miércoles, 11 de marzo de 2009

PAISAJES MEDITERRANEOS DE IDA Y VUELTA (20) USOS Y APROVECHAMIENTOS NATURALES Y RURALES DE LAS PEQUEÑAS ISLAS.

Las islas mediterráneas son, en general, de pequeños o diminutos tamaños y más continentales que oceánicas, ya que no suelen estar muy alejadas de Europa, África o Asia.
Pero, la influencia benigna del mar hace que tengan un clima suave, con más de trescientos días de sol, y un alto grado de humedad salina. A ello se une su tradicional aislamiento, a veces secular, y la necesidad de de supervivencia de sus habitantes como freno a la emigración.
Todo ello ha hecho que muchas islas mediterráneas se hayan especializado históricamente en producciones originales que aprovechan los recursos del medio natural y rural.
El habitante insular tuvo que hacer frente históricamente a la presencia de un relieve empinado o montañoso, que limita los aprovechamientos del medio, ya que aparejaba la escasez de suelo fértil y terrazgo cultivable. Éste suele circunscribirse a estrechas planicies litorales y a los fondos de los reducidos valles entre montañas. De manera que sólo un cuarto, o a lo sumo, un tercio del terreno es cultivable.
En el peor de los casos hay numerosas y pequeñas islas con un yermo caparazón mineral. Aparentemente no permite casi ningún rastro de vida. Sin embargo, algunas han estado habitadas en tiempos pretéritos. Fueron islas cisternas para avituallamiento de la piratería; o dispusieron de ricos yacimientos de oro (Sihnos y Thasos, Grecia) o explotaron sus canteras de mármol (Paros y Delos, Grecia), o de rocas areniscas y calizas, hoy casi todas agotadas.

También hay islas que han sobresalido por la presencia de aguas minero-medicinales. Nissyros (Dodecaneso, Grecia)es de origen volcánico y suelos estériles, pero tiene unas aguas que son un remedio milagroso para afecciones óseas y dérmicas. Edipsos (Mar Egeo, Grecia) es famosa desde la antigüedad por las aguas curativas. Las termas naturales que visitaban los más renombrados emperadores romanos han sido sustituidas por los spas que siguen beneficiándose de sus misteriosas propiedades.
Hay también islas deshabitadas por el hombre pero no por los animales. Éstos aprovechan la presencia de masas más o menos densas de matorral mediterráneo, y tienen aquí un paraíso ideal para vivir y reproducirse sin molestias.
Arpia y Stamfani (Grecia) tienen costas rocosas y sin playas arenosas. Gracias a que no poseen atractivo para el turismo masivo, su rica vegetación acoge cada año más de mil aves migratorias que allí hacen escala. Zannone (Mar Tirreno, Italia), desierta durante siglos, se ha transformado en un paraíso para aves como grullas o cigüeñas negras y los muflones –antecedentes de las ovejas domésticas – que sólo se encuentran también en las altas cumbres de grandes islas como Córcega y Chipre. Otras especies tuvieron una corta vida, como sucedió a ciervos y cabras monteses, introducidas por los caballeros cruzados para ejercitarse en el arte de la caza, y hoy casi desaparecidas. Asimismo, hay montones de pequeñas islitas donde sólo habitan conejos y palomas salvajes.
La ausencia de turistas y la presencia de aguas tranquilas, claras y transparentes, ha convertido a Kimolos (Grecia) en refugio de colonias marinas amenazadas como delfines, tortugas o focas. Aquí hay una colonia de medio centenar de focas monje, especie en riesgo de extinción. Vuelven todos los años para tener sus crías. Su hábitat preferido son las cuevas que hay a lo largo de la costa. De su bienestar se ocupan los biólogos de la Sociedad Helénica para su Estudio y Protección-

Las islas remotas y con suelo fértil albergan, en ocasiones, tesoros de la botánica mediterránea.
Éstos han sido aprovechados por sus habitantes para usos diversos (recolección de especies aromáticas, alimentarias y medicinales; caza, leña y madera,…). Djerba (Norte de Túnez) se dedicó desde la antigüedad a explotar comercialmente su abundancia de hierbas aromáticas. Sus habitantes fueron los primeros especieros de África. Toda la isla fue un vivero de especias que se exportaron al resto de países. Comino (Malta)tomó su nombre por la abundancia de esta especia.
También hay islas que se han convertido en destinos preferidos por el turismo natural:
Las Zimbres, al norte de Argelia, son un tesoro del matorral noble, maquis o Garriga mediterránea: algarrobos enanos, lentiscos, ajenjos y tomillos sirven de refugio a un increíble número de cabras, conejos, ratas y culebras. Spetses (Grecia) destaca por su magnífica flora entre las que sobresalen los bosques de pinares y los campos de adelfas. Y Kórcula (Dalmacia), por la presencia de abundantes pinedas contiguas a sus arenosas playas, donde se produce el milagro de poder bañarse oliendo a resina verde y escuchando el concierto de las cigarras, como en pleno campo. Placer que se ha perdido en casi todas las playas mediterráneas con su masiva invasión turística.
Algunas islas están todavía cubiertas por la vegetación natural mediterránea, y son casi únicas en su género.En Gavdos (Grecia) se ha conservado intacto el bosque de sabinares costeros, natural de las dunas y playas arenosas, que hoy día está declarado espacio protegido, a diferencia de lo que ha sucedido en otras tantas costas mediterráneas.

