miércoles, 20 de febrero de 2008

MITOS DE LAS CIUDADES ANDALUZAS DEL SIGLO XXI. EL MOBILIARIO URBANO. INTRODUCCION

Las principales avenidas y calles que rodean los centros históricos andaluces, y sus plazas y calles más singulares, se están viendo gravemente afectados por el virus del mobiliario postmoderno.

Los edificios de mayor valor histórico-artístico y la vivienda, tanto la culta como la popular, se encuentran sitiados o contaminados por la inoculación de este virus, que llega a unas cantidades difícilmente imaginables en siglos anteriores.

Y si no, sitúense en cualquier calle o plaza emblemática de éstos y observen a su alrededor:

Bajen su mirada al suelo y lo verán cubierto por pavimentos desarbolados, que se han tragado la tierra, el albero, los adoquines, y el arbolado tradicional. La fría textura de estos pavimentos -de hormigón y granito- evoca los desiertos amarillos del Kalahari o los de tonos grises de Mongolia, y está desnaturalizando el solar habitual donde surgió la ciudad histórica andaluza. Sólo los tecnoparques de juegos infantiles y ejercicios para mayores - con sus chillones colores y sus higiénicas y seguras cubiertas de caucho - prosperan en estos parajes, a la manera de oasis de vida comunitaria.

A estos pavimentos los acompaña - a la altura de nuestros ojos- un laberinto de señales y anuncios . Pasear por la ciudad histórica es un ejercicio cada vez más fatigoso por la proliferación de carriles y señales de circulación/ aparcamiento obligado para vehículos, autobuses, motos, bicis, e incluso peatones. A ello se añaden nuevas generaciones de cientos de señales con direcciones turísticas, y postes callejeros de publicidad institucional o con directorios comerciales. Es como si estuviéramos en un parque temático de atracciones.

En las aceras hay contenedores soterrados de basura - a los que sólo se les ve su boca con aspecto de extra terrestre de película -, y papeleras, bancos y farolas de todas las formas, tamaños y estilos artísticos posibles. En las calles comerciales hay un sinfín de letreros luminosos que copan nuestra atención, a la manera de las grandes urbes americanas. Al visitante le queda la duda de en qué ciudad del Mundo se encuentra.

Más hacia arriba es el dominio de la civilización contemporánea; esa que se alimenta espiritualmente de la imagen y la información/comunicación globalizada, con todo el cortejo de infraestructuras eléctricas que la sirven. Lianas de cables aéreos de diferentes épocas y alturas; alarmas luminosas, aires acondicionados y antenas parabólicas. Semiocultos en las azoteas aparecen los terroríficos complejos que transmiten la telefonía móvil, y las espigadas jirafas metálicas que son las antenas con las que podemos ver las cadenas de televisión más recónditas y alejadas del Planeta.

La arquitectura de la ciudad histórica andaluza se ha conservado aceptablemente bien, en tanto que es un reclamo turístico que genera empleo y riqueza. Se invierten grandes cantidades del erario público en restaurar e iluminar ornamentalmente los edificios más prestigiosos y visitados. Se hacen planes y se dictan normas para que no se arruine y deteriore el caserío culto y popular. Sin embargo, se está perdiendo irremisiblemente el “ambiente” o, si se quiere, la “escena” urbana que acompañaba a esta arquitectura.

La apuesta de muchos ayuntamientos por introducir la moda de este mobiliario postmoderno, vanguardista y de diseño, es la forma más sutil y desgarradora de transformar el ambiente primigenio de la ciudad histórica andaluza en algo diferente. En un parque temático para visitas masivas que conserva sólo lo imprescindible: La bella apariencia externa que le otorgan los edificios de mayor valor patrimonial y las fachadas del caserío tradicional, o el interior de sus museos y otras instalaciones turísticas.

Sin embargo, se está perdiendo lo esencial de la ciudad histórica andaluza, una forma de habitación y un modo de vida con personalidad propia, forjado lentamente bajo la influencia de civilizaciones muy diversas que cruzaron en viajes de ida y vuelta el mar Mediterráneo: la romana, la visigoda, la árabe, la cristiana, la renacentista, la borroca o la neoclásica… Esa civilización que se movió a través de un mar común y se gestó bajo un clima similar, hizo que existieran muchas analogías entre las ciudades históricas turcas, griegas, italianas, francesas, marroquíes o españolas.

