sábado, 18 de agosto de 2007

Metamorfosis kafkiana de las plazas y bulevares de las ciudades históricas andaluzas.

La filosofía municipal sobre las plazas y otros espacios públicos en las ciudades históricas andaluzas era radicalmente la opuesta a la actual en el periodo de los primeros ayuntamientos democráticos (1977-1987). El modelo culto de los urbanistas italianos y franceses era el ejemplo a seguir. Había que rehabilitar integralmente la ciudad histórica de cara a su conservación, recuperar antiguos materiales y técnicas constructivas, recrear los ambientes más deteriorados, y frenar el abusivo “desarrollismo” de las décadas franquistas, que tanto daño había hecho al patrimonio.

Transcurridos veinte años desde entonces, el empeño de las autoridades locales andaluzas ha girado 360 grados. Su oscuro objeto de deseo es que sus ciudades históricas se comparen con el resto del Orbe, que sean dinámicas y competitivas cueste lo que cueste, que ofrezcan una imagen atractiva y moderna. Y este empeño se está volviendo tan autodestructivo como la adicción doméstica a la televisión, los videojuegos y los ordenadores.

Se ha puesto de moda el diseño duro y funcional de las plazas y bulevares de los centros andaluces. Están siendo pavimentadas casi enteramente de losas de hormigón y granito. Y esta nueva imagen va acompañada de un mobiliario (farolas, sillas, bancos o papeleras) de traza minimalista y funcional.

Esta renovación urbana está causando un grave impacto visual y paisajístico. Se trata de la invasión de una arquitectura ajena al ambiente heredado. Una arquitectura megapolitana y globalizada, con tres adjetivos dominantes: cómoda, sencilla y funcional. Esta arquitectura amenaza con sustituir al ambiente barroco y pintoresco de las plazas y bulevares andaluces donde primaban el albero y el adoquín; los bancos de mampostería y fundición, ls farolas artísticas, los setos y arriates de plantas, y las arboledas de naranjos y palmeras.

En Sevilla capital, por ejemplo, bajo el slogan postmoderno “La piel sensible” se está metamorfoseando irreversiblemente el ambiente secular de muchos espacios públicos de alto valor simbólico como la Alameda de Hércules, las plazas del Pan y la Pescadería, o la misma Puerta de Jerez, lo que ha sido criticado en tono humorístico, pero certero:

“han convertido a la Alameda en un paseo marítimo modelo Marina Dor; en La Pescadería han plantado un diminuto y absurdo monumento a Clara Campoamor; han disfrazado a la Puerta Jerez de Düsseldorf y a la Plaza Nueva, de Hamburgo… han arrancado los históricos adoquines de Gerena en el Muelle de la Sal, con un derrochón pasillo de madera como de ducha de gimnasio…”

Burgos, Antonio. Diario ABC. 17 de agosto de 2007.

Los materiales tradicionales empleados en plazas, plazuelas y bulevares andaluces, el albero y el adoquín, tenían sus ventajas e inconvenientes.

El albero era incómodo, pues ensuciaba los zapatos y generaba polvo, pero también es verdad que absorbía muy bien los líquidos sin ensuciarse. Durante el verano transpiraba mejor al mediodía que las losas de hormigón, que parecen hornos hirvientes preparados para quemar heréticos y despistados turistas, o agotados ancianos que van al Centro de Salud. El albero recién regado a la caída de la tarde aportaba frescor a las plazas y sus veladores, y amortiguaba las calores estivales. Durante el invierno, se enfangaba lastimosamente con las lluvias intensas, pero rápidamente se secaba y recobraba la normalidad. Las losas de hormigón y granito, en cambio, no absorben las aguas de lluvia, simplemente se inundan y, cuando se secan al sol, se cuartean y fisuran irremediablemente. El albero producía rozaduras cuando los niños y jóvenes jugaban y se caían, pero nada que ver con el duro impacto de caer boca abajo sobre el hormigón o el granito. Ahora el albero se está sustituyendo en los parques infantiles por una fibra sintética que amortigua más los golpes, y parece la moqueta del cuarto de los niños en medio de la calle. Echar una o dos capas de albero cada año permitía mantener incólumes durante generaciones numerosas plazas y espacios públicos andaluces, sin excesivos costes, y si no que se lo digan a las plazas de toros que aún lo conservan.

