domingo, 30 de diciembre de 2007

MItos de las ciudades andaluzas del siglo veintiuno: La accesibilidad

Millones de euros desembarcando en las ciudades andaluzas. No hay alcalde que no aspire a tener su Plan de Movilidad y sus Planes de Accesibilidad. Se multiplican sobre el papel los proyectos de peatonalización, las redes de carriles bici, los costosos metros y tranvías de diseño vanguardista. Pero, usted ciudadano de a pie. ¿Cree que las ciudades andaluzas del siglo veintiuno serán cada vez más accesibles? Pongamos varios ejemplos:

(1) Los barrios y calles más cotizados.

Las grandes ciudades andaluzas están en continua y rápida transformación. Comprar una casa vieja, abandonada o en ruinas, y adaptarla para pequeños apartamentos en algunos de sus barrios más apreciados (conjuntos históricos, arrabales y barrios comerciales secundarios) es uno de los negocios más lucrativos de principios del siglo XXI. Con el “boom” del ladrillo, las sucursales de las inmobiliarias se han posicionado ávidamente en estos barrios a la espera de la menor oportunidad. Tienen oficinas en cada esquina y un nutrido equipo de jóvenes uniformados que, como ojeadores indios rastrean las oportunidades bloque a bloque, casa a casa.

En consecuencia, son cada vez más las calles donde los vecinos de las casas antiguas van emigrando masivamente a otros barrios periféricos tras vender sus viviendas, que no pueden reparar o rehabilitar por falta de ingresos y ahorros. Este proceso puede llevar varias décadas.

No hay un periodo más largo de tres meses, en el que estas cotizadas calles no se hayan visto aderezadas por los típicos andamios que toman posesión de la acera. Durante el tiempo que duran las obras estas calles son auténticas trampas para el viandante. Ciegos vendedores de cupones, madres con bebés, o ancianos con problemas de movilidad, hacen todo lo posible por evitarlas.

En ellas constituye un fenómeno habitual y casi permanente la presencia de varias obras a la vez, con sus correspondientes contenedores y hormigoneras instalados en la vía pública, como si estuvieran en el comedor de su hogar. Sin ningún escrúpulo, las empresas constructoras se adueñan de las aceras (¿por meses, por años?); las vallan y hacen suyas, y fuerzan al peatón a transitar por la calzada, sin ningún tipo de protección. De vez en cuando la Policía Local hace una ronda y las obliga a poner un paso de peatones por dentro de la calzada, que desaparece a los pocos días. Los albañiles “okupas” saben que la siguiente ronda policíaca tardará y siguen haciendo caso omiso de las ordenanzas municipales. La picaresca llega al extremo de que, en determinados “tajos”, se ocupan hasta veinte o treinta metros de bordes de la antigua acera con estas vallas. Sólo se mueven al amanecer y a la caída de la tarde, ya que sirven de aparcamiento gratuito a los vehículos de los obreros.
La presencia de varias obras en edificios en rehabilitación, que se adentran impugnemente en la calzada, es la señal para que avance la ilegalidad. Aprovechando estas incursiones proliferan las hileras de coches y camiones en doble fila. Las velocidades de circulación se ralentizan hasta competir con las de las tortugas moras. Los semáforos contribuyen a que – a su paso por ellas – el tiempo se eternice.
(2) Las calles y plazas dedicadas a la restauración.
Una segunda modalidad de baja accesibilidad en las ciudades andaluzas son las calles y plazas especializadas en bares y establecimientos de restauración al aire libre.
Al mediodía y por la noche (sobre todo desde los viernes a los domingos), la gente se arremolina en las aceras, tomando una cerveza tras otra, bajo la influencia benefactora del “Lorenzo” (el Sol de los andaluces). El aparcamiento en doble o triple fila se hace interminable y convierte la calzada –en ambas direcciones – en un desfiladero de las “Termópilas”. Intentar sacar su coche bien aparcado, usar el carril bici, o que el conductor de autobús pueda usar su estacionamiento o parada, es “misión imposible”, sólo apta para Tom Cruise.
La Policía Local está como de vacaciones durante los fines de semana. Impera la “ciudad sin ley”. La calle tiene una accesibilidad tan baja y una circulación tan lenta, que de resucitar el Santo Job, Dios le encomendaría recorrerla en su vehículo, una y otra vez, como prueba de santidad.
La aglomeración de bebedores sociales tiene otras consecuencias para el vecindario: basuras en las aceras y veladores, ruidos hasta altas horas de la noche. Los ayuntamientos sólo han sido capaces de frenar este fenómeno, cuando desata las iras de los vecinos, mediante la declaración de “áreas saturadas”. Con esta normativa municipal se prohíbe instalar nuevos bares durante uno o más años.
(3) Las calles de acceso a los centros comerciales e históricos.