En definitiva, la irrupción de una forma nueva de amueblar la ciudad histórica está alterando su imagen tradicional y amenaza con destruir su esencia, aun conservando su apariencia.
El mobiliario urbano tradicional sevillano no es tan antiguo como podría parecer. Se ha creado en apenas un siglo, entre 1840 y 1960. En dicho periodo histórico se sientan las bases del denominado canon sevillano de estética urbana, o una manera propia y singular de hacer ciudad.
En las primeras décadas del siglo diecinueve tuvieron destacada influencia las ideas filosóficas de Rosseau, de vuelta a lo rústico y a la naturaleza de las ciudades. Y, también, las ideas afrancesadas de hacer más higiénicas las ciudades recurriendo a multiplicar sus espacios libres (bulevares, plazas y jardines). El mobiliario urbano tradicional de la ciudad de Sevilla debe bastante a esta filosofía. A ella se superponen posteriormente otras inquietudes como la busqueda de la identidad nacional - el destino común de España -, la singularidad de la nación andaluza, y la idiosincracia de Sevilla, la ciudad de la Gracia. Basta mirar el nomenclator de las calles y plazas, y la lista de monumentos y estatuas para darse cuenta del peso que tuvieron dichas inquietudes en la formación de la imagen de la ciudad histórica.
La estética del urbanismo sevillano tradicional es un híbrido de tendencias artísticas muy diversas: la influencia arábigo-andaluza -idealizada a partir de los modelos del Alcazar sevillano, la mezquita cordobesa y la Alhambra granadina-, y el bagaje aportado por los distintos movimientos artísticos que se suceden en la España cristiana (estilos neomudejar, plateresco, renacentista, barroco, neoclásico o romántico).
El resultado es el predominio en la Sevilla histórica del urbanismo regionalista (denominado por sus críticos como estilo ecléctico) entre los citados años de 1840 y 1960. Este urbanismo no se ciñe a la arquitectura, sino que también comprende otras artes como la pintura, el grabado o la escultura. Asimismo, está vinculado a otras artes menores. Al saber hacer de gremios artesanos como los tallistas de piedra, ladrillo y maderas; de los fundidores, broncistas, plateros y cerrajeros artísticos; o de los ceramistas, esmaltadores y azulejeros.
Gran parte de este urbanismo tradicional o regionalista está desapareciendo a marchas frozadas, sustituido por nuevas formas de hacer ciudad, y de amueblarla, alentadas desde las instancias oficiales.
La Sevilla histórica se está convirtiendo en un complejo puzzle de operaciones de remodelación urbana puntuales. Junto a calles y plazas donde permanece el urbanismo tradicional está surgiendo otro urbanismo, una forma diferentes de amueblar la ciudad. Fundamentalmente, mediante operaciones singulares diseñadas por arquitectos postmodernos y de vanguardia, que rompen la homogeneidad visual, estética y espiritual del caserío.
No se trata de si nos gusta éste o aquel elemento del nuevo mobiliario urbano. Es que se está implantando una nueva escena urbana mediante la combinación de todos ellos y la erradicación de los anteriores: nuevos pavimentos, carriles bici, nuevo arbolado y vegetación, nuevos monumentos y esculturas. Y, también, bancos, farolas, pivotes o bolardos, postes urbanos de información y publicidad, ... de diseño vanguardista, que rompen drásticamente con lo anterior, y difícilmente se integran con la arquitectura vernácula.
Y, todo ello, con una alarmante ausencia de orden y control. Sin ordenanzas que establezcan los criterios para proteger y mantener el mobiliario y el paisaje heredado de manera integral. Sin casi ningún tipo de limitación para la implantación de infraestructuras con una estética agresora -desde las torretas de antenas de telefonía móvil y los aires acondicionados, a los aparcamientos de bicicletas y motos, pasando por la señalética o los contenedores de basuras-. Y con una débil y languideciente política de creación de un mobiliario urbano contemporánmeo, pero adaptado o siguiendo el canon de belleza sevillano. Este, en los últimos 30 años, sólo ha dado dos o tres productos sobresalientes, como los quioscos de prensa y la señalización turística de iglesias y parroquias.

jueves, 14 de febrero de 2008

LAS SELVAS ARTIFICIALES DE LA COSTA DEL SOL. EL PARQUE ZOOLOGICO DE FUENGIROLA.

La Costa del Sol de Málaga cuenta con una quincena de parques de animales a principios del siglo veintiuno, la mitad de los existentes en Andalucía. Estos son una prueba evidente del peso alcanzado por la civilización del ocio y el entretenimiento, similar a otras grandes áreas turísticas del Mundo. Pero también, de una amplia tipología de instalaciones para exhibir animales, desde aquéllas que simplemente los encierran en jaulas o los usan indiscriminadamente para espectáculos, a las más modernas, que son pequeñas isla de naturaleza, dedicadas – junto a las funciones de ocio y educativas - en el denominado “imperio de ladrillo”, destinadas a la conservación y cría en cautividad de especies animales amenazadas.

