miércoles, 20 de febrero de 2008

MITOS DE LAS CIUDADES ANDALUZAS DEL SIGLO XXI. EL MOBILIARIO URBANO. INTRODUCCION

Las principales avenidas y calles que rodean los centros históricos andaluces, y sus plazas y calles más singulares, se están viendo gravemente afectados por el virus del mobiliario postmoderno.

Los edificios de mayor valor histórico-artístico y la vivienda, tanto la culta como la popular, se encuentran sitiados o contaminados por la inoculación de este virus, que llega a unas cantidades difícilmente imaginables en siglos anteriores.

Y si no, sitúense en cualquier calle o plaza emblemática de éstos y observen a su alrededor:

Bajen su mirada al suelo y lo verán cubierto por pavimentos desarbolados, que se han tragado la tierra, el albero, los adoquines, y el arbolado tradicional. La fría textura de estos pavimentos -de hormigón y granito- evoca los desiertos amarillos del Kalahari o los de tonos grises de Mongolia, y está desnaturalizando el solar habitual donde surgió la ciudad histórica andaluza. Sólo los tecnoparques de juegos infantiles y ejercicios para mayores - con sus chillones colores y sus higiénicas y seguras cubiertas de caucho - prosperan en estos parajes, a la manera de oasis de vida comunitaria.

A estos pavimentos los acompaña - a la altura de nuestros ojos- un laberinto de señales y anuncios . Pasear por la ciudad histórica es un ejercicio cada vez más fatigoso por la proliferación de carriles y señales de circulación/ aparcamiento obligado para vehículos, autobuses, motos, bicis, e incluso peatones. A ello se añaden nuevas generaciones de cientos de señales con direcciones turísticas, y postes callejeros de publicidad institucional o con directorios comerciales. Es como si estuviéramos en un parque temático de atracciones.

En las aceras hay contenedores soterrados de basura - a los que sólo se les ve su boca con aspecto de extra terrestre de película -, y papeleras, bancos y farolas de todas las formas, tamaños y estilos artísticos posibles. En las calles comerciales hay un sinfín de letreros luminosos que copan nuestra atención, a la manera de las grandes urbes americanas. Al visitante le queda la duda de en qué ciudad del Mundo se encuentra.

Más hacia arriba es el dominio de la civilización contemporánea; esa que se alimenta espiritualmente de la imagen y la información/comunicación globalizada, con todo el cortejo de infraestructuras eléctricas que la sirven. Lianas de cables aéreos de diferentes épocas y alturas; alarmas luminosas, aires acondicionados y antenas parabólicas. Semiocultos en las azoteas aparecen los terroríficos complejos que transmiten la telefonía móvil, y las espigadas jirafas metálicas que son las antenas con las que podemos ver las cadenas de televisión más recónditas y alejadas del Planeta.

La arquitectura de la ciudad histórica andaluza se ha conservado aceptablemente bien, en tanto que es un reclamo turístico que genera empleo y riqueza. Se invierten grandes cantidades del erario público en restaurar e iluminar ornamentalmente los edificios más prestigiosos y visitados. Se hacen planes y se dictan normas para que no se arruine y deteriore el caserío culto y popular. Sin embargo, se está perdiendo irremisiblemente el “ambiente” o, si se quiere, la “escena” urbana que acompañaba a esta arquitectura.

La apuesta de muchos ayuntamientos por introducir la moda de este mobiliario postmoderno, vanguardista y de diseño, es la forma más sutil y desgarradora de transformar el ambiente primigenio de la ciudad histórica andaluza en algo diferente. En un parque temático para visitas masivas que conserva sólo lo imprescindible: La bella apariencia externa que le otorgan los edificios de mayor valor patrimonial y las fachadas del caserío tradicional, o el interior de sus museos y otras instalaciones turísticas.

Sin embargo, se está perdiendo lo esencial de la ciudad histórica andaluza, una forma de habitación y un modo de vida con personalidad propia, forjado lentamente bajo la influencia de civilizaciones muy diversas que cruzaron en viajes de ida y vuelta el mar Mediterráneo: la romana, la visigoda, la árabe, la cristiana, la renacentista, la borroca o la neoclásica… Esa civilización que se movió a través de un mar común y se gestó bajo un clima similar, hizo que existieran muchas analogías entre las ciudades históricas turcas, griegas, italianas, francesas, marroquíes o españolas.

