correcto es escribir del azahar por primavera. Y sufrís, como yo, cuando oís los gritos del silencio ante vuestra belleza derrochada. Mientras, el tren de plata va a su negocio, Sierra arriba, camino de la Mancha, y no tiene tiempo para enamorarse de una blanca y humilde flor, moza vegetal que nunca encuentra un Marqués de Santillana que le escriba una serranilla”.
BURGOS, ANTONIO. Serranilla de la Jara. Diario El Mundo de Andalucía, jueves 2 de mayo del 2002.
Y el más tímido florecimiento de acebuches y encinas, junto con la llegada de las aves migratorias:
“La primavera ha vuelto
al barranco de Riscocuervo,
los acebuches florecen
sobre las duras atalayas pedregosas
y el roquero solitario
vuela, amoroso y canta
en la tarde azulada”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.

La festividad del Corpus es sinónimo del comienzo del verano, de la sequía en los campos y el menguar de las aguas fluyentes en ríos y arroyos.

“Despertaba la sed en el barbecho
que al pueblo con sus puyas flagelaba,
y la campana lugareña estaba
anunciando que Cristo se había hecho

presente ante los hombres. Ya en el lecho,
la mañana del corpus se encielaba,
y Juan por primera vez caminaba
con el Cielo nevándole en el pecho.

La torre prodigaba su jolgorio
el enjambre de amor se repartía
y arreciaba un verano pordiosero.

Y con su angelical recordatorio,
el pueblo de la mano recorría
para pagar su traje marinero”

MIRON, ANDRES.El llanto de los sauces. Colección Bahía. Editorial Bahía. Algeciras.1977.

“Angelus de junio
poblándonos la torre
de vencejos…
… el verano
reclutando legiones de amapolas
que escoltan con su sangre
el cadáver del trigo”

MIRON, ANDRES. El polvo del peregrino. Colección Alamo. Salamanca. 1978.

El mes de agosto es tiempo de cambios; las cosechas de cereales ya recogidas; las fiestas del pueblo; los noviazgos… y, durante décadas, el drástico momento en que tantas y tantas personas emigraron a Alemania o Cataluña:

“Las vacas sin vender,
La lana en espera de sorianos,
el trigo en el granero,
la boda de la hija, los calambres
de la yegua, el mozo
que exige una subida,
la gente que se marcha a Barcelona
y el verdeo detrás de las orejas…”

MIRON, ANDRES. Trenos para un verano en Navaespaña. Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada. 1976.


LOS PUEBLOS SERRANOS…

La Sierra Norte fue línea fronteriza entre Al-Andalus y la Corona de Castilla, por lo que mantuvo vigente durante siglo una red de castillos y torres atalayas, repartidas por todos sus pueblos y territorios. Todavía se conservan entera o parcialmente los de Alanis, Aznacóllar, Constantina, El Real de la Jara, Las Navas de la Concepción, La Puebla de los Infantes y San Nicolás del Puerto.

El “Castillo” ha sido un espacio de alto valor simbólico en todos estos pueblos. Todavía evoca los tiempos feudales y el Siglo de Oro, etapas históricas correspondientes a un relativo periodo de esplendor de estas poblaciones, cuyos vinos se exportaban a las Indias. Y ello a pesar de que sus paisajes arruinados sean el hábitat preferido de determinadas aves, como los vencejos y las cornejas, dándole una personalidad característica:

“El berrocal que cerca las murallas
se puebla de graznidos en la siesta
de este agosto sin clara y ardor vario.
¿ A qué tantos revuelo y cañabrava
con su sombrosa maldición y tantas
cornejas contemplando el descarrío
que reina en el alfoz, si el aire insomne
no tañe ya las flores que solía ?

MIRÓN, ANDRÉS.Coro de alejados. Ayuntamiento de Córdoba. 1988.

“Los poros de la torre – ennegrecidos
por el sopor astral de los vencejos
vigilantes – enclaustran el silencio”

MIRÓN, ANDRÉS. Concierto para brisa y crepúsculo. Colección de poesía Angaro. Año XII. Número 73. Sevilla. 1980.


Otro rasgo en trance de desaparición de algunos de estos pueblos, como El Castillo de Las Guardas, era la permanencia en sus calles de algunos obstáculos naturales del relieve y su original pavimentado con pequeñas piedras, adaptado para el frecuente y fácil paso del ganado y las caballerías. Esta morfología característica de las calle serranas va desapareciendo rápidamente con su homogeneización a los arquetipos urbanos modernos durante la segunda mitad del siglo veinte:

“En calles empinadas o rocosas… para hacerlas cómodas, o al menos, transitables, se barrenaron los riscos impresionantes que había y así se incorporaron a la red viaria ordinaria del pueblo…
se sustituyeron las calles de empedrado tradicional-pequeñas piedras colocadas con mimo formando casi un mosaico-por la ola de cemento que nos invadió en los años sesenta y setenta…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

Dentro de la sierra sevillana hay que hablar, por un lado, de los grandes pueblos como Cazalla y Constantina, con ambiente más urbanos. Los de sus calles comerciales, sus casinos y sus modernos equipamientos. También, son pueblos ricos en patrimonio monumental pues allí han vivido durante siglos las clases civiles y religiosas dueñas de los terrazgos. Todavía conservan numerosas iglesias, parroquias y ermitas y su colección de casas solariegas, semejantes a los grandes pueblos campiñeses.

En el otro extremo se encuentran los modestos, humildes y pequeños pueblos que, en ocasiones, se independizaron de los anteriores, y conservan el ambiente rural de décadas atrás:

“(Almadén de la Plata) es una nava rodeada de cerros, donde la riqueza gruñe en las zahúrdas o bala entre encinas y recortados olivos”

“(El Garrobo) parece que nos trasladamos al pasado… corrales de ganado, chumberas… por la zona de transcorrales permanece el sabor de hace un siglo en las tapias, en las calles-camino, en las paredes de los cobertizos, en las gallinas que picotean la tierra buscando lombrices, en los perros que vagan, en el gallo altanero que lanza su quiquiriquí orgulloso y macho… pueblo y campo unidos”

GARCÍA BARBEITO, ANTONIO. Pueblos en cuerpo y alma. Diputación de Sevilla. 2005.

“(Castillo de las Guardas) Sobre una ladera de las montañas, un grupo de casas que bien parecen un belén si se observa de noche, con las luces encendidas…dominando el paisaje, la Iglesia…presenta un cierto aspecto de fortaleza…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

En algunas de estas pequeñas poblaciones se ha notado la explosión urbanística de las últimas décadas, en que las nuevas barriadas, más accesibles desde las carreteras, se han poblado de familias jóvenes, en detrimento del caserío tradicional:

“Se inició la construcción de viviendas sociales en las proximidades del pueblo, en el cercado redondo… el efecto práctico más visible es el traslado de la población joven a la barriada, con la consiguiente despoblación del casco antiguo. Y , en consecuencia, el desplazamiento de bares y demás actividades… El casco antiguo ha quedado convertido casi en un asilo y está en la más absoluta soledad…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

EL OCASO DE ALGUNOS PAISAJES TRADICIONALES.