Como hemos expresado más arriba, su tipología es cada vez más diversa; desde parques zoológicos ejemplares como los de Fuengirola y el Molino del Inca de Torremolinos, a los acuarios como Selwo Marina o Sea World Life, pasando por parques safaris como Selwo Aventura (Estepona) y espacios temáticos como Lobos Park (Antequera) o Cocodrilos Park.

Detengámonos en el parque zoológico de Fuengirola. Con 1.400 animales de más de 150 especies, es el refugio de unas 30 especies de animales de los que apenas quedan varios cientos o miles de ejemplares en todo el mundo. Especies que están seriamente amenazadas por culpa de la desaparición de sus hábitats naturales. Aquí han encontrado un lugar perfecto para poder vivir en familia ajenos a los peligros que acechan a su especie en el exterior.

Nada más entrar en el recinto se entra en la atmósfera del bosque tropical malgache (o de la Isla de Madagascar).
Un milenario baobab sorprende al visitante. Es un espectacular árbol africano de 26 metros de altura y 50 de perímetro. Acoge en sus entrañas a los sitatungas - unos estilizados antílopes acuáticos que utilizan sus raíces como dormideros -, y bajo su copa se mueven los dóciles primates llamados lemures – con colas en forma de anillo- que se acercan sin pudor al público, las tortugas y los flamencos rosa.
Una vez realizado el recorrido por Madagascar, el visitante accede hasta la recreación de un río de la selva del África Ecuatorial, donde se aprecian sus diferentes ecosistemas de abajo hacia arriba.
Aquí conviven numerosos tipos de aves (algunas bastantes raras) como los patos silvadores, las gallinas pintadas o de Guinea, los flamencos enanos, los ibis sagrados, los pelícanos, las grullas coronadas y las cigüeñas del Senegal. Y junto a ellas, los hipopótamos pigmeos y los cocodrilos del Nilo. Estos animales pueden pasar de los cinco metros de longitud y son unos depredadores insaciables. El público puede verlos de cerca a través de un cristal que no evita un cierto miedo o desde una zona superior sin ninguna barrera.
Bajo la protección de la penumbra del bosque ecuatorial residen otras criaturas fascinantes como los puercoespines –que erizan sus púas cuando intuyen el peligro de las aves más grandes-, una pareja de duiker azul - un antílope del tamaño de un conejo -, potamoqueros - parecidos a jabalíes -, mangostas, leopardos, leones y elefantes. Finalmente, en lo alto de la enramada aparecen revoltosos chimpacés, junto con los cada vez más escasos gorilas y los chillones y coloristas mandriles.
Otro sector del zoológico reproduce la que se denomina “selva escondida” del Sudeste asiático. Se ha recreado en torno a la reproducción monumental del impresionante templo indomalayo de Angkor y de unas minas abandonadas, que está rodeada por cascadas, ríos, rocas y selvas.

Desde las ruinas una cascada lleva al visitante hasta un pequeño río, donde viven criaturas como los cormoranes, las nutrias de uñas cortas, el pez arquero o el saltarín del fango - un pez que puede vivir varias horas fuera del agua -. En los sotos próximos conviven el tapir malayo y el falso gavial (un enorme cocodrilo con el morro afilado). Finalmente, en el manglar cercano(o bosque monzónico de Camboya).hay otras muchas especies. Entre ellas, los impresionantes orangutanes de Borneo, que habitan el dosel de un bosque que también comparten al anochecer con los dhole -cánidos rojos que viven en manada como los lobos-, y los insectos palo - casi imposibles de distinguir entre la vegetación –. En el suelo de la espesura del bosque encontramos familias del enano ciervo ratón - del tamaño de un conejo pero considerado en los cuentos tradicionales de oriente, como un animal de enorme inteligencia -, junto a los tigres de Sumatra(quedan 400 en el Mundo)y los leopardos de Sri Lanka. Estos felinos, a los que se puede ver desde varios puntos, husmean a los visitantes tras lo que, en apariencia, son cañas de bambú, pero que, en realidad, esconden sólidas barras de hierro que evitan cualquier riesgo. Finalmente, de nuevo en las copas altas, observamos tribus del primate gibón de mejillas doradas - que saltan hasta 8 metros de altura y dan brazadas aéreas de 15 metros de largo-, el orangután de Borneo (con menos de 10.000 congéneres) y los zorros voladores - unos enormes murciélagos con más de dos metros de envergadura –. Todos estos animales están en peligro de supervivencia por la tala masiva de sus selvas de origen para plantaciones de palmeras aceiteras.
Por si fuera poco, es el segundo zoológico nocturno del mundo, tras el de Singapur (Malasia). En verano ofrece la posibilidad de experimentar la vida nocturna de los bosques tropicales. Una oportunidad única de adentrarse en las selvas de África y Asia bajo la luz de la luna y sorprenderse con sus exóticos habitantes.

