sábado, 9 de febrero de 2008

MITOS DE LAS CIUDADES ANDALUZAS. LA RENOVACION DE LOS CENTROS HISTORICOS.

Son unos inmovilistas, reaccionarios y cavernícolas. Con estos y otros adjetivos al uso se califica a muchas Asociaciones Protectoras del Patrimonio Local por la propaganda oficial. Y los que lo hacen son intelectuales, profesionales y gobernantes municipales cuya anterior generación fue pionera en las ideas de conservación y protección integral del patrimonio de los centros históricos, frente a los desmanes del capitalismo desarrollista, y su destructiva voracidad especulativa, que debía ser puesta bajo control.

¿ Qué está sucediendo ?

Vayamos a las raíces de estos cambios de ideología. Numerosos intelectuales, profesionales y gobernantes municipales de las décadas 60-80, sea de la ideología que fuesen, encontraron un punto común de consenso y concordia en la protección y conservación integral de la ciudad histórica. Independientemente de que idolatraran a pensadores y políticos conservadores, liberales, socialistas, comunistas o anarquistas.

Su educación estuvo influida por las lecturas de los clásicos. Literatos y filósofos grecorromanos como Homero y Aristóteles. Literatos del Siglo de Oro que iban desde San Juan de la Cruz a Baltasar Gracián. Tenían como libros de cabecera la Biblia, El Quijote, o El Capital. La mayoría de ellos veneraba la civilización occidental y mediterránea creada por sus antepasados, y, cuando menos, respetaba la religiosidad oficial y popular.

Desde finales de los ochenta la educación clásica ha ido siendo expulsada de escuelas y universidades en aras del utilitarismo y la especialización práctica en un sinfín de tecnologías contemporáneas. Los profesionales que hicieron posible nuestras ciudades históricas (artistas, arquitectos, aparejadores e ingenieros) ya casi no tienen como guía y complemento de su educación a la formación humanística de antaño. Aquella que iba unida a la consideración de la ciudad histórica como un patrimonio y un paisaje urbano sagrado, que debía ser protegido y conservado a toda costa.

La cultura comunicacional y globalizadora en que ahora se educan los profesionales del urbanismo es eminentemente especializada y práctica. Se alimenta más de las tecnologías que del humanismo. Se inspira en los avances técnicos aportados por profesionales especializados actuales, y en las modas arquitectónicas y estéticas urbanas que imperan en la televisión e INTERNET. Esta cultura postmoderna ha ido dejando un papel residual a la influencia del saber y las técnicas tradicionales de hacer ciudad, en favor de las refinadas tecnologías contemporáneas. Otras características son el desprecio al libro antiguo y erudito, y a la tertulia y el debate local entre intelectuales de diferentes profesiones e ideologías.

La ideología relativista sustenta esta cultura urbanística contemporánea. Considera que vale tanto una cultura local como una cultura importada. Y que vale mucho más una tecnología vanguardista o un avance científico reciente que el bagaje cultural heredado.
Así, se está reduciendo a valor cero la importancia de los saberes y las técnicas de hacer ciudad, atesoradas lentamente por las diferentes etapas de la civilización occidental. Precisamente, los que hicieron posible una joya tan singular como el centro histórico de Sevilla capital. Para la actual ideología urbanística todo es relativo cuando se habla de la imagen urbana del centro histórico sevillano. No hay referentes ni referencias seguras. Los contenidos aportados por las civilizaciones pasadas están dejando se ser el valor dominante, tanto en cuanto a usos y costumbres, como en las artes y la estética o el gusto. Se está olvidando la influencia de la arquitectura grecolatina en la vivienda popular, la originalidad de aquellos patios y jardines de inspiración arábigoandalusí, y la idiosincracia de las plazas de arquitectura barroca, dieciochesca, romántica o modernista.