La vida del residente en la gran ciudad que visita ocasional o temporalmente la sierra sevillana tiene muy poco que ver con los modos tradicionales de habitar este territorio por las clases trabajadoras más humildes, hoy casi periclitados. Estas, cuando vivían en el campo, habitaban modestísimos y numerosísimos chozos, sin apenas mobiliario alguno, donde convivían toda su vida con los ganados que cuidaban en las dehesas próximas:

“Rodeado de jarales,
romeros y ardiviejas,
había un cerro pelón
cubierto de fresca hierba.

En aquel cerro una majada
de un rebaño de ovejas,
cuatro chozos que asomaban
como redondas cabezas.

eran los chozos primor
de arquitectura campera
cubiertos de juncos secos
sobre esqueletos de adelfas…

en los tres chozos que me quedan
si la mente no me falla,
en uno duermen los pastores,
en el otro duermen las cabras.

el último es la despensa
la que guarda la matanza,
chorizos ya casi secos,
morcillas ya casi rancias…

los mastines duermen
bajo las verdes retamas,
sobre el estiércol de ovejas
tenían redondas camas”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. “Le llamaban Juan Sierra”. Album de sentimientos. Diputación de Sevilla. Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta. 1989.

La crisis de la minería tradicional ha ido dejando sus ruinosos vestigios en el paisaje serrano desde principios del siglo veinte:

“En la calva ladera de un páramo desierto,
La mina abandonada tras verdes higuerones
Respira como un toro herido y casi muerto.
En su margen se pudren, exhaustos, los vagones
- testigo de una historia efímera y penosa-“

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.

Durante esas décadas comienzan a cerrarse los antiguos molinos que aprovechaban la energía motriz del agua en los principales ríos de la comarca, encontrándose muchos de ellos en avanzado estado de ruina.

A estas minas cerradas y molinos abandonados se le vienen a sumar desde la década de los sesenta, con la masiva emigración rural a las ciudades, el abandono de muchos cortijos:

“Cercana ya sin techo, se rinde una casucha
-morada del lagarto y el alacrán huraño-;
En sus muros desnudos el jaramago lucha
por culminar el ciclo largísimo del año…


La casita en la colina,
entre los duros jarales
y las resecas encinas,
derrama en el campo solo,
el llanto de la ruina.
Allí vuela una teja,
aquí le cede una esquina;
Un zarzal junto a la puerta
teje una verde cortina…”

PARRON CAMACHO, ANTONIO. El soplo de las horas. Colección La Espiga Dorada. Fundación Caja Rural del Sur. 2004.


LOS NUEVOS PAISAJES DE LA SIERRA NORTE SEVILLANA.

Frente a la desoladora tendencia anterior, desde la década de los sesenta los lugares más accesibles para el automóvil de la Sierra Norte se han ido poblando de urbanizaciones de chalets y segundas residencias, donde el habitante de la gran ciudad busca el contacto con la naturaleza, sosiego y tranquilidad, en los fines de semana y periodos vacacionales.

Las tensiones culturales y de modos de vida entre la población autóctona y los visitantes fueron frecuentes en los primeros momentos de estos asentamientos:

“la finca rústica pasó a ser una urbanización… La Rosaleda de la Plata…Los niños del Castillo nos quedábamos con la boca abierta al ver las dos piscinas que allí había. Eran las primeras que veíamos, porque en el pueblo lo que conocíamos eran albercas…

Pese a la proximidad física, pueblo y urbanización han vivido, en buena medida, de espaldas… Incluso, a los adolescentes de entonces nos fastidiaba que las niñas del pueblo, durante la feria, ligasen con los de los “chaleres” y no se acordasen de nosotros esos días…”

MORENO RETAMINO, JULIAN MANUEL. El Castillo de las Guardas: mis recuerdos. Ayuntamiento de El Castillo de las Guardas. 1998.

A la anterior oferta se le ha añadido, por una parte, la de los cortijos y casas rurales, antiguas dependencias agropecuarias y forestales, modernamente adaptadas con todas las comodidades urbanas, para que los turistas provenientes de las ciudades aprendan y disfruten del campo:

“En este cortijo de la Sierra Norte podrá pasar un maravilloso fin de semana, aprendiendo labores propias de la ganadería, o disfrutando del campo… puede elegir darle de comer al ganado, montar a caballo, pasear, pescar en lagos artificiales, o dar una vuelta a caballo o en un todoterreno”

52 semanas y media. El legado andalusí. Empresa Pública de Turismo de Andalucía. 1995.

Y, por otra, su potenciación por la Junta de Andalucía como Parque Natural donde desarrollar, entre otras, actividades de educación ambiental y disfrute guiado de la naturaleza, aunque todos no estén de acuerdo con esta tutela:

“ a los espacios bellísimos de la sierra de Cazalla los sacaron de pila como Parque Natural de la Sierra Norte. En ese parque no se puede tocar una encina, ni cambiar las tejas de una antigua cabaña de pastor. Lo han llenado de recorridos didácticos, de unidades lúdicas, de espacios multidisciplinares… Y allí, en esa sierra alambrada y burocratizada… se han perdido 55 escolares por la Ribera del Huéznar…
Como hemos hecho una sierra burocratizada los escolares, claro, se pierden. Ningún chaval de Las Navas de la Concepción o de San Nicolás del Puerto se perdió nunca por la sierra. Porque, claro, era la Sierra de Cazalla, no este territorio intervenido… Los escolares antes salían al campo a coger pájaros con liria y a bañarse en los arroyos. No necesitaban monitores, ni instructores del segmento lúdico… Todo está ahora tan burocratizado allí arriba, que dejas a 55 chavales en la sierra y se pierden. Se pierden en la Sierra Norte…”

BURGOS, ANTONIO. Perdidos en la Sierra. Diario El Mundo de Andalucía, miércoles 21 de julio del 2004


Finalmente, la Sierra sevillana se ha convertido también en lugar preferente para modernas construcciones destinadas al ocio y esparcimiento que necesitan de un ambiente natural rico y bien conservado que las envuelva. Tres ejemplos bien diferentes son el gran parque zoológico de El Castillo de las Guardas, del Parque forestal de Almadén de la Plata o de la Cartuja de Cazalla.


LA RESERVA NATURAL DE EL CASTILLO DE LAS GUARDAS.