El caso más raro es Sigir, en Lesbos (Egeo,Grecia). Conserva los restos de un bosque petrificado. Las erupciones volcánicas, que tuvieron lugar cubrieron con un manto de lava y cenizas la madera de los antiguos árboles, convirtiéndola en roca.
La vegetación natural de las islas mediterráneas destaca por la presencia de familias únicas en su género, auténticos tesoros vegetales. El aislamiento secular ha hecho que hayan surgidos estas familias propias de árboles mediterráneos. Además, el pequeño territorio de las islas hace que se haya producido una frecuente hibridación entre árboles que forman familias diferenciadas en el continente como encinas, alcornoques, robles, y pinos, cedros o abetos.
Destacan al respecto las grandes islas. Sicilia, por su gran tamaño, acoge árboles endémicos como el Abies nebrodensis y almeces únicos en su género. En Creta, hay un cedro y un roble propios de la isla, el Cedrus brevifolia y Quercus alnifolia.
Los abetos han creado familias propias en algunas islas mediterráneas como el pinabete, o abeto blanco o meridional de las islas griegas, o el pino negro de las islas dalmáticas. También han surgido parientes singulares de la encina o el alcornoque como la encina eubea de la isla griega de dicho nombre o la verde, propia de las islas de Dodecaneso griego. Incluso, la misma diversidad se da en el sotobosque con especies propias como el madroño griego.

Algunas islas próximas al Continente africano conservan una flora única en Europa, pues mantienen características norteafricanas, que datan de tiempos prehistóricos (Karpazzos, al Sur de Rodas, etc).

Una cualidad del bosque de estas islas es que se han conservado árboles centenarios de gran porte en parajes recónditos y de difícil acceso. Son aquellos lugares donde no han llegado las cabras y los leñadores. Las islas mediterráneas fueron las que abastecieron de madera (de cedro, de roble,…) a las armadas fenicias y griegas, cartaginesas y romanas, otómanas y venecianas. En consecuencia, las laderas bajas y medias de los montes tienen pocos árboles, y son el dominio de un denso matorral mediterráneo.
Las originalidades productivas de las islas mediterráneas se extienden también a otros ramos agrarios como la agricultura, la ganadería o la pesca.
En general, han sido proveedoras de aceites y vinos al Continente, a cambio de granos y cereales. Viñedos y olivos se adaptan particularmente bien a sus terrenos con pendientes más o menos fuertes, y bien soleados.

Creta y Paxos (Grecia) tienen plantaciones masivas de olivos, alcanzan tres y un millón de árboles, respectivamente. El caso de ésta última llama la atención ya que sólo tiene 48 km2, y ha llegado a poseer 150 almazaras dispersas por todo su territorio. Los venecianos fueron quienes fomentaron la plantación de olivos, cuando muchas de estas islas formaban parte de su imperio marítimo, para asegurarse el suministro de aceite entre los siglos XIV y XVII, hasta el punto de que proporcionaban los plantones y permitían pagar los tributos anuales en el oro líquido.

Los viñedos ocupan, junto con el olivo, los mejores terrenos de secano. Hay numerosas islas que elaboran vinos de autor, como los vino malvasía, el vino dulce de Creta o el Moscatel de Samos. Hay vinos con sabores originales, como los que se aromatizan con resina de pinos. Incluso, existe cierta tradición de elaboración artesanal de vinos y aceites en los conventos de monjes que aún se mantiene en algunas islas griegas, con fama de gran calidad.
Junto a ello, hay licores originales de las Islas Griegas que han venido abasteciendo al Continente. Destaca el ouzos, original de Lesbos. Se trata de una bebida refrescante elaborada con uvas maduradas y anís, y especias como hinojo, lentisco y resina de pino. Tiene un fuerte sabor dulce y un característico aroma a regaliz.
Otra isla, Pyrgi, a 24 kilómetros de Kíos, ha sido el centro de la producción de alfónsigos, una resina utilizada para la fabricación de la goma de mascar.