Antes de la remodelación del zoológico (año 2000) la mayoría de los animales se reproducían esporádicamente en jaulas, bien aislados o en parejas. Muchos de ellos, con los años de cautiverio, habían desarrollado comportamientos agresivos, estereotipados y totalmente anómalos, que habían llegado incluso al infanticidio.
Sin embargo, la actual empresa gestora - Rain Forest - está obteniendo cifras records en la cría en cautividad de especies animales raras y en peligro de extinción, que antes se habían reproducido con escaso éxito. Aquí nacen anualmente cerca de cien nuevas especies y de ellas, unas treinta apenas se habían reproducido en cautividad anteriormente. El zoológico de Fuengirola suele ponerse de ejemplo en los foros nacionales e internacionales por sus múltiples programas de cría en cautividad de especies en peligro de extinción. Estas especies son sumamente valiosas, pero no económicamente sino genéticamente y biológicamente, ya que muchas están en peligro de extinción en el mundo, por eso hay que preservarlas a toda costa. El objetivo último es proteger los ecosistemas de los bosques tropicales de donde provienen, en continua recesión y, si se puede, devolver algunas de ellas a sus lugares de origen.
Revistas internacionales tan prestigiosas como Times y Nacional Geographic coinciden en que muchos animales en peligro están encontrando su nuevo hogar en esta selva artificial costasoleña.

¿Cómo se ha logrado ?
Gran parte de este éxito del Parque Zoológico de Fuengirola radica en que las instalaciones han dejado de tener la exhibición de animales como única y principal función. Todo el recinto se ha convertido en un gran laboratorio al aire libre destinado a la reproducción en cautividad para su conservación de especies animales en peligro de extinción.

Antes los animales vivían aislados y encerrados en estrechas, aunque limpias, jaulas, donde parecía bastar con darles de comer. En este triste cautiverio no se daban las condiciones mínimas de muchos animales para traer descendencia a este mundo. La mayoría no tienen alma de ratones hamsters. Los grandes mamíferos - como el tigre o el orangután - tienen unos requerimientos mínimos para aparearse y éstos, obviamente, no se dan en un cubículo de 50 metros cuadrados con rejas, suelo de hormigón y decenas de miradas escudriñándolos.

Se ha diseñado un nuevo Parque Zoológico cuya principal finalidad es conseguir la mayor comodidad posible en la vida cotidiana de sus singulares habitantes:
Han desaparecido las estrechas jaulas y se han creado en su lugar ríos, cascadas, curvas y rocas, praderas y bosques, que recrean artificialmente los hábitats naturales de los animales que viven en el zoológico.

Más de 150 especies vegetales se han plantado en los diferentes sectores del parque. Los animales tienen aquí sus sitios para esconderse y dormir, donde hacer vida familiar y sentirse rodeado de sus vecinos habituales. En cada ambiente (la selva ecuatorial, el bosque malgache, el bosque monzónico o los ríos tropicales) cada animal está rodeado por los mismos animales que en su ambiente natural. Insectos, reptiles, anfibios, aves y mamíferos conviven en el mismo espacio.

Entre los teóricos este diseño se denominada “zoo-inmersión”, ya que representa fielmente el entorno natural de los animales.

Los visitantes se internan en este Parque zoológico soslayando la anterior separación mediante fosos y jaulas. Cada tronco, cada roca, cada cascada y cada árbol sumergen al visitante en un mundo mágico el que se siente observado por los habitantes de los bosques tropicales. Se trata, pues, de una instalación pionera y vanguardista en Europa. Sin embargo, no es la única del Mundo, ya que se inspira en los zoos estadounidenses más punteros, como los de la ciudad de Seattle, el del desierto de Sonora (Arizona) y el del Reino Animal de Disney (Orlando), en los que prima el bienestar del animal

El hecho de que varias especies animales compartan un mismo ambiente, como sucede en la naturaleza, garantiza además un grado de estimulación en los animales similar al existente en la vida en libertad, y de ahí que hayan crecido rápidamente los apareamientos y crías nacidas de todas las especies que habitan el zoológico.
Otro de sus milagros es el régimen de alimentación. La vegetación crea vida, los brotes de los ficus y los dátiles de las palmeras son aprovechados para nutrirse por algunos animales. No obstante, para dar de comer a los 1.400 animales del Parque Zoológico se necesitan a diario casi cien kilos de carne, verduras y frutas. Un cocinero profesional planifica sus dos comidas diarias. Todo está estudiado al detalle para que ni engorden demasiado ni se queden con hambre. Pollo y ternera para los felinos, fruta y verdura para los primates, pescado para las nutrias, e insectos para las aves. Desde que amanece la cocina tiene una actividad frenética. Cada animal sigue una dieta específica rica en vitaminas, calcio y proteínas. Aunque también hay que atender los gustos más sibaritas de especies como el gorila, que prefiere la col y la lombarda hervida a la natural.
Finalmente, algunos animales reciben sesiones de enriquecimiento para estimularlos y que no se vuelvan pasivos, y cada día sus cuidadores se encargan de que su refugio esté en las mejores condiciones.