Una de las actividades modernas y más emblemáticas es la Reserva Natural de El Castillo de las Guardas, gran parque safari-zoológico, que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la comarca y la provincia.
El promotor de esta iniciativa describía así su paisaje, antes de su inauguración:
“antes estaba la antigua explotación minera, de la que durante siglos se extrajo hierro y sobre todo cobre. Ahora 230 hectáreas de esa tierra castigada por la mano del hombre estarán ocupadas por especies animales, sobre todo africanas, para disfrute de los visitantes …
Ha sido necesario adecuar una finca salvaje a lo que será una reserva destinada al turismo. Tala de árboles, vallados, casetas para los animales, caminos para los visitantes y caminos de servicio y rehabilitación de los viejos edificios de la estación…
El recorrido a través de la reserva se realiza en tren neumático…transita a lo largo de un camino, pintado de color tierra para amortiguar el impacto visual, de unos siete kilómetros. A ambos lados se mueven los animales, en zonas visibles para el público. Los animales están en libertad dentro del cercado en el que conviven grupos de la misma especie, o de varias, dependiendo de sus características. Serán unos 900 animales de 80 especies distintas, desde tigres y leones, a elefantes, rinocerontes, hipopótamos, cebras, jirafas, dromedarios, avestruces, watusis, guanacos, bisontes, y un largo etcétera. Para alimentarlos serán necesarias más de dos toneladas diarias de comida. Una tonelada de comida de diversos tipos, 200 kilos de aportes vitamínicos, 200 kilos de carne y otra tonelada de paja para las camas…
La reserva dispone también de una exposición de reptiles, un karting, un camping, un albergue, un restaurante y toda una gama de actividades recreativas en el entorno del pantano. ..”
El éxito de esta iniciativa queda patente en su positivo comentario en cualquiera de las páginas de promoción del turismo en la provincia de Sevilla:
“Lugar ideal para pasar un día en el campo viendo animales (están tan cerca que puedes hasta tocarlos y darles de comer, aunque ojo con los avestruces), está muy bien esta reserva enclavada en una antigua mina, donde hay zonas boscosas, un gran puente, un lago donde se pueden alquilar barcas, un reptilario, y el recorrido es de unos 10 kms (en propio coche o tren neumático).”
En fin, este paisaje tan nuevo no deja de sorprender, no tanto por su aparente aunque falsa naturalidad, como por las condiciones con que se trata a animales salvajes que están muchas veces más amenazados en sus países de origen, como nos relata en este artículo nuestro singular amigo Rafael León Rodríguez:
“En esto estaba cuando, súbitamente, cambió el panorama la ¿Reserva Natural? –así la llaman- de El Castillo de las Guardas, con sus leones, sus jirafas, sus cebras… y los problemas de esta fauna africana, tan acostumbrada al calor, con estas heladas tan persistentes. La verdad es que soy de los que opinan que estos bichos donde mejor pueden estar es en África, libres y salvajes. Pero bueno, ya que están por aquí de turismo forzado, me sorprendieron gratamente las atenciones que les dispensaban los responsables de la ¿reserva natural?: instalación de sistema de calefacción para los elefantes, mantas eléctricas para las serpientes… ¡y una dieta hipercalórica! que, ya se sabe, con tanto frío es bueno incrementar la ingesta de hidratos. Y me sentí un afortunado y solidario ciudadano del mundo civilizado, contento de que estos animales africanos, condenados a cadena perpetua –seguro que por qué son culpables de algún delito grave-, sean tratados y atendidos tan humanitariamente, como se merecen.”
EL PARQUE FORESTAL DE ALMADEN DE LA PLATA.
Otra instalación nueva y emblemática es el Parque Forestal de Almadén de la Plata, con más de 7.000 hectáreas, promovido por la Consejería de Medio Ambiente, y cuyo perfil paisajístico es el siguiente:
“Estará ubicado en la finca de un antiguo cortijo. Ha sido elegida porque en ella coexisten encinares, vegetación de ribera y alcornocales, con zonas repobladas con pinos y eucaliptos. Así como por la presencia abundante de agua y fauna silvestre. Existen en el Parque numerosas láminas de agua, de pequeña extensión pero de gran importancia tanto desde el punto de vista natural como paisajístico. Están presentes especies como la nutria, el búho real, el águila imperial,.... pero sobre todo destaca la población de ciervos, estimada en 3.000 ejemplares.
El Parque dispondrá de varios grandes aparcamientos próximos a las áreas recreativas o de estancia; éstas tendrán mesas de picnic con bancos, barbacoas, fuentes de agua potable y zona de juegos infantiles, así como papeleras y bocas de riego contra incendios. Además, una amplia red de sendas permitirá a los visitantes recorrer el Parque: senderos de uso peatonal, algunos con facilidades para minusválidos; sendas de uso mixto ciclista y peatonal; y sendas para itinerarios ecuestres guiados. Para ello se construirá un centro hípico, que albergará caballos y ponies, y se alquilarán bicicletas.
Asimismo, dispondrá de parques cinegéticos en los que podrá observarse la fauna cinegética silvestre; Y, en zonas elevadas próximas a los pantanos, miradores que contarán con telescopios terrestres orientables y paneles informativos relativos a la fauna y paisaje. En azudes y márgenes de pantanos se podrán pescar carpas y truchas, éstas repobladas.”
De las características de las anteriores se pueden extraer algunas conclusiones: La dificultosa orografía y la escasez de agua, especialmente en el caluroso estío, han sido limitantes históricos para un más amplio desarrollo del turismo rural y natural en la Sierra Norte sevillana.

Sin embargo, las dos grandes instalaciones turísticas que se han levantado recientemente solucionan dichos inconvenientes, sin alterar drásticamente el singular paisaje de este parque natural. La Reserva Natural de El Castillo de las Guardas posee, como uno de sus principales atractivos, un gran lago artificial con embarcadero y playa; mientras que el parque forestal de Almadén de la Plata dispone de varios lagos dispersos por su ámbito. Por su parte, las dificultades de tránsito por este quebrado relieve son solucionadas, en el primero de los casos, mediante un tren neumático o el uso del automóvil privado; y, en el segundo, por una red viaria que conduce a grandes aparcamientos próximos a las zonas amuebladas para el descanso y disfrute de la naturaleza. Incluso, el hábitat de los animales de la reserva zoológica se ha diseñado de manera que siempre quede a la vista de los visitantes que recorren la zona mediante el tren neumático.
Así pues, estamos hablando de paisajes mixtos, que sin alterar excesivamente la naturaleza preexistente, hacen un nuevo y artificial diseño del espacio que posibilita un acceso y disfrute masivo por parte de los visitantes.


LA CARTUJA DE CAZALLA.