Sin embargo, la ideología urbanística postmoderna de los gobernantes municipales de la Sevilla de principios del siglo veintiuno no es tan relativista y aséptica como aparenta. Se presenta como niveladora y democrática, la única que permite a los autores de sus proyectos una creatividad expresiva desconocida anteriormente, en tanto que es laica, y su estética es funcional, utilitaria y rabiosamente moderna y contemporánea. Aunque, en nombre de la tolerancia antes señalada, se muestra extraordinariamente intolerante con los que defienden los valores estéticos del urbanismo tradicional. Forma parte de esta ideología un deslumbrante ruido mediático para que parezca que todo el mundo participa y está informado en estos proyectos urbanísticos vanguardistas. Se realizan concursos públicos de ideas, se eligen a los artistas y profesionales más afamados y originales, se montan exposiciones para que los vecinos conozcan previamente las obras a ejecutar, y se hacen claramente visibles sus resultados mediante composiciones audiovisuales en tres dimensiones que demuestran siempre su carácter paradisiaco. Los proyectos no se levantan a golpe de decreto como se hacía antiguamente. Sin embargo, no son proyectos urbanísticos ideados y diseñados por los vecinos, ni siquiera por los profesionales locales. Un selecto y minoritario grupo de artistas, profesionales e intelectuales postmodernos repartidos por todo el Mundo acapara y se beneficia de estos proyectos que mejorarán la faz de la Sevilla histórica.

Otro de los valores fundamentalistas que abandera esta ideología del urbanismo oficial postmoderno es que se dotará a Sevilla de una imagen laica y popular, expresiva de las libres preferencias individuales de todos los ciudadanos. Con esta excusa se está arrinconando la imagen urbana de la ciudad que se entiende está contaminada por las costumbres y usos tradicionales y, especialmente, por su expresión más dificilmente cambiante: su vida religiosa católica. Se parte con la desventaja de que la mayoría de las plazas y espacios libres se levantaron teniendo alguna iglesia o parroquia como hito y referencia visual predominante. Pero la transformación radical de su entorno y de los espacios libres que las rodean puede hacer que el ciudadano ya casi ni se fije en ellas.

Los nuevos proyectos urbanísticos (edificatorios, de espacios públicos, de infraestructuras de movilidad o de mobiliario urbano) chirrían frecuentemente, o deterioran irreversiblemente, la imagen urbana tradicional de la ciudad de Sevilla. Sin embargo, los gobernantes municipales no se dan por aludidos.

No se identifican con los especuladores inmobiliarios de la época franquista que tanto destrozos hicieron. Se consideran un equipo de gestores serio y responsable que se preocupa por promover lo más útil y beneficioso para generar riqueza y aumentar la calidad de vida de la ciudad de Sevilla. Su objetivo primordial es que Sevilla sea lo más competitiva posible en cuanto a turismo, comercio y creación cultural frente a otras grandes urbes de los países ricos y desarrollados de Europa y Norteamérica como, por poner dos ejemplos, Londres o Amsterdam. Quizás por eso se parezcan tanto entre sí los proyectos urbanísticos vanguardistas que se eligen para modernizar ciudades tan alejadas.

Esta premisa filosófica es el punto de partida que justifica que se implanten usos urbanos innovadores (gigantescos y amorfos centros comerciales, plazas y edificios públicos de formas abstractas) y mobiliarios urbanos de diseño vanguardista (farolas lápices, bancos como sacados de un hipermercado del mueble, etc.). La alteración que sufre la imagen tradicional de la ciudad histórica como consecuencia de la invasión de estos nuevos usos y mobiliarios postmodernos es considerada por los gobernantes municipales como un asunto secundario, que sólo encrespa a los reaccionarios de toda la vida. Según publicitan, el casco antiguo sevillano va a ser, por fin, un espacio urbano innovador, dotado de los usos, infraestructuras y tecnologías más modernos y sofisticados. Los únicos capaces de mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos. Y para ello, bien vale sacrificar algo de la ciudad-museo, anquilosada en el tiempo y anclada al pasado. Durante siglos, según ellos, Sevilla fue un espacio desigual, donde los aristócratas, los terratenientes y sus cómplices de la Iglesia impusieron sus gustos arquitectónicos, y crearon un espacio simbólico sesgado estéticamente por una minoría de privilegiados. En suma, la ideología urbanística postmoderna de los gobernantes municipales tiene algo de mesiánico. Son los elegidos para mejorar y modernizar hasta límites insospechados –y en pocos años- la arquitectura y la estética de la ciudad histórica alzada lentamente durante siglos.