El adoquín era casi irrompible, quizás, uno de los materiales más resistentes como pavimento urbano, y disimulaba mejor la suciedad. Tenía el serio inconveniente de su maltrato a los neumáticos de vehículos y las llantas de las bicicletas, y, sobre todo, a las espaldas de los tripulantes. En este sentido, siempre ha sido indomable para el tráfico rodado. De hecho, aún se conserva en las calles más recónditas, en los “sancta sanctorum” de los centros históricos andaluces, allí donde sólo se quiere que reine el peatón y que la circulación rodada sea lenta, pacífica y de convivencia.

Las invasoras losas de hormigón que están colonizando el suelo de los centros históricos andaluces dan una imagen de aridez por sus tonos grises y fríos. Pero no es sólo una cuestión estética o la frecuente ausencia de vegetación a su alrededor, es que son materiales que no transpiran y acentúan el efecto “isla de calor” de las ciudades. Además, estos materiales tienen una corta vida. Por un lado, porque se agrietan con el paso de los vehículos y el trasiego masivo de peatones. Por otra parte, porque se empapan fácilmente de líquidos - orines, bebidas que se derraman y otros vertidos -, y en pocos meses presentan manchas imposibles de quitar por las brigadas municipales de limpieza. No obstante, las lisas e interminables losas de hormigón de los renovados espacios públicos de las ciudades históricas andaluzas tienen muchas ventajas para la aspiración de los poderes municipales de ver la “ciudad histórica” convertida en “parque temático” al aire libre y símbolo de desarrollo "sostenible".
Estos pavimentos lisos y funcionales, sin arboledas ni otros obstáculos físicos, permiten la acogida masiva de visitantes y son de fácil tránsito, lo que facilita el turismo masificado, que es el que se asimila en las estadísticas oficiales con el incremento del bienestar y la calidad de vida local. En estas plazas y bulevares hormigonados caben cientos o miles de turistas andando, haciendo fotos, sentados descansando, o tumbados y durmiendo la siesta. Multitud de ciclistas y peatones mirándose de reojo. Músicos y malabaristas callejeros junto a mendigos y vagabundos, pidiendo siempre algo. Colectivos reivindicativos con pancartas, grupos de estudiantes en viajes de fin de curso haciendo de las suyas, e incluso movidas y botellonas nocturnas.

Hablemos del mobiliario de estas plazas, bulevares y avenidas andaluzas. Desde el siglo diecinueve hasta finales del siglo veinte los bancos de fundición fueron predominantes en el mobiliario urbano. Sólo tenían la competencia de los bancos de mampostería y ladrillo, decorados con azulejos y cerámicas. Los primeros eran caros pero sobrios y elegantes, armonizaban con los monumentos y edificios prestigiosos, y tenían una larga vida. Los segundos eran bonitos y decorativos, pero no soportaban las costosas reparaciones que ocasionan el robo de sus piezas y el vandalismo urbano. Un elemento indispensable a ambos era el espaldar. En el banco de la plaza podía uno sentarse, descansar, pasar la mañana, tomar pescado frito con la familia, e incluso dormir la mona por la noche. Causa asombro contemplar la instalación de estrechas y alargadas banquetas de madera sin espaldar en plazas y bulevares de los centros históricos. Parecen como ideadas para que el visitante se siente un rato, no demasiado, hasta que le duela la espalda, y siga luego su recorrido turístico. ¿Alguno de sus diseñadores ha pensado en los ancianos, en las amas de casa y empleadas del hogar que lo necesitan durante horas, como venían haciendo habitualmente? Su imagen es también de alto impacto visual. Pueden conducir a la imaginación a un patio carcelario o al banquillo de un equipo de fútbol, más que a una recoleta y milenaria plaza de una ciudad histórica andaluza. Pero estamos hablando del mejor de los casos. También se está llegando al extremo de urbanizar plazas, plazoletas y bulevares sin asientos de ninguna clase. Las autoridades municipales se aseguran así de que no sean costosas de mantener, al convertirse en lugar de refugio de vagabundos o grupos marginales que causen desperfectos, o que se utilice para celebrar botellonas de efecto nuclear. A cambio, niños que juegan, amas de casa y empeladas del hogar que los vigilan, adultos y ancianos que gustan de estar al aire libre, han de emigrar a otras plazas cercanas donde poder sentarse, si las hay.