En el campo de la ganadería las especies más ubícuas han sido cabras y ovejas. De ellas se han obtenido, además de leche, exquisitos quesos y yogures, ya que son rebaños alimentados de forma natural. Las ovejas aprovechan las hierbas secas y restos de cosechas, mientras que la cabra trepa por cualquier roca o árbol, y es capaz de consumir tanto los brotes tiernos como las hojas más duras y espinosas.
Rumedia (Argelia) fue el centro de cría y domesticación de camellos del Sáhara. Sus camellos eran los más demandados por las gentes de alcurnia para sus caravanas, por su urbanidad increíble y encantadora.
Tinos (Grecia) contrarrestó la pobreza de sus producciones con la cría de palomas. A pesar e su pequeño tamaño alberga un paisaje salpicado por 800 palomares.

Skiros (Grecia) ha sido el hogar de una simpática raza de caballos, que no tienen parentesco con los famosos pony, pero que son igualmente enternecedores y pequeños.
Las pesquerías de las islas griegas han sido hasta hace poco, junto al comercio, una de las principales fuentes de riqueza de las poblaciones ribereñas. Cada mañana era habitual ver partir los luzzu —barcos tradicionales de pesca—guiados por los ojos de Osiris —uno a cada lado de la colorida embarcación como marca la tradición—. Era una manera de ahuyentar el mal de ojo, decían los marineros. Su viejo cascarón de madera se despereza sobre las cristalinas aguas en busca de la abundante pesca que habita sus costas. Hay una gran variedad de especies (sardinas, pulpos, atunes,…), aunque ninguna excesivamente abundante. Es frecuente que determinadas islas se dediquen a unas capturas y no a otras, para no competir entre sí. Gallite (Argelia) es famosa por la pesca de la langosta y sus habitantes son de origen napolitano.
Además de la pesca hay otras producciones marinas singulares.
La isla de Ruad (Siria) y, sobre todo, Kalymnos (Dodecaneso, Grecia) han sido conocidas por la recolección de esponjas. No solo se extraían en aguas del Mar Egeo, sino también en las costas de Túnez, Libia, Egipto, Siria y el Líbano. Ha sido el único lugar del Mediterráneo que ha mantenido una flota de barcos dedicados a su pesca –en sus momentos de esplendor eran más de 600 embarcaciones- y, de hecho, la escuela nacional de buceo se halla allí ubicada.
Las esponjas son unos animales acuáticos que viven fijados al fondo del océano. Su superficie tiene miles de poros que constantemente absorben enormes volúmenes de agua, de la que extraen las bacterias que constituyen su alimento. Ningún material hecho por el hombre puede compararse a las esponjas naturales para uso cosmético, para el baño, la pintura o el uso ornamental. Su manufactura artesanal era muy trabajosa. Las esponjas son de color negro y tienen un aspecto poco atractivo. En cuanto se las sube son vigorosamente pisadas para romper y desprender los tejidos internos. Entonces se lavan y se sumergen en el mar durante dos horas, y se pisan y golpean con ramas de palma para eliminar cualquier cuerpo extraño. Durante la noche, se sumergen en el mar nuevamente dentro de una red hasta que sólo quedan las fibras del esqueleto. Después las esponjas se ponen a secar, se prensan y pasan al taller donde se recortan para ajustarlas a los tamaños requeridos. Finalmente, se las sumerge en una solución de agua y ácido clorhídrico que les confiere su famoso tono dorado. Si se desea un tono más claro se las sumerge en permanganato potásico.
Desde mediados del siglo XX esta actividad ha caído bruscamente. Las esponjas sintéticas tienen un precio mucho más bajo, aunque siguen siendo demandadas por los consumidores que prefieren lo natural a lo sintético. Además son muy populares entre los turistas que visitan Grecia, ya sea como regalos o como recuerdos.
La pesca de esponjas se realizaba en pequeños barcos desde donde se enviaba un buzo al mar. Iba normalmente desnudo y llevaba entre sus manos una gran piedra plana. Una vez en el fondo, soltaba la piedra y recogía las esponjas en una red. En el año 1869 los habitantes de Kalymnos inventaron el primitivo traje de buzo, conocido como "skafandro". Dicho traje era de caucho con cuello de bronce al que se fijaba un pesado casco provisto de mirillas de cristal, así como de una válvula que regulaba el suministro de aire, el cual provenía de una bomba instalada en el barco. Barco y buzo estaban unidos por una manguera. Más tarde el pesado traje de buzo fue reemplazado por el traje ligero hecho de neopreno y nylon, al igual que los buceadores deportivos y los recogedores de esponjas pueden moverse libremente mientras respiran aire filtrado proveniente de un compresor instalado en el barco.
En los viejos tiempos, la flota de pescadores de esponjas abandonaban anualmente Kalymnos en Pascua y no volvían hasta el otoño. El ritmo de vida giraba alrededor de la partida y el retorno de la flota. Ésta era despedida por todos los habitantes y los sacerdotes practicaban diversos ritos con agua bendita encaminados a desear un buen viaje a los hombres. La despedida culminaba con una "cena de amor" que acababa con la tradicional "danza de los pescadores de esponjas".
El temido retorno de los barcos en otoño era anunciado por el tañido de todas las campanas. Cada año, la mitad de los buzos que salían a la mar no volvían. Se contabilizaron alrededor de 10.000 muertes y 20.000 casos de parálisis entre los pescadores de esponjas en un siglo. Quizás debido al gran número de víctimas existe la tradición de que casi cada familia de Kalymnos cuenta por lo menos con un miembro que ha estudiado medicina.