Junto a su adecuada cría en cautividad, los animales cumplen una función recreativa que va unida a la educativa. La tarea educativa y divulgativa es, junto a la de conservación, una de las principales líneas de negocio. Acuden anualmente más de 60.000 escolares andaluces, y miles de personas perteneciente a asociaciones de mayores, de madres y padres o vecinales.

Todo el recorrido está pensado para poder ser realizado por gente de todas las edades, con una sucesión de suaves rampas y zonas de descanso que hacen que aquellas personas con algún tipo de minusvalía motriz lo puedan transitar sin esfuerzo. Es un agradable paseo de unas tres horas de duración, por amplios espacios que se abrazan a la naturaleza recrean bosques en el que animales y visitantes se encuentran sin barreras.
A la manera de instalaciones pioneras como el Sea World de San Diego (California, Estados Unidos) a los visitantes se les pretende involucrar en la necesidad de conservación de los bosques tropicales y ecuatoriales. Se intenta que los visitantes realicen talleres en los que deben recapacitar sobre todo lo que han visto.
Los más pequeños aprenden aquí que el mundo no es sólo de los hombres, sino que también tienen su espacio los animales y las plantas.

sábado, 9 de febrero de 2008

MITOS DE LAS CIUDADES ANDALUZAS. LA RENOVACION DE LOS CENTROS HISTORICOS.

Son unos inmovilistas, reaccionarios y cavernícolas. Con estos y otros adjetivos al uso se califica a muchas Asociaciones Protectoras del Patrimonio Local por la propaganda oficial. Y los que lo hacen son intelectuales, profesionales y gobernantes municipales cuya anterior generación fue pionera en las ideas de conservación y protección integral del patrimonio de los centros históricos, frente a los desmanes del capitalismo desarrollista, y su destructiva voracidad especulativa, que debía ser puesta bajo control.

¿ Qué está sucediendo ?

Vayamos a las raíces de estos cambios de ideología. Numerosos intelectuales, profesionales y gobernantes municipales de las décadas 60-80, sea de la ideología que fuesen, encontraron un punto común de consenso y concordia en la protección y conservación integral de la ciudad histórica. Independientemente de que idolatraran a pensadores y políticos conservadores, liberales, socialistas, comunistas o anarquistas.

Su educación estuvo influida por las lecturas de los clásicos. Literatos y filósofos grecorromanos como Homero y Aristóteles. Literatos del Siglo de Oro que iban desde San Juan de la Cruz a Baltasar Gracián. Tenían como libros de cabecera la Biblia, El Quijote, o El Capital. La mayoría de ellos veneraba la civilización occidental y mediterránea creada por sus antepasados, y, cuando menos, respetaba la religiosidad oficial y popular.

Desde finales de los ochenta la educación clásica ha ido siendo expulsada de escuelas y universidades en aras del utilitarismo y la especialización práctica en un sinfín de tecnologías contemporáneas. Los profesionales que hicieron posible nuestras ciudades históricas (artistas, arquitectos, aparejadores e ingenieros) ya casi no tienen como guía y complemento de su educación a la formación humanística de antaño. Aquella que iba unida a la consideración de la ciudad histórica como un patrimonio y un paisaje urbano sagrado, que debía ser protegido y conservado a toda costa.

La cultura comunicacional y globalizadora en que ahora se educan los profesionales del urbanismo es eminentemente especializada y práctica. Se alimenta más de las tecnologías que del humanismo. Se inspira en los avances técnicos aportados por profesionales especializados actuales, y en las modas arquitectónicas y estéticas urbanas que imperan en la televisión e INTERNET. Esta cultura postmoderna ha ido dejando un papel residual a la influencia del saber y las técnicas tradicionales de hacer ciudad, en favor de las refinadas tecnologías contemporáneas. Otras características son el desprecio al libro antiguo y erudito, y a la tertulia y el debate local entre intelectuales de diferentes profesiones e ideologías.