Los Centros Históricos y los centros comerciales periféricos atraen masivamente el tráfico rodado pero, a la vez, están peatonalizándose por los ayuntamientos, y restringiéndose cada vez más las calles donde se permite el acceso al vehículos privado. En consecuencia, cada vez son menos las principales vías rodadas para acceder a cualquier casco antiguo andaluz.

Estas calles en horas punta (desde las doce del mediodía a las nueve o diez de la noche) son como un desfiladero de las Termópilas para la circulación rodada y peatonal. El viandante teme ser atropellado en cualquier momento dada la estrechez de la acera. La caravana de coches avanza a paso de tortuga hacia el aparcamiento más próximo a las tiendas de turno. Y, además, lo hace entre molestos ruidos de bocinas de los más impacientes.

Otro efecto colateral es la contaminación atmosférica. Decenas o cientos de tubos de escape expulsan continuadamente gases tóxicos que vuelven el aire de la calle tan viciado e insano como el del entorno de una central térmica o una gran fábrica contaminante. Los escasos científicos que han estudiado este fenómeno en algunas de estas calles andaluzas constatan un incremento alarmante de las enfermedades respiratorias de los vecinos de los alrededores.

(4) Las plazas y espacios monumentales.

Una tercera modalidad de baja accesibilidad son las plazas y espacios monumentales. Los conjuntos de plazas con fuentes y estatuas se han convertido frecuentemente en una plaza de aparcamiento, duramente disputada por coches, motos y furgonetas. Mientras, en sus aceras se va produciendo un progresivo hundimiento, que con las décadas podría culminar en gruta. Pocos ciudadanos reconocen estas aceras como un espacio reservado al peatón, y escasos son los que no embisten con su cacharro. ¿Qué solución tienen los Ayuntamientos? Lo ideal sería colocar dentro de la fuente a un policía local, para disuadir a quienes no se inmutan ante los mármoles. Pero en la práctica sólo queda la opción de colocar pivotes alrededor de la acera, para que nadie acabe llevándose las fuentes por delante.

A ello hay que sumar los numerosos obstáculos peatonales que están proliferando. Por un lado, los PUMI (Puntos de Información Municipal). Por otra parte, la pléyade de artistas callejeros y su corrillo de público. Un ciego me contaba hace poco que le resultaba ya imposible ir a sentarse a los bancos de la plaza mayor de su ciudad natal, en medio de tanta confusión.

4 comentarios:

Pepe dijo...

Como siempre, tocas los puntos claves de los temas. Me obligas a preguntarme, ¿en realidad es tan simple el planteamiento de la accesibilidad en nuestras ciudades?, quiero decir, ¿es tan de sentido común? Uno está tan acostumbrado a escuchar discursos profesionales,almibarados, complejos y confusos que acaba por pensar que abordar la explicación de la realidad es empresa tan árdua que acaba por desistir. No sólo me refiero a la accesibilidad, sino a la realidad que nos rodea en general. En civilización tan alienante como la que nos toca vivir, reflexiones como las tuyas nos anima a confiar en nuestros propios criterios.

Anónimo dijo...

Gracias por leerme. Un abrazo de Amancio Prada que está cantándome un poema.

Anónimo dijo...

Sorprendente síntesis de una realidad que a todos pasa desapercibida. Será que la adaptación al medio nos hace aguantar situaciones tan horribles como tardar 2 horas en aparcar en Sevilla. ¿Por qué en el Reino Unido no se ve ni un coche aparcado en las calles? En el siglo XXI tambien hay problemas que atajar para que los ciudadanos alcancemos una buena calidad de vida.

Anónimo dijo...

Pequeño saltamontes debe intentar atrapar la piedra de la sostenibilidad urbana. Gracias por tu comentario