Esta instalación representa otra forma, no masiva, de promover el turismo rural y de naturaleza, aprovechando el rico patrimonio monumental de la Sierra.
Los orígenes de la Cartuja de Cazalla se pierden en la historia. Se sabe que fue utilizada desde el siglo VIII como residencia de verano de los gobernadores musulmanes, construyendo éstos un molino de trigo y un molino de aceite, así como una Mezquita.
El Libro de la Montería hace referencia a este lugar como "El Castillejo", donde se podían cazar osos en invierno y en verano, y sostiene la tradición que el rey Don Pedro el Cruel la utilizaba como lugar de reposo donde encontrarse con amigos y juglares después de un día de caza.
En 1418 se funda en el lugar un monasterio de jerónimos. Solamente se convierte en Cartuja en 1476, siendo desde entonces filial de la Cartuja de Santa María de las Cuevas en Sevilla.
En 1836, tras la desamortización de Mendizábal, los Cartujos abandonan el Monasterio y los terrenos se compran y se venden pasando de unas manos a otras, sin concederles más importancia que a los beneficios del expolio del edificio, que se ve convertido en aprisco para el ganado y en varias pequeñas huertas alrededor del manantial
Actualmente, por un portalón de sillería de gusto clásico, se penetra en el antiguo recinto monacal; a la derecha hallamos una capilla de los peregrinos, totalmente restaurada y dedicada a la vivienda. Por un pequeño pórtico entramos en la gran nave del templo, franqueando la original portada de acentuado barroquismo. Detrás del presbiterio encontramos una importante y espaciosa estancia que debió ser la Capilla del Sacramento. Por una portada jónica pasamos de la iglesia al claustro más importante de la Cartuja, en total ruina, pero del que quedan el trazo y las proporciones, existiendo además en el mismo, resto de unas pinturas mudéjares. Habiéndose desescombrado y limpiado parte de las ruinas, pueden apreciarse con claridad las distintas estancias del antiguo Monasterio: cocinas, refectorios, celdas, claustro menor, cementerio, sala de Profundis... Rodean al Monasterio la huerta, el molino aceitero y un estanque. El enclave en que está todo este conjunto, es de una gran belleza con frondosos bosques atravesados por corrientes de aguas.
Si el sevillano de la capital evoca con tristeza el pasado glorioso de Itálica, y el cordobés hace otro tanto con la ciudad árabe de Medina Zahara, el paisaje elegiaco por excelencia de las antiguas grandezas de Cazalla, es el de su Cartuja:
“Tarde inmóvil de marzo. Cartuja… flagelada
de soles y vientos, soportando el raudal
hiriente de los años… Su mole arruinada
-epílogo romántico de una era feudal-
agoniza, prendida entre el Todo y la Nada…

Cartuja ante mis ojos…cangilón de la noria
del tiempo. ortigas, zarzas… escalando la piedra,
unos piadosos dedos vegetales tu historia
nos velan. Todo un mundo vencido por la hiedra”

GUERRERO, RAMON. “Tiempo de palabras”. Tertulia literaria La Colina. Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra. 2001.


“La Cartuja… tiene la belleza de las ruinas. El monasterio es una gran dama de piedra y silencio que hubiera perdido todos sus reinos, pero que conservara el aire inmortal del estilo…”

GARCÍA BARBEITO, ANTONIO. Pueblos en cuerpo y alma. Diputación de Sevilla. 2005.
La reciente transformación turística de La Cartuja, que ha sido declarada Monumento Nacional, ha recibido un premio europeo como iniciativa novedosa y ejemplar de conservación y restauración del patrimonio. Su promotora explica así este proceso:
“La hospedería - hotel del Monasterio, entre sus más convincentes atractivos, tiene el de que el huésped, tenga a su alcance participar en las animadas tertulias de los artistas, comer a su mesa, verlos actuar, escuchar conciertos de viola y violín junto a la chimenea, degustar los manjares confeccionados con productos cultivados o recogidos en la huerta del Monasterio… Se tiene la idea de organizar un tipo de visita muy peculiar en la que los visitantes (no mas de cincuenta al día) podrán observar durante seis u ocho horas lo que era un día en la vida cotidiana de los monjes cartujos a partir de la interpretación de actores, y del quehacer cotidiano de los "monjes del siglo XXI", es decir, los artistas residentes en el Monasterio. Su intención no es otra que la de convertir a esta Cartuja en un monumento vivo, que las piedras hablen... La tranquilidad y la atmósfera contemplativa de La Cartuja son un marco ideal para el arte. Tanto los artistas como los amantes del arte se han sentido bien recibidos en este lugar, desde hace más de veinte años. El Centro de Cultura Contemporánea dispone de estudios y talleres para los artistas residentes y una Galería de arte compuesta por una obra museística que se exhibe permanentemente junto a las exposiciones temporales.”
Uno de sus visitantes, nos describe recientemente como percibe esta experiencia de restauración y nuevo uso del patrimonio monumental de la Sierra Norte:
“Una de las grandes cartujas de Andalucía resucita como un curioso hotel que es también centro cultural… En un rincón escondido de enorme belleza… se esconde una de las cuatro cartujas que hubo en Andalucía. Carmen Ladrón de Guevara la descubrió en ruinas, hace más de treinta años. Fue un amor a primera vista —«era como estar en Galicia pero con un clima mediterráneo»— y decidió… recuperarla... es un lugar perfecto para reconciliarse con uno mismo, saboreando la tranquilidad y el embrujo del campo andaluz (sólo la finca cuenta con más de cuarenta hectáreas plantadas con fresnos, naranjos, alcornoques y olivos), disfrutando de los pequeños detalles, como un desayuno campero con huevos frescos, pan y aceite, mirando las estribaciones de la sierra o pasearse entre las ruinas de la cartuja, donde todavía se pueden ver restos de pintura barroca y azulejos sevillanos. En la cocina se utilizan los productos de la huerta y de los animales que se crían en la granja. Sólo cuenta con doce habitaciones… con una decoración austera, sin alardes de diseño, manteniendo el aire monacal… se desea que el ambiente que se respire no sea el de un hotel, sino el de un inusitado centro cultural donde los huéspedes comparten el espacio en armonía con los artistas que residen temporalmente en la cartuja. Casi siempre se pueden ver exposiciones de pintura en las antiguas estancias, transformadas en galerías de arte. O escuchar música en los conciertos que puntualmente se programan…”
MAZORRA, JAVIER. La Cartuja de Cazalla, en “Fines de Semana”. Diario El Mundo. Abril de 2005.

La Estepa árida del Sureste de Jaén

El deseo de estas páginas es dar a conocer la recóndita realidad de las estepas del sureste de la provincia de Jaén, y despertar los ánimos para la protección de su medio natural y rural heredado, que constituye uno de los últimos paraísos para la vida de las aves estepáricas en la Península Ibérica.
La estepa jiennense es un paisaje poco vistoso, sus plantas son de tonos pardoamarillentos y raras veces superan el metro de altura. No responde al arquetipo de paisaje idílico y clorofílico como los bosques de pinos y abetos. Sin embargo, no por ello deja de ser un paisaje con una singular belleza que, además, constituye un tesoro de biodiversidad, hoy en peligro.

Esta depresión separa las Sierras Sur y Mágina de Jaén de la Sierra de Cazorla, con cuyos climas y vegetación tiene poco que ver, constituyendo, sobre todo, la prolongación noroccidental de la “Andalucía de las Estepas” en la provincia de Jaén, en concreto, de las depresiones de Guadix y Baza.