Junto a la esponja se han extraído coral rojo, nácar y murex.

El coral rojo se encuentra en el Mediterráneo occidental y en el Adriático. Destacan las formaciones coralinas de la montaña submarina de Eratósthenes (Chipre), el arrecife del mar Jónico y el del delta del Nilo. Hay más de 200 especies de corales en el Mediterráneo, de las 500 europeas y 5.000 del Mundo. Vive en colonias en forma de árbol con ramas irregulares, sobre grietas y agujeros con poca luz y a grandes profundidades (hasta más allá de los 100 metros, donde están los más demandados por sus gruesas ramas).

Los coraleros se arriesgan mucho para encontrarlo efectuando prolongadas inmersiones. Y es que su esqueleto vítreo es muy fácil de trabajar, por lo que es muy apreciado en joyería. Además, los musulmanes lo consideraban una piedra de la buena suerte y era un mobiliario habitual de los mausoleos funerarios más lujosos.

Explotado desde la antigüedad, el coral mediterráneo es una especie en extinción, ya que en las dos últimas décadas sus poblaciones y su recolección se han reducido alarmantemente. La explotación excesiva, los efectos de la pesca de arrastre y el cambio climático, parecen estar detrás de esta fuerte decadencia. Y ello a pesar de que es un tesoro natural tanto por la belleza de sus formaciones como por ser un apreciado bien paleontológico. Los corales formadores de arrecifes datan de hace 60 millones de años, por lo que las especies que han sobrevivido albergan fósiles que permiten conocer la historia de este mar desde tiempos remotos.

Igualmente se ha extraído el nácar de la concha de dos moluscos marinos que se agarran con sus filamentos a los fondos arenosos (nacra común) o a las grietas de las rocas (nacra de púas gruesas). El nácar es una sustancia que segregan y con la que se recubren para defenderse de posibles predadores.

Su extracción era tradicional en las islas del Dodecaneso (Grecia), Sicilia y Chipre. El nácar ha tenido usos muy diversos. Era empleado para joyas y amuletos en el Imperio Romano, y con sus filamentos se hacían prendas finas y resistentes de tonos dorados. Los musulmanes lo trabajaron mediante incrustaciones para la decoración de las paredes de madera de sus palacios, mansiones y mausoleos. Incluso se utilizó para confeccionar botones, ceniceros, peines y peinetas. Al igual que ocurre con el coral, sus poblaciones están muy diezmadas por la contaminación marina, la pesca de arrastre a menos de 50 metros y la recolección de ejemplares como objetos de adorno o recuerdo por parte de algunos buceadores.

Por último, el murex se ha extraído en el golfo de Tarento y el actual Líbano –antigua Fenicia, al ser usado como materia prima para la preparación de la púrpura. La industria de la púrpura existe desde antes del año 1000 A.C. Las ciudades fenicias producían entonces las mejores telas de lana y seda teñida con púrpura, pues el color era consistente e indeleble.

El tinte proviene de una glándula de dos moluscos o caracoles marinos: el Murex brandaris (o cañadilla) y el Murex trunculus (o busano). Dado que el tinte del primero es más oscuro, se solía mezclar con el del segundo para obtener el color deseado. De cada glándula se extraía muy poca cantidad de un líquido amarillento que se oscurecía en contacto con el aire. Se necesitaban las glándulas de unos 60.000 moluscos para obtener una libra de tinte, por lo que su precio era exorbitante. El tinte se hervía durante dos semanas en cacerolas de estaño o plomo, pues las de hierro lo desteñian. Hubo un tiempo en que todos los patricios de Roma lucían en su toga una banda de tela teñida con púrpura, pero al poco este privilegio pasó a ser exclusivo de los senadores y, por último, solo el emperador podía lucir este color. De ahí que se le llame púrpura real.
La industria del teñido de púrpura subsistió hasta el año 1000, pero se perdió por el increíble coste que representaba. Los tintes a base de anilinas, más baratos e indelebles, aseguran que esta industria jamás volverá a resurgir.

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