Sueño del año 2055. “Tres millones de visitantes acuden anualmente a visitar los dos grandiosos monumentos que aún quedan en Sevilla, el Alcázar y la Giralda-Catedral, y también recorren un Museo de Artes y Costumbres populares que muestra cómo fue la Ciudad Antigua. Después se desparraman por más de un millar de modernas tiendas que ocupan los alrededores. Las grandes franquicias comerciales mundiales y nacionales tienen auténticas catedrales del consumo. Se han adueñado y restaurado varios cientos de casas antiguas - las mayores y de más bella arquitectura - y una amplia colección de iglesias y parroquias. Las han vaciado y transformado por dentro en locales con la estética neoyorkina más vanguardista y sorprendente. El resto son edificaciones de arquitectura moderna. Quedan también una docena de plazas públicas con un ambiente cosmopolita. En ellas se congregan a beber y charlar las tribus urbanas : Los hinchas de los equipos deportivos rivales de la Barbarie y la Sinrazón. Los fans de la música y danza electrónica. Los malabaristas que calzan patines y bicicletas automáticas. Los amantes de los robots domésticos. Los aficionados a concursos de videojuegos y juegos de rol. Incluso, los románticos rastreadores de restos antiguos y sagrados…Una señora nonagenaria sube por su sempiterna Cuesta del Rosario. Es de noche pero no tiene miedo. Los accesos al Centro Histórico han sido blindados. Cada calle es observada las 24 horas por múltiples cámaras de videovigilancia. Se encuentran conectadas con un dispositivo especial de la Policía Local ubicado en el edificio del antiguo consistorio. Las autoridades municipales se han trasladado a un deslumbrante rascacielos de la periferia. Desde sus celestiales alturas observan mejor lo que acontece diariamente en la gran ciudad.”

3 comentarios:

Pepe dijo...

Vaya, Charles: de nuevo tocas fibras sensibles; de nuevo nos haces sentir cómplices culpables de una actitud poco respetuosa con nuestro entorno, poco agradecida con el espacio que nos acogió un día y participó activamente en la definición de nuestra personalidad. No te lo reprocho, al contrario: todos deberíamos penar por aquellos actos de destrucción que nos tocó permitir. Pero te propongo una reflexión: la capacidad destructiva está presente en todo y cada uno de los seres humanos. Destruir es fácil y nos hace a todos iguales. Y aunque existe una forma de construir que no es otra cosa que destrucción y que también es fácil de llevar a cabo, la verdadera construcción, la creación de algo "que hacía falta de verdad", no es nada frecuente y, normalmente, no se valora como tal. Crear exige un compromiso con uno mismo y el mundo que le rodea, algo muy poco frecuente entre los constructores que actualmente moldean nuestras vidas y nuestras ciudades.

ralero dijo...

Creo que ese sueño tuyo -pesadilla de corte orwelliano más bien- ya se está haciendo realidad. El diseño del mundo, no sólo las ciudades, está en manos de la ingeniería capitalista, esa a la que le interesa hacer tabla rasa para borrar las raices de todo lo vivo y crear aberrantes jardines venales de lo artificial.

Abrazos.

Leo dijo...

Estoy de acuerdo en mucho de lo que dices.
Es una pena que habiendo arquitectos sevillanos muy competentes y cualificados para interpretar innovación y tradición no se les pida consejo o colaboración a la hora de abordar nuevos proyectos.
Lo que no entiendo es el uso despectivo del adejetivo "laico". Las obras públicas no pueden ser más que laicas, ¿o queremos que el Ayuntamiento se dedique a edificar iglesias y mezquitas?