El territorio se corresponde con un solitario rincón elevado de la provincia(entre los 500 y 1000 metros de altitud), que ocupa los términos municipales de Huelma, Larva, Cabra de Santo Cristo, Jódar, Hinojares, Quesada y Pozo Alcón.

Su relieve es quebrado, con ondulaciones y pendientes que dan lugar a pequeños montes y barrancos, y a cárcavas y quebradas muy acentuadas. Además, algunas serrezuelas separan pequeñas llanadas, y valles y barrancos, por donde discurren las aguas que desembocan en los dos principales ríos: Jandulilla y Guadiana Menor.

Es ésta una zona muy seca y árida, al verse aislada de los vientos húmedos por las cadenas serranas situadas más al oeste. No se superan los 350 milímetros anuales, y hay una prolongada sequía estival, entre junio y septiembre, a lo que se agrega la abundancia de suelos, como son las margas y arcillas, que apenas retienen la humedad proporcionada por las ocasionales lluvias.

En sus inicios esta zona fue la orilla nororiental del mar interior que ocupaba el actual Valle del Guadalquivir. De esta manera se explica la abundancia de margas y arcillas en este solar, características de mares poco profundos. Las arcillas fueron el blando pasillo por donde el río Guadalquivir capturó la cabecera de las cuencas hidrográficas de Baza y Guadix. Además, la arcilla, por ser una roca blanda, ha sido muy erosionada provocando los típicos paisajes de bad lands o malas tierras desérticos.

Asimismo aparecen aquí bloques de suelos salinos y yesosos; e islotes de relieve formados por rocas más duras, calizas, calcoarenitas y dolomías, que fueron cayendo aquí procedentes de las Sierras próximas cuando se iban formando.


“Es uno de los ecosistemas más singulares, por la elevada aridez del Valle del Guadiana menor…además, los materiales son muy deleznables – margas, margocalizas, arcillas y yesos- formando multitud de barrancos muy acusados...
Son terrenos difíciles de transitar para quien nos los conoce…la presencia humana y el pasto es muy escasa..”

GONZALEZ CANO, JORGE; LOPEZ CORDERO, JUAN ANTONIO; MADERO MONTERO, AGUSTIN. Sierra Mágina y Parque Natural. Editorial Everest-Asociación para el Desarrollo de la Sierra Mágina. Cambil (Jaén). 1998.

A modo de mosaico en este territorio se han intercalado tradicionalmente terrenos de sembradura de ciclo largo, que ocupaban los terrenos más llanos, y extensos atochares dedicados a la recogida de esparto y matorrales de clima semiárido, en laderas y cerros.
Desde la segunda mitad del siglo XX todos ellos van cediendo su lugar a plantaciones modernas de olivares, almendros y cerezos, y a repoblaciones forestales, sobre todo, de pinos carrasco.


“Algunos almendros y cerezos se empinan en unas pocas cuerdas de terreno. Conforme se va rodando se va perdiendo toda vegetación… los olivos empiezan a dispersarse y desaparecer…lo único que da el terreno es esparto…
(el paisaje) adquiere tonos amarillos, el que le dan los extensos espartales…
en el horizonte abundan las lomas redondeadas… y los matorrales dignos de cualquier western americano. Cuando uno mira a su alrededor es atacado irremediablemente por la sed.”

CARDENAS, ANDRES. Carriles de silencio. 1981. Caja General de Ahorros y Monte Piedad de Granada (CECA). Maracena. Granada. 1986.

Teniendo en cuenta estos inconvenientes podríamos preguntarnos, ¿Cómo se ha producido el poblamiento, aunque débil, de este ámbito? ¿Cómo se han ganado el sustento sus habitantes a lo largo de la historia?

Como ya dijimos, las tierras más llanas se han sembrado cada cierto número de años, una vez dejadas en barbecho para recuperarse, de cereales como trigo y cebada.
Su escasa rentabilidad hace que muchos terrenos lleven lustros sin dedicarse a dichos cultivos, volviéndose “monte”; Son los denominados “añejales”; En ellos se crían naturalmente y en abundancia plantas que los colonizan fácilmente como artermisas, retamas y alcaparras.
Las alcaparras son muy apetecidas por los conejos, que contribuyen así a dispersar sus semillas. Las poblaciones locales también se dedican parte del año a la dura tarea de su recogida y comercialización.

Combinándose con el cultivo de cereales, las laderas y cerros se han dedicado, al menos desde el siglo XIII, al cultivo del esparto.
Para ello se fragmentaban los cepellones en buen estado, enterrando posteriormente las pequeñas macollitas resultantes. Luego de recoger varias cosechas, cada tres o cuatro añós se quemaban los terrenos favoreciendo una nueva expansión de los espartales en detrimento de otras plantas competidoras y gracias a que así la planta del esparto eliminaba las hojas muertas que limitaban el crecimiento de los nuevos brotes. Y esto ha ocurrido durante los últimos seis o siete siglos.
Entre el esparto se desarrollaba un ralo matorral, donde convivían plantas esteparias como el albardín, el caramillo, el tamojo, la osagra, las albaidas o las bolinas. Sin embargo, con el abandono de sus prácticas culturales, el esparto está alcanzando unas grandes densidades monoespecíficas en los suelos donde estuvo asentado, aunque no coloniza los “añejales”.

“Los matorrales crecen sin control y sin estética cuando el esparto no está sometido a cuidados culturales, e incrementan su cobertura vegetal en una especie de lento proceso de muerte… sin la quema periódica que motivaba antiguamente su regeneración… este matorral espartal es muy difícil de colonizar…”

CÁDIZ, LORENA. Jódar busca no perder su paisaje estepario… Diario Ideal. 7 de febrero de 2006. Jaén.

Una vez recogido el esparto, se metía una veintena de días en agua, después se dejaba secar y se majaba; de esta forma se le daba la suficiente suavidad para poder utilizarlo. Con él se elaboraban múltiples artesanías que se vendían por el resto de Andalucía. Se elaboraban manualmente un sinfín de objetos: cuerda para atar gavillas o colgar melones; sogas, agueras que se colocaban a ambos lados de las mulas para transportar cosas; forros para botellas y garrafas; sopladores; espuertas, capachos y cestos para la aceituna, albardas, jáquimas, anteojeras, …
La economía del esparto ha sido el sustento de buena parte de la economía de pueblos como Jódar, Huesa y Larva. Miles de familias jornaleras se dedicaban a esta actividad. Sin embargo, ya apenas se recoge el esparto por sus bajos precios y la competencia de los productos plásticos. Han desaparecido o se han arruinado los cortijos rurales que vivían del esparto.