La ideología relativista sustenta esta cultura urbanística contemporánea. Considera que vale tanto una cultura local como una cultura importada. Y que vale mucho más una tecnología vanguardista o un avance científico reciente que el bagaje cultural heredado.
Así, se está reduciendo a valor cero la importancia de los saberes y las técnicas de hacer ciudad, atesoradas lentamente por las diferentes etapas de la civilización occidental. Precisamente, los que hicieron posible una joya tan singular como el centro histórico de Sevilla capital. Para la actual ideología urbanística todo es relativo cuando se habla de la imagen urbana del centro histórico sevillano. No hay referentes ni referencias seguras. Los contenidos aportados por las civilizaciones pasadas están dejando se ser el valor dominante, tanto en cuanto a usos y costumbres, como en las artes y la estética o el gusto. Se está olvidando la influencia de la arquitectura grecolatina en la vivienda popular, la originalidad de aquellos patios y jardines de inspiración arábigoandalusí, y la idiosincracia de las plazas de arquitectura barroca, dieciochesca, romántica o modernista.

Sin embargo, la ideología urbanística postmoderna de los gobernantes municipales de la Sevilla de principios del siglo veintiuno no es tan relativista y aséptica como aparenta. Se presenta como niveladora y democrática, la única que permite a los autores de sus proyectos una creatividad expresiva desconocida anteriormente, en tanto que es laica, y su estética es funcional, utilitaria y rabiosamente moderna y contemporánea. Aunque, en nombre de la tolerancia antes señalada, se muestra extraordinariamente intolerante con los que defienden los valores estéticos del urbanismo tradicional. Forma parte de esta ideología un deslumbrante ruido mediático para que parezca que todo el mundo participa y está informado en estos proyectos urbanísticos vanguardistas. Se realizan concursos públicos de ideas, se eligen a los artistas y profesionales más afamados y originales, se montan exposiciones para que los vecinos conozcan previamente las obras a ejecutar, y se hacen claramente visibles sus resultados mediante composiciones audiovisuales en tres dimensiones que demuestran siempre su carácter paradisiaco. Los proyectos no se levantan a golpe de decreto como se hacía antiguamente. Sin embargo, no son proyectos urbanísticos ideados y diseñados por los vecinos, ni siquiera por los profesionales locales. Un selecto y minoritario grupo de artistas, profesionales e intelectuales postmodernos repartidos por todo el Mundo acapara y se beneficia de estos proyectos que mejorarán la faz de la Sevilla histórica.

Otro de los valores fundamentalistas que abandera esta ideología del urbanismo oficial postmoderno es que se dotará a Sevilla de una imagen laica y popular, expresiva de las libres preferencias individuales de todos los ciudadanos. Con esta excusa se está arrinconando la imagen urbana de la ciudad que se entiende está contaminada por las costumbres y usos tradicionales y, especialmente, por su expresión más dificilmente cambiante: su vida religiosa católica. Se parte con la desventaja de que la mayoría de las plazas y espacios libres se levantaron teniendo alguna iglesia o parroquia como hito y referencia visual predominante. Pero la transformación radical de su entorno y de los espacios libres que las rodean puede hacer que el ciudadano ya casi ni se fije en ellas.

Los nuevos proyectos urbanísticos (edificatorios, de espacios públicos, de infraestructuras de movilidad o de mobiliario urbano) chirrían frecuentemente, o deterioran irreversiblemente, la imagen urbana tradicional de la ciudad de Sevilla. Sin embargo, los gobernantes municipales no se dan por aludidos.

No se identifican con los especuladores inmobiliarios de la época franquista que tanto destrozos hicieron. Se consideran un equipo de gestores serio y responsable que se preocupa por promover lo más útil y beneficioso para generar riqueza y aumentar la calidad de vida de la ciudad de Sevilla. Su objetivo primordial es que Sevilla sea lo más competitiva posible en cuanto a turismo, comercio y creación cultural frente a otras grandes urbes de los países ricos y desarrollados de Europa y Norteamérica como, por poner dos ejemplos, Londres o Amsterdam. Quizás por eso se parezcan tanto entre sí los proyectos urbanísticos vanguardistas que se eligen para modernizar ciudades tan alejadas.

Esta premisa filosófica es el punto de partida que justifica que se implanten usos urbanos innovadores (gigantescos y amorfos centros comerciales, plazas y edificios públicos de formas abstractas) y mobiliarios urbanos de diseño vanguardista (farolas lápices, bancos como sacados de un hipermercado del mueble, etc.). La alteración que sufre la imagen tradicional de la ciudad histórica como consecuencia de la invasión de estos nuevos usos y mobiliarios postmodernos es considerada por los gobernantes municipales como un asunto secundario, que sólo encrespa a los reaccionarios de toda la vida. Según publicitan, el casco antiguo sevillano va a ser, por fin, un espacio urbano innovador, dotado de los usos, infraestructuras y tecnologías más modernos y sofisticados. Los únicos capaces de mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos. Y para ello, bien vale sacrificar algo de la ciudad-museo, anquilosada en el tiempo y anclada al pasado. Durante siglos, según ellos, Sevilla fue un espacio desigual, donde los aristócratas, los terratenientes y sus cómplices de la Iglesia impusieron sus gustos arquitectónicos, y crearon un espacio simbólico sesgado estéticamente por una minoría de privilegiados. En suma, la ideología urbanística postmoderna de los gobernantes municipales tiene algo de mesiánico. Son los elegidos para mejorar y modernizar hasta límites insospechados –y en pocos años- la arquitectura y la estética de la ciudad histórica alzada lentamente durante siglos.

