lunes, 23 de febrero de 2009

PAISAJES MEDITERRANEOS DE IDA Y VUELTA (18) LOS CRUCEROS POR EL RIO NILO (EGIPTO) EN EL SIGLO XXI.

Tras la mirada de Gustave Flaubert a mediados del siglo XIX y de Pierre Loti en el año 1907, cerramos esta miscelánea de viajes por Egipto a través del río Nilo con un reportaje de actualidad.

Para ello resumimos un reportaje realizado por el periodista FERNANDO MUGICA (Suplemento Viajes. Periódico el Mundo. Número 20. Mes de Mayo del año 2003):

Hay cuatrocientos hoteles flotantes que recorren anualmente el río Nilo desde El Cairo hasta Asuán. Estos barcos flotantes son silenciosos y apenas se nota su movimiento. Desde los camarotes se ven pasar las orillas que desfilan repletas de juncos y palmerales, pequeñas casas de adobe adornadas con colores chillones, arenales inmaculados o localidades llenas de bullicio. El techo de las noches, en la cubierta de popa, se puebla de estrellas y en el aire se siente un aroma tibio que invita al romanticismo.

La jornada para los turistas empieza muy temprano. No obstante, el hall ya está abierto, En él pueden proveerse de libros y publicaciones con imágenes y planos de la zona a visitar ese día y todo tipo de bronceadores y lociones antimosquitos.

A las cinco o las seis de de la mañana se visitan los templos faraónicos antes de que el calor del mediodía se vuelva insoportable. Un autobús te conduce a las pirámides y ciudades históricas. Las cámaras de vídeo y fotos comienzan a echar humo. En los lugares de afluencia masiva de visitantes hay guardias jóvenes vestidos de paisano entremezclados con los turistas que guardan sus pequeños, pero eficaces fusiles de asalto debajo de sus americanas, por la amenaza del integrismo islámico.

En los tenderetes a lo largo de todo el trayecto los vendedores conocen muy bien las necesidades de los turistas. Hay gorros de todos los tipos y pañuelos blancos, y más refrescos y botellas de agua fría y tabaco y collares y mecheros y rollos de película y más collares y chilabas, postales y papiros falsos, hechos con hojas de plátano e impresos en serie, y ¡todo a un euro!
Al mediodía o por la tarde, los turistas toman el sol y disfruta del silencio, tumbados en hamacas en la cubierta del barco. En una mesita baja, muy cerca, hay vasos sumergidos en un recipiente de hielo junto a botellines grandes de la cerveza local. A menos de dos metros una piscina con el agua fresca y limpia.
Cuando vuelven a sus habitaciones disfrutan de la luz y del paisaje, ya que da al exterior una inmensa ventana de cristal polarizado. Desde los butacones se puede contemplar todo el trayecto, después de haber ajustado la temperatura ambiente del aire acondicionado, degustando los refrescos y alcohol de la nevera particular. Después de la siesta todos repasan las compras del día y hacen cálculos de los regalos que faltan. Es imposible ir a Egipto y no volver cargado hasta los topes.Por la noche, la sala de fiestas está preparada para recibir a grupos de músicos locales, cuyos tambores y timbales competirán intermitentemente con la música disco
Algunos días salta la sorpresa y los guías organizan excursiones en falúa, esas barcas características y primitivas, con una gran vela puntiaguda. Es otra forma de ver el Nilo, introduciéndose por canales estrechos y apacibles, entre juncos y remansos. En un punto concreto el guía nos invitan a darnos un baño. Para sorpresa el agua está fría y produce un contraste formidable con el calor que desprenden los arenales cercanos. Para el regreso hacia el barco nos han preparado una pequeña aventura. Hay que hacer una travesía en camello en la que se recorren paisajes que bien pudieran haber servido como exteriores en la película Lawrence de Arabia.
El último día el grupo de turistas se dirige alegremente hacia el aeropuerto, con las alfombras, tambores, papiros, collares, chilabas, y todo tipo de avalorios. Tienen los rostros morenos, exhiben tatuajes atrevidos y conservan un brillo especial en los ojos.”

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