En tercer lugar, parte del territorio, el de los suelos menos fértiles por su naturaleza rocosa o por ser yesares y saladares, ha actuado como refugio de la vegetación natural. En tiempos primitivos, bosques de coscojas que, tras su milenaria explotación humana, han derivado en un matorral de escasa altura y débil cobertura. Actualmente están ocupadas por plantas gypsícolas, o amantes de los yesos, como arnachos, flor del príncipe y jaboneras. Son un pequeño tesoro botánico, ya que se trata de entre veinte y treinta plantas raras, comunes con otros ecosistemas áridos como el Sahara o los desiertos de Oriente Medio. La recolección de hierbas aromáticas y medicinales ha sido una constante histórica en estos terrenos:

“(En Quesada) … en sus barbechos, cerros y sotos, abundan el espárrago fino, mucho esparto, espliego, romero, cardillos, arrecife, lechares, alcaparras, orégano, zumaque para las tenerías, poleo, salvia… y otras varias y exquisitas hierbas medicinales de las que se surten algunas boticas”

RUIZ GONZALEZ, JUAN ENRIQUE. “Jaén según las relaciones enviadas por los párrocos al geógrafo Tomás López en el siglo XVIII”. Cámara de Comercio e Industria de la provincia de Jaén. 1996.

Por último, las márgenes de barrancos, ramblas y ríos están tapizadas por frondosos bosquetes de adelfas y tarajes, que contrastan por su verdor, a modo de “wadis” del desierto africano, con el entorno.


Una vez que durante la segunda mitad del siglo veinte se han ido abandonando, por sus bajos rendimientos, las labores de cereal y los atochares, se está produciendo su vertiginosa sustitución por modernas repoblaciones forestales y plantaciones de olivares, almendros y cerezos.

Se produce aquí la paradoja de que los usos seculares del suelo, actualmente en decadencia por ser poco rentables, habían frenado la grave erosión de los suelos de la zona, además de haber mantenido un paraíso de biodiversidad. Son los tupidos e impenetrables ancianos atochares que permanecen, los “añejales” colonizados por plantas vivaces y el matorral estepárico.

Por el contrario, los aterrazamientos de laderas para plantaciones de pinos carrascos han favorecido en ocasiones la mayor erosión de los suelos por la entrada de las máquinas, y tiene poco que ver con la ecología de estas estepas; asimismo, las plantaciones de olivares y almendros, pese a ser más rentables, coinciden con suelos desnudos por el atroz efecto de los herbicidas, y agravan la erosión de los terrenos y empobrecen la biodiversidad.

En consecuencia, el avance de los nuevos usos del suelo está afectando negativamente a especies de flora y fauna estepáricas, que habían vivido durante siglos en equilibrio con la explotación agraria del medio. Hay que destacar el peligro que corren tres parajes, de aproximadamente unas 15.000 hectáreas, las estepas de Jódar, de Quesada y de Huelma, que han sido principales “reductos” de aves estepáricas relativamente escasas en la Península Ibérica.

Algunas de las principales aves esteparias que sobreviven en esta zona son la ganga ortega, el alcaraván, el sisón, las cogujadas montesinas, las collalbas rubia y negra y las calandrias; asimismo, aquí viven, algunos saltamontes únicos en España o la singular mariposa de la alcaparra.

De hecho, estas aves han tenido que adaptar su dieta alimenticia a las limitaciones del entorno:

“Alondras, cogujadas, terreras y calandrias… supieron encontrar aquí las razones principales de su sustento –grillos, saltamontes, langostas, escarabajos, escorpiones y caracoles, amén granos de trigo – en disputa con tropillas de ratones de campo, ratones espigueros, ratas, ratillas, topos, topillos, musarañas, musarañitas y musgaños…”

MERINO, Alfredo. Fauna de estepas y desiertos españoles. Revista GEO. Número 116. Septiembre 1996. Madrid.

También han desarrollado curiosas adaptaciones para hacer frente a la sequedad y escasez de puntos de agua en estos territorios:

“Gangas y ortegas… cuando se remojan en las charcas y ahuecan sus plumas, las colman de agua gracias a su forma de concha. Convertidas en odres vivientes, vuelan al lejano nido para dar de beber y refrescar a sus polladas”

MERINO, Alfredo. Fauna de estepas y desiertos españoles. Revista GEO. Número 116. Septiembre 1996. Madrid.

Un buen momento para visitar estas estepas es las fechas del año coincidentes con los ritos amatorios de algunas de estas aves, de gran originalidad:

“Las avutardas machos hinchan sus cuellos para que las damas los vena mejor, abren las alas y echan la cabeza hacia atrás, casi hasta tocar la amplia cola desplegada. Tras varios giros y contoneos va formanso su harén con parsimonia… Los sisones, encaramados en sus apostaderos, saltan. Gritan y pelean por conseguir sus hembras…”

MERINO, Alfredo. Fauna de estepas y desiertos españoles. Revista GEO. Número 116. Septiembre 1996. Madrid.

Además, hay que mencionar la rareza de otros paisajes como los que forman las rocas calizas y los yesos, a modo de islotes, que sobresalen en este paisaje estepárico y casi desértico, haciéndole adquirir matices blancos:

“(Camino de la Estación de Huesa) La tierra empieza a tener tonalidades blancas producto de la caliza. En el horizonte, montañas con cortes verticales de navaja recién afilada señalan las canteras de yeso. El entorno envuelto con polvo blanquecino se asemeja a un ambiente invernal, pero la supercálida flama estival hace desechar tales figuraciones”

CARDENAS, ANDRES. Carriles de silencio. 1981. Caja General de Ahorros y Monte Piedad de Granada (CECA). Maracena. Granada. 1986.

Así como el de los saladares. Esta estepa estás surcada por riachuelos, ríos y barrancos de aguas salinas, que hacen que históricamente hayan suministrado sal en abundancia a sus pobladores:

“(En Hinojares) hay dos veneros de agua sal, muy copiosos, cuyas fábricas producen anualmente unas tres mil fanegas de sal de buena calidad… y, además, otros dos sudaderos de agua salada inmediatos a ellas…

(En Quesada) hay siete fuentes copiosas de agua salada y dos peñones de sal llamados Montalvo y Moraleja, que se guardan y custodían de orden de su S.M que Dios guarde”

RUIZ GONZALEZ, JUAN ENRIQUE. “Jaén según las relaciones enviadas por los párrocos al geógrafo Tomás López en el siglo XVIII”. Cámara de Comercio e Industria de la provincia de Jaén. 1996.

Ambos mantienen un conjunto de plantas y animales relativamente raros y escasos que se han adaptado tanto a vivir en la estepa como a hacerlo, específicamente, en suelos hostiles a la vida común, como yesares y saladares.

viernes, 22 de junio de 2007

La Costa del Sol del Siglo XXI. Del ambiente de diversión aristocrática de los sesenta a los rincones de bienestar y salud para clientes selectos.

La Costa del Sol malagueña se va volviendo anciana en cuanto a su historia como centro turístico mundial, con más de medio siglo a sus espaldas, y también por algunas cosas más.