Sueño del año 2055. “Tres millones de visitantes acuden anualmente a visitar los dos grandiosos monumentos que aún quedan en Sevilla, el Alcázar y la Giralda-Catedral, y también recorren un Museo de Artes y Costumbres populares que muestra cómo fue la Ciudad Antigua. Después se desparraman por más de un millar de modernas tiendas que ocupan los alrededores. Las grandes franquicias comerciales mundiales y nacionales tienen auténticas catedrales del consumo. Se han adueñado y restaurado varios cientos de casas antiguas - las mayores y de más bella arquitectura - y una amplia colección de iglesias y parroquias. Las han vaciado y transformado por dentro en locales con la estética neoyorkina más vanguardista y sorprendente. El resto son edificaciones de arquitectura moderna. Quedan también una docena de plazas públicas con un ambiente cosmopolita. En ellas se congregan a beber y charlar las tribus urbanas : Los hinchas de los equipos deportivos rivales de la Barbarie y la Sinrazón. Los fans de la música y danza electrónica. Los malabaristas que calzan patines y bicicletas automáticas. Los amantes de los robots domésticos. Los aficionados a concursos de videojuegos y juegos de rol. Incluso, los románticos rastreadores de restos antiguos y sagrados…Una señora nonagenaria sube por su sempiterna Cuesta del Rosario. Es de noche pero no tiene miedo. Los accesos al Centro Histórico han sido blindados. Cada calle es observada las 24 horas por múltiples cámaras de videovigilancia. Se encuentran conectadas con un dispositivo especial de la Policía Local ubicado en el edificio del antiguo consistorio. Las autoridades municipales se han trasladado a un deslumbrante rascacielos de la periferia. Desde sus celestiales alturas observan mejor lo que acontece diariamente en la gran ciudad.”

viernes, 1 de febrero de 2008

MITOS DE LAS CIUDADES ANDALUZAS DEL SIGLO VEINTIUNO: LA CIUDAD JARDIN DEL ALJARAFE.

Introducción.

A principios del siglo veinte mi abuela –de linaje aristocrático – pasaba los veranos y parte del invierno en un pueblecito del Aljarafe. Los primeros, huyendo del calor en su Hacienda, toda rodeada de olivos, paseando en bici o a caballo por los caminos rurales, y bañándose en una alberca y en un río cercano. Los segundos, acompañando a su padre a vigilar la recogida de la aceituna y su prensa en el molino.

En los años cincuenta, mi tía Clara tuvo una “Villa” que llevaba su nombre en otro pueblo. La construyó uno de los últimos arquitectos del regionalismo andaluz. Era un palacete ecléctico pero inconfundible. Tenía un arco mudéjar en la puerta de entrada y una Torre-mirador abierta a todos los vientos, presidida por una veleta en forma de Hércules. Las paredes estaban todo encaladas y su blancura cegaba al sol. Unos ribetes amarillos en los marcos de ventanas y balcones ponían la nota de colorido. En la parte trasera, ajena a las miradas de los viandantes, tenía un jardín umbrío de más de cien metros de largo, con una pequeña piscina. A los primos nos servía para jugar toda la tarde al escondite, hasta que la monótona y estridente cantinela de los grillos anunciaba la noche.

En los años noventa mi hermano Jorge se mudó a una vivienda unifamiliar adosada del Aljarafe. Anhelaba su propio hogar y los precios en la capital eran prohibitivos. Es idéntica a las otras cuarenta de su acera, como los ladrones del cuento de Alí Babá. Tiene dos plantas, pero el recibidor, la cocina y los dormitorios son muy pequeñitos. El patio trasero no llega a los diez metros, y, aún así, le ha cabido una piscina, una praderita de césped, y algunos frutales y enredaderas.

Estas tres estancias en el Aljarafe de las diferentes ramas de mi árbol genealógico ilustran, por sí solas, lo que está sucediendo.

El Aljarafe se ha convertido desde los 80 en una región suburbana. Esto ha sucedido con treinta años de retraso respecto a las ciudades norteamericanas, pero sigue un patrón idéntico en su organización y estilo arquitectónico.

