lunes, 8 de diciembre de 2008

PAISAJES MEDITERRANEOS DE IDA Y VUELTA (4). LA VISION DE JULIAN MARIAS (1956) SOBRE LAS PEQUEÑAS CIUDADES

Allá por los años cincuenta del siglo veinte, el filósofo y ensayista Julián Marías pasó varias temporadas en Estados Unidos. Durante su estancia en la ya por entonces gran ciudad de Los Ángeles vislumbró el agudo contraste existente entre la típica ciudad mediterránea pequeña y compacta y lo que había de venir en el futuro, el modelo de ciudad extensa, dispersa y segregada norteamericano, dependiente del automóvil.

Para Julián Marías, la civilización urbana gestada en torno al mar común o central tenía muchas similitudes de Oeste a Este y de Norte a Sur, indiferentemente de las fronteras políticas de los países.
Un rasgo fundamental era que se trataba de ciudades abarcables y convivenciales:
"La ciudad compacta mediterránea fue milenariamente una ciudad abarcable, donde en una pequeña extensión estaba todo: La Plaza Mayor con la Parroquia y el Ayuntamiento, el mercado de abastos, el teatro, los cines, los amigos,..."
Este tamaño ni excesivamente grande ni demasiado pequeño, y su trama urbana compacta, en que no había que recorrer largas distancias para tener al alcance todo lo necesario, hizo que las ciudades mediterráneas fueran, junto a su benigno clima, espacios que ofrecían lo que no tenían los campos circundantes: Lugares ideales para estar en la calle, pasear e ir a sitios relativamente próximos donde se encontraba de todo y donde estaba todo el mundo. Así nos lo describe este autor:
"La ciudad compacta mediterránea fue, antes que otra cosa, un espacio de convivencia, presencia, compañía y conversación, todas estaban llenas de una red de bulevares, paseos, plazas y plazuelas donde se podían llevar a cabo estas actividades. En estos espacios al aire libre se veía a cualquier hora del día a la gente murmurar, declamar, admirar, desdeñar, envidiar, comprar y vender... Además de estos espacios públicos había otros espacios cerrados donde la convivencia y la tertulia sin prisas eran frecuentes y cotidianas, como las iglesias, los jardines municipales, los casinos, los bares y tabernas, los mercados o las tiendas de barrio,..."
Frente a este modelo ya existía, aún en sus albores, el modelo de ciudad dispersa y segragada en sus funciones, que el autor denomina ciudad tipo parque norteamericano, y que ha ido imponiéndose en Andalucía en décadas posteriores bajo la denominación de urbanizaci´´on residencial de viviendas unifamiliares y adosados. Así describe Julián Marías a la ciudad de Los Ángeles:
"Es una zona residencial que se extiende millas y millas a la redonda, donde no hay centro urbano alguno importante, sino enormes centros comerciales en las afueras a donde se llega en automóvil, que se estaciona en aparcamientos tan grandes como dichos centros...las calles y plazas, cuando existen, están normalmente vacías, nadie pasea por ellas... En las calles de cada barrio o urbanización no hay más que viviendas unifamiliares, cerradas en sí mismas, millones de minúsculas islas de vida privada, sin apenas relaciones de vecindad. Millones de unidades domésticas aisladas, incomunicantes, solitarias... en cuyas calles sólo transitan personas que acaban de dejar el volante... Y, no obstante, el aspecto y el interior de las casas es sumamente agradable. Las casas parecen escenarios teatrales o como casas de juguete, con sus pequeños jardines y todo. En su interior hay el máximo confort. De ellas se sale en coche para trabajar o ir a alguna actividad formativa o de ocio... pero al atardecer casi todas las familias sólo poseen para compartir sus soledades la magia de la televisión. Se hace girar un botón y aparece un rostro humano, un rostro que nos mira, nos habla, ría y canta, corre aventuras,...¡La compañía¡ Es el mundo perdido que vuelve a nosotros... Las enormes ciudades americanas son gigantescas aglomeraciones de soledades juntas"

3 comentarios:

Pepe dijo...

Julián Marías, al igual que tú, tenía una visión clara de la realidad. En cualquier caso me pregunto ¿qué ha cambiado en la historia, en los valores sociales, para que el modelo de vida americano -por otra parte, el de mayor renta- se imponga de forma tan evidente sobre otros modos como el mediterráneo? Personalmente pienso que tiene que ver con la dominación del medio por el hombre: mientras exista cierta determinación por parte del espacio que le rodea, las sociedades funcionan y se distribuyen de forma orgánica. Cuando se superan los determinismos, las sociedades empiezan a adoptar formas lógicas, relacionadas con la línea recta y la soledad.

ralero dijo...

El diseño urbano no es algo inocente -ya lo sabes, Carlos-, sino que depende de las estructuras de poder. Y al poder no le interesa que la sociedad -que se forma a partir de la interrelación y convivencia ciudadana- exista, pues así los ciudadanos -ensimismados y aislados- son más fácilmente manejables.

Sobre estos temas, y en relación a la "ciudad" de L.A., como sabes, tiene mucho y muy bueno escrito Mike Davis. En "La ecología del miedo" un librito muy completo y, a la vez, didáctico y fácil de leer, aparecen muchas de las claves del por qué del "urbanismo moderno". En "La ciudad de cuarzo", ya estas tesis alcanzan un desarollo impresionante.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Los que hemos crecido en pequeños pueblos, y despúes hemos pasado algunos años en la ciudad, hemos experimentado el viaje de ida y vuelta. Hemos admirado el anonimato de la vida urbana, donde no conoce ni a los vecinos de tu pasillo o rellano, y hemos ironizado sobre las formas de vida rural, donde los vecinos estaban al tanto de toda tu vida.
Hoy el medio rural ha asumido comportamientos urbano, y añoramos el contacto con el vecino, que te socorria en los momentos de apuro, donde las gentes en verano se sentaba en la puerta,contando historias o comportatiendo sus inquietudes y temores. Pero ya es tarde, la gran ciudad deja caer su ssombra profunda y alargada, y en los pequeños pueblos hasta los zaguanes, espacio que comunicaba la calle con la casa, invitnado al vecino a entrar han desaparecido. Las puertas permanencen hermeticamente cerradas, ha llegado la modernidad.
ROB