La civilización del “bienestar”, lo que los norteamericanos llaman “wellness” , y cuyas instalaciones integrales o “wellness & leisure resort” son habituales en la Costa californiana desde los sesenta, se están extendiendo y dando una nueva personalidad al paisaje turístico de lugares como Sotrogrande, Manilva, Estepona, Marbella o Mijas.

Proliferan hoteles y complejos residenciales para quienes buscan allí el lugar de retiro ideal para reponerse del stress diario (como son los ejecutivos de empresa o los deportistas de élite). Y también, para las personas aquejadas de dolencias o enfermedades, o que simplemente poseen fortunas que les permiten envejecer y morir al sol, cómoda y placenteramente, rodeados de todas las atenciones.

Estos complejos suelen combinar cinco requisitos de los nuevos paisajes humanos idílicos, que han venido a sustituir a los paraísos de la naturaleza: glamour, comodidad, seguridad, diversión y modernidad.

Como si del centro histórico europeo más encumbrado se tratara, es frecuente que estos hoteles y complejos para la salud sean urbanizaciones privadas, cerradas al tráfico y con videovigilancia, buscando un oasis de tranquilidad en la cada vez más frenética vida costasoleña.

El estilo glamouroso se ha puesto de moda en la arquitectura y las edificaciones, e incluso en sus jardines, patios, salones y bares y restaurantes. Los nuevos hoteles usan diferentes estilos arquitectónicos copiados de la historia del arte de la humanidad y, especialmente, del arte europeo: estilos greco-romano, árabe, medieval, románico, renacentista, barroco, neoclásico, modernista y de vanguardia. También hay edificios que optan por la recreación de un estilo arquitectónico andaluz o rústico.
Complementariamente, obras de arte, muebles, objetos típicos de la vida en el campo y antigüedades, imprimen una personalidad propia al ambiente de salones, pasillos y habitaciones. Desde los hoteles que reproducen la decoración con tapices y estatuas las villas toscanas del renacimiento italiano (Hotel Villapadierna), o el interior de los señoriales cortijos y haciendas andaluzas, a los que optan por glamour con modernidad, y tienen un diseño ecléctico, con obras originales de grandes artistas del siglo veinte como Eduardo Chillida, Pablo Picasso o Paul Klee.

Esta reproducción de paisajes del pasado no es nada nuevo en el mundo turístico. Los millonarios industriales norteamericanos del primer tercio del siglo veinte ya trasladaban o reproducían villas y castillos medievales o renacentistas en las urbanizaciones de los centros turísticas de élite de Estados como Florida o California, con un clima similar a la Costa del Sol malagueña.

La copia de antiguos paisajes no se limita a los edificios. El complejo hotelero para la salud y el bienestar Incosol (Marbella) tiene un jardín hispano-árabe, diseñado por un paisajista de prestigio, que envuelve los alrededores con sus fragancias (lavanda, romero, espliego, jazmín y albahaca), y aporta materias primas naturales y frescas a la cocina de autor de su restaurante. El Hotel Don Carlos de Marbella posee un frondoso jardín tropical de 40.000 metros cuadrados con árboles, plantas y cactus de numerosas familias botánicas y países del Mundo. En él se celebran fastuosas y multitudinarias bodas de aristócratas y grandes fortunas. Casi todos los hoteles costasoleños tienen piscinas rodeadas de una lujuriosa vegetación tropical con palmeras y cactus, como las mansiones de Beverly Hill (California) que tanto se ven en las películas de Holywood.

Los millonarios que acuden a estos hoteles gozan de privilegios que habitualmente no encuentra el turista de masas. La estancia se procura hacer lo más grata posible, como si fuera un paraíso en la tierra. La habitación del paciente que acude a un hotel para la salud goza de ventajas que no tienen los hospitales al uso. Posee caja fuerte, frigorífico, mini bar, televisión por satélite, DVD, Internet, WIFI e hilo musical. Los inquilinos realizan su higiene diaria en una bañera hidromasaje, en un jacuzzi o en una hidrosauna. Incluso hay hoteles como el Don Carlos de Marbella, con accesorios de baño de diseño, firmados por un prestigioso arquitecto norteamericano. Los clientes pueden disponer, durante las 24 horas incluyendo fines de semana, de niñera o canguro, médico, entrenador físico o chofer personalizado para la limousine. Los clientes madrugadores pueden tomar café Express con pastas desde las cuatro de la mañana. Los niños pueden apuntarse a un selecto club, donde un equipo de animadores profesionales les diseña un calendario de actividades deportivas, de entretenimiento y de ocio, que deja a sus padres libres de obligaciones filiales durante todo el día. Los mayores pueden solicitar películas de estreno o música a la carta en sus habitaciones, o alquilar temporalmente para divertirse la discoteca, las salas de juego, los salones, los jardines o las piscinas del hotel. Si lo desea, a los clientes se le hacen las gestiones oportunas para adquirir cualquier billete de viaje, se le pone un vehículo a su disposición, se le compra la entrada para el museo, el concierto o el teatro ansiado, y se le busca cualquier libro o revista si no lo encuentra en la biblioteca del hotel -siempre de varios idiomas -, o navegando por Internet.

Los bares y restaurantes harían las delicias del refinado agente 007. Hay bares de piscina y de playa, bares para cokctails y snacks, bares de media tarde, pianos-bar, bares-discoteca,…. Y, también, otros más novedosos como el bar chill-out o para copas después de cenar o el bar que ofrece tapas de cocina de autor.

Hay hoteles que organizan banquetes nupciales. Traen a los invitados y novios desde el aeropuerto al helipuerto del hotel, les eligen el menú, la música en vivo, y el decorado floral del lugar de celebración. Éste puede ser un elegante salón interior, los jardines de las piscinas o del beach-club, e incluso ponen a su disposición un yate privado para que los invitados o los novios navegen varios días por la costa mediterránea en la luna de miel.


Con todo, lo que ha causado verdadero furor es el “turismo para la salud”. Los complejos SPA o balnearios, los centros médicos contra el stress y para al rejuvenecimiento, y las clínicas de belleza y dietética o enfermedades raras. Una clientela diversa, con todas las fobias y enfermedades del mundo moderno: jóvenes anoréxicas, enganchados a las drogas y el alcohol, pacientes con ansiedad y depresión, personas castigadas por el stress del mundo de los negocios, personas con problemas de obesidad o envejecimiento prematuro, acude masivamente a estos “supermercados de la salud y el bienestar”. Pueden llegar a ocupar superficies de hasta 2.000 metros cuadrados, donde se alternan espacios cerrados (cabinas de masajes y tratamientos corporales, gabinetes de psioterapeutas, salas de meditación, yoga y relajación) y espacios abiertos (piscinas e instalaciones de hidroterapia). En estos complejos se produce la fusión del vasto saber técnico y espiritual oriental y occidental, tradicional y moderno, acumulado durante siglos para la curación por métodos naturales de los males de la modernidad.