Los monumentos son un elemento más de las plazas y bulevares andaluces, a los que vienen acompañando secularmente. De manera consciente o inconsciente se atraviesa una moda secularizadora y de contemporaneidad.

Figuras de la iglesia católica, santos, cristos y vírgenes, patronos y patronas locales, han casi dejado de figurar en el repertorio de los espacios públicos andaluces. Incluso, se ha llegado a prohibir el levantamiento de un monumento a un Papa recientemente fallecido junto a la Catedral hispalense, con la excusa de que no armonizaba con el ambiente. Un monumento a la familia tradicional inaugurado recientemente en Ayamonte ha despertado las iras de transexuales, gays y lesbianas, que se consideraban, una vez más, excluidos de la sociedad por los poderes públicos. El movimiento reivindicativo de la “memoria histórica” republicana y antifranquista ha impulsado que se quiten estatuas de figuras representativas de ese periodo de la historia española, aludiendo la falta de libertades y la represión política en que se movieron los homenajeados, y se alcen monumentos a figuras meritorias y famosas, y otras de rango menor, de esos años oscuros.

Con todo, lo de más rabiosa actualidad es que tengan su monumento todas las figuras del “Mundo del espectáculo” y la “Vanguardia artística” local. Desde cantantes y actores a toreros y deportistas, pasando por novelistas, dramaturgos o pintores. Son los nuevos “Dioses” de la contemporaneidad. En Isla Cristina se ha construido un monumento a una cantante-niña, famosa gracias a la televisión, sin esperar a que tenga una trayectoria artística consolidada, o siquiera cumpla la mayoría de edad. También se está extendiendo la moda de levantar monumentos a figuras emblemáticas del mundo mundial (Mozart, Los Beatles, Harry Potter, Bob Marley, …), para que la ciudad andaluza en cuestión de identifique, o quizás mejor, se publicite, como ciudad de referencia o de vanguardia cultural en materia de música, cine, o bellas artes como la pintura o la escultura.

El monumento también se está haciendo más popular, anónimo y colectivo. Por un lado, están los que encarnan personajes locales típicos (aceituneros, mineros, pescadores, pastores…) que están a veces en trance de desaparición. También, los que glorifican elementos de la naturaleza o del campo (el olivo, la encina, el mar, las olas,…). En tercer lugar, los hay que exaltan los valores de la nueva educación o ética para la ciudadanía (libertad, paz, intolerancia, solidaridad, antirracismo, progreso,…).

La moda del arte abstracto, funcionalista y minimalista también ha llegado a la escultórica de los espacios públicos. Tan es así que algunos monumentos como el de la “Intolerancia” en el muelle de la Sal de Sevilla capital, no se entienden ni por los visitantes, ni por los mismos parroquianos, si no leen el letrero o acuden a una guía turística.

3 comentarios:

ralero dijo...

Bueno, bueno, veo que un jodio spammer ha desembarcado en tu blog. Yo que tu borraría su comentario, no sea que otros tomen ejemplo.

El artículo, como puedes imaginar me parece magnífico, te felicito, y lo suscribo en un 99 por ciento. Sobre el uno por ciento restante, y alguna cuestión de geometría, ya hablaremos, puede que mañana.

Un abrazo.

Ps. Es que muchos de éstos políticos de ahora están locos por apuntarse cualquier tanto del "éxito" ajeno, aunque sea un "éxito" falaz y sin valor alguno.

Anónimo dijo...

Hola
veo que en mi ciudad a pesar de que vivimos en continentes diferentes, Cuenca del Ecuador, se esta reproduciendo este tipo de plazas y parques. JA!!...Y dicen que la colonizacion ya termino, esta es mas grave porque son los nuestros que vienen especializados en las "universidades europeas" para implantar una arquitectura vacia de contenidos en espacios historicos, para ello tienen que arrazar con todos sus valores pues buscan espacios limpios donde poner su firma. Una ciega y torpe manera de abordar al espacio publico en sitios patrimoniales.
OJO Universidades, que tipo de profesionales mediocres estan formando.

Una latinoamericana de corazon

Eric Ducote dijo...

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