Se trata de uno de los ejemplos más potentes en Andalucía de cómo llevar masivamente la ciudad al campo. En este caso, formando una región suburbana extensa y dispersa. En realidad, lo que está aconteciendo es que Sevilla capital ha expulsado a más de 200.000 vecinos a este territorio, mientras que 70.000 de sus viviendas permanecen vacías por la especulación inmobiliaria.

En este proceso cada municipio ha actuado por su cuenta, lo que está acabando por desfigurar primeramente y destruir en segunda instancia el ambiente secular del Aljarafe. Menguan constantemente la naturaleza (ríos, arroyos y riberas; pinares, eucaliptales y dehesas) y los campos (olivares, viñedos, frutales o tierras de mieses o pan llevar). Incluso, el crecimiento urbano ha sido tan rápido e incontrolado en los municipios más próximos a la capital (Camas, Tomares, Castilleja de la Cuesta, Gines o San Juan de Aznalfarache) que ya no queda campo ni naturaleza, con la excepción de las tierras inundables y los escarpes.

Las carreteras más anchas y veloces son la retaguardia de las legiones de pisos, chalés y adosados. Cuando las primeras se mejoran, avanzan imparablemente cientos y luego miles de viviendas en filas prietas, dentro de innumerables urbanizaciones. Los Césares imperiales que dirigen las operaciones de estas legiones de adosados son las empresas inmobiliarias y constructoras. Todas las grandes de España y Andalucía tienen aquí sus asientos. Los alcaldes y políticos se han rendido pacíficamente a esta invasión, nada que ver con la irreductible aldea gala de Asterix y Obelix.

Ocaso de las costumbres seculares.

Alcaldes y políticos han identificado la situación secular de estas poblaciones como de retraso y pobreza relativa para sus habitantes. El Aljarafe era -desde los tiempos árabes - un ramillete de una treintena de pueblos campesinos de dimensiones modestas, pues se mantuvieron por cinco siglos entre los ocho mil y los doscientos habitantes. Sus términos municipales les proporcionaban ubérrimas cosechas de aceitunas, aceites, uvas, naranjas y harinas panificables, desde tiempos de Hércules, suficientes para mantener estables sus poblaciones.

La emigración de habitantes de la gran ciudad ha ido engordando rápidamente sus padrones y censos de población. Los impuestos provenientes de las infinitesimales licencias de obras otorgadas han enriquecido insospechadamente las arcas municipales. La imagen urbana de cualquier localidad se ha modernizado con estos nuevos ingresos. Casi todas las poblaciones tienen infraestructuras y servicios urbanos avanzados y modernos, parecidos a los de la capital, e impensables décadas atrás. Sin embargo, este crecimiento urbano también está aniquilando o transformando irreversiblemente el patrimonio económico, cultural y natural que singularizaba las poblaciones de este altozano campiñés.

Adiós al patrimonio tradicional.

La vida económica local ha girado en torno a las grandes haciendas –que aderezaban las aceitunas o molturaban el aceite- y a las bodegas –que obtenían un mosto de sabor único en Andalucía-, y, en menor medida, alrededor del pequeño comercio.

Las Haciendas del Aljarafe superaban las doscientas y se han reducido a la cuarta parte. Muchas se han derribado para construir pisos en las enormes manzanas que ocupaban. Otras han corrido mejor suerte y han conservado su arquitectura pero han perdido su uso. Ahora funcionan como sedes de los ayuntamientos, centros educativos, centros culturales, bibliotecas, y elegantes y caros hoteles o restaurantes.

El comercio ha sido familiar y tradicional. Estaban la panadería y confitería de José, la mercería de Loli y el bar de Pedro. Para los nuevos residentes de las urbanizaciones son casi desconocidos. Estos últimos compran en los grandes centros comerciales y supermercados multinacionales que han desembarcado en la zona, y en los que se emplean los hijos de los comerciantes de toda la vida.

El mercado de trabajo ha cambiado sustancialmente. Los abuelos eran braceros y agricultores o pequeños comerciantes. Los nietos se emplean en la construcción o son funcionarios y oficinistas.

En cualquier localidad han proliferado las canteras, los polveros, las carpinterías metálicas, los capataces y peones de obras y un sinfín de profesiones como marmolistas, escayolistas, fontaneros, cristaleros o montadores. Son la mano de obra que hace posible construir anualmente miles de viviendas en el Aljarafe; al menos, mientras dure la fiebre urbanizadora que asola la comarca.

También los camareros y cocineros. La comarca del Aljarafe es el gran restaurante al aire libre del área metropolitana sevillana durante los fines de semana y días festivos.

A la par, hay un ejército cada vez más nutrido de oficinistas y funcionarios. Se emplean en los ayuntamientos, centros educativos y sanitarios, centros culturales y cívicos, servicios sociales, notarías, gestorías o asesorías.

En definitiva, los monos de trabajo y chándales de los albañiles y montadores, y los