El SPA o balneario incluye múltiples tratamientos con agua (Talasoterapia) y otras técnicas o tratamientos con sustancias muy diversas. Hay hoteles que han construido tuberías desde más de 250 metros de la costa para que el cliente se bañe en agua salada sin contaminación, mientras se le aplican tratamientos con algas y lodos marinos (Hotel Elba, Estepona). Además, se ofrecen tratamientos hídricos de todas las modalidades. Baños turcos, saunas filandesas y griegas, salas de vapor de Bali o de la India, baños aromaterapeúticos con aceites esenciales o flores como rosa y lavanda, baños con leche de burra o en chocolate...Bañarse o ducharse puede requerir un curso de adiestramiento para conocer las ventajas de hacerlo en una piscina submarina, en una piscina de hielo, en una bañera con agua a chorros o de burbujas, o mediante una ducha kneipp o un cañón de agua cervical.

Otros tratamientos con diversas sustancias se están añadiendo a los anteriores: vendas comprnesivas, baños de barro, masajes manuales o con modernos aparatos vibradores, masajes con diamantes y piedras preciosas, masajes con aceites vegetales, con caviar y con aloe vera, aromaterapia,...


Algunas clínicas se especializan en problemas concretos. Por ejemplo, la obesidad y el envejecimiento, tan temido por el hombre moderno que aspira a mantener perpetuamente la mejor imagen física posible, se tratan en la Clínica Buchinger (Marbella). Su método es la ayunoterapia. No tiene nada que ver con las “huelgas de hambre” de presos o líderes políticos y sindicales. La ayunoterapia consiste en el aporte cotidiano a los pacientes de un menú ligero en grasas y calorías, compuesto de zumo de frutas, caldos de verdura, miel y otros complementos dietéticos. Y si el cliente no está por tanto esfuerzo, se le pone una dieta individualizada siguiendo los principios de una alimentación sana integral. Al aspecto dietético, la clínica Buchinger añade programas de movimiento físico y relajación, en alternancia armoniosa. La filosofía que subyace en este programa es que el paciente cuando ayuna, se siente ligero y aliviado y aumenta su sensación de fortaleza y bienestar. Aprovechando este estado de ánimo, el hotel le ofrece la posibilidad de salir a la naturaleza y de caminar o hacer deporte. Asimismo, el ritmo normal entre el sueño y la vigilia se recupera espontáneamente mediante el ayuno. Sin los estimulantes habituales (café, tabaco, alcohol, etc.), el ayunante advierte el cansancio y la tensión nerviosa acumulados, cuya percepción se suele obviar en el día a día. La reinstauración del sueño y el distanciamiento del ámbito cotidiano y del estrés, junto con actividades tales como ejercicios de relajación y meditación, aportan un beneficio para la mente y el sistema nervioso, que perdura semanas y meses después del ayuno.
Otro problema de salud tratado en clínicas especializadas es el de la adicción al tabaco, el alcohol y las drogas, también importado de Norteamérica. El centro “Flotarium” de Marbella está dedicado exclusivamente a tratamientos de desintoxicación del consumo de tabaco, alcohol, cocaína, opio, heroína y otras drogas sintéticas. Para ello se combinan programas de psicoterapia, hierbas medicinales y otros sistemas vanguardistas. Hay incluso tratamientos ultrarápidos, para superar estas dependencias en siete o diez días.

En busca de la solución de los problemas de "stress", “envejecimiento” y para la mejora de la “imagen” física , funcionan numerosas clínicas especializadas y hoteles con servicios de belleza y restauración corporal. La complejidad de los servicios que ofrecen es creciente. Hay cabinas de masajes manuales y con máquinas vibradoras, y centros de talasoterapia para casi cada uno de los quinientos músculos del ser humano. Hay métodos de rejuvenecimiento para la cara, para adelgazar el abdomen, frenar la celulitis del trasero y los muslos, embellecer, agrandar y poner turgentes los pechos, mejorar la imagen de piernas, brazos y uñas; sanar problemas musculares del cráneo, el cuello, la espalda, o los estiramientos de sobreesfuerzos depotivos. Hay métodos de relajación para ejecutivos que sufren “jet lag” después de largos viajes; también para los que envejecen prematuramente o los que tienen la piel seca y gastada por abusar de los baños de sol.

La Holding Clínic de Mijas es un edificio de arquitectura neoclásica, pegado a la Sierra Blanca, en un entorno natural privilegiado. Aplica tratamientos curativos, relajantes, antiestresantes y todo tipo de terapias de estimulación natural cuya finalidad sea mantener el equilibrio homeostático. Se ha especializado en tratamientos médicos, quirúrgicos y terapias naturales dirigidos a la lucha contra el proceso de envejecimiento. Un equipo interdisciplinar (farmacéutico, biólogo, químico y dermatólogo) desarrolla una docena de modalidades de programas para rejuvenecer la piel de cualquier edad y textura con aparatos eléctricos, baños de fangos, y cremas y cosméticos de diseño exclusivo. Otra clínica, la del Doctor Jean Garant, tiene un método de rejuvenecimiento en sólo una semana, Se basa en la administración al paciente de sustancias naturales o sintéticas con efectos rejuvenecedores, como el magnesio, determinados minerales, vitaminas y sales. Está aplicando métodos pioneros como el suministro de aminoácidos que previenen o curan enfermedades cardiovasculares comunes como la angina de pecho, liberando a venas y arterias de acumulaciones excesivas de calcio y metales pesados, la exposición a rayos ultravioletas para eliminar infecciones, o tratamientos mediante peróxidos para eliminar virus, bacterias y hongos.

En estos locales para la salud y la relajación se puede, incluso, dormir la siesta mediterránea en camas radiantes o en unas camas de agua, con colores mágicos, ideales para liberarse de las tensiones diarias, dolores musculares o problemas de sueño: media hora durmiendo en las mismas aseguran que equivale a una noche entera a pierna suelta.
De todo lo anterior me atrevo a extraer algunas conclusiones sobre la denostada Costa del Sol malagueña. Independientemente de los casos de corrupción urbanística, la presencia de mafias internacionales o la excesiva ocupación por el suelo urbano del medio rural y natural, que tanto daño ha hecho al paisaje heredado, hay también valores positivos o virtudes en este paisaje y en el territorio.
Entre ellos, la presencia de una clínica por cada veinte mil habitantes -densidad que no existe prácticamente en ninguna gran ciudad europea, española o andaluza-, la presencia de un amplio grupo de profesionales expertos que están aplicando los avances en biomedicina y curación por métodos naturales que van surgiendo en todo el mundo, el patrimonio botánico -tan extenso, cuidado, rico y original - de en torno a un centenar de exóticos jardines de estos hoteles y complejos médicos de lujo, o el patrimonio arquitectónico tan singular y único de sus edificaciones, donde se reproducen los estilos artísticos más diversos y variados de la historia de Europa, de España y de Andalucía.