En definitiva, la irrupción de una forma nueva de amueblar la ciudad histórica está alterando su imagen tradicional y amenaza con destruir su esencia, aun conservando su apariencia.
El mobiliario urbano tradicional sevillano no es tan antiguo como podría parecer. Se ha creado en apenas un siglo, entre 1840 y 1960. En dicho periodo histórico se sientan las bases del denominado canon sevillano de estética urbana, o una manera propia y singular de hacer ciudad.
En las primeras décadas del siglo diecinueve tuvieron destacada influencia las ideas filosóficas de Rosseau, de vuelta a lo rústico y a la naturaleza de las ciudades. Y, también, las ideas afrancesadas de hacer más higiénicas las ciudades recurriendo a multiplicar sus espacios libres (bulevares, plazas y jardines). El mobiliario urbano tradicional de la ciudad de Sevilla debe bastante a esta filosofía. A ella se superponen posteriormente otras inquietudes como la busqueda de la identidad nacional - el destino común de España -, la singularidad de la nación andaluza, y la idiosincracia de Sevilla, la ciudad de la Gracia. Basta mirar el nomenclator de las calles y plazas, y la lista de monumentos y estatuas para darse cuenta del peso que tuvieron dichas inquietudes en la formación de la imagen de la ciudad histórica.
La estética del urbanismo sevillano tradicional es un híbrido de tendencias artísticas muy diversas: la influencia arábigo-andaluza -idealizada a partir de los modelos del Alcazar sevillano, la mezquita cordobesa y la Alhambra granadina-, y el bagaje aportado por los distintos movimientos artísticos que se suceden en la España cristiana (estilos neomudejar, plateresco, renacentista, barroco, neoclásico o romántico).
El resultado es el predominio en la Sevilla histórica del urbanismo regionalista (denominado por sus críticos como estilo ecléctico) entre los citados años de 1840 y 1960. Este urbanismo no se ciñe a la arquitectura, sino que también comprende otras artes como la pintura, el grabado o la escultura. Asimismo, está vinculado a otras artes menores. Al saber hacer de gremios artesanos como los tallistas de piedra, ladrillo y maderas; de los fundidores, broncistas, plateros y cerrajeros artísticos; o de los ceramistas, esmaltadores y azulejeros.
Gran parte de este urbanismo tradicional o regionalista está desapareciendo a marchas frozadas, sustituido por nuevas formas de hacer ciudad, y de amueblarla, alentadas desde las instancias oficiales.
La Sevilla histórica se está convirtiendo en un complejo puzzle de operaciones de remodelación urbana puntuales. Junto a calles y plazas donde permanece el urbanismo tradicional está surgiendo otro urbanismo, una forma diferentes de amueblar la ciudad. Fundamentalmente, mediante operaciones singulares diseñadas por arquitectos postmodernos y de vanguardia, que rompen la homogeneidad visual, estética y espiritual del caserío.
No se trata de si nos gusta éste o aquel elemento del nuevo mobiliario urbano. Es que se está implantando una nueva escena urbana mediante la combinación de todos ellos y la erradicación de los anteriores: nuevos pavimentos, carriles bici, nuevo arbolado y vegetación, nuevos monumentos y esculturas. Y, también, bancos, farolas, pivotes o bolardos, postes urbanos de información y publicidad, ... de diseño vanguardista, que rompen drásticamente con lo anterior, y difícilmente se integran con la arquitectura vernácula.
Y, todo ello, con una alarmante ausencia de orden y control. Sin ordenanzas que establezcan los criterios para proteger y mantener el mobiliario y el paisaje heredado de manera integral. Sin casi ningún tipo de limitación para la implantación de infraestructuras con una estética agresora -desde las torretas de antenas de telefonía móvil y los aires acondicionados, a los aparcamientos de bicicletas y motos, pasando por la señalética o los contenedores de basuras-. Y con una débil y languideciente política de creación de un mobiliario urbano contemporánmeo, pero adaptado o siguiendo el canon de belleza sevillano. Este, en los últimos 30 años, sólo ha dado dos o tres productos sobresalientes, como los quioscos de prensa y la señalización turística de iglesias y parroquias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que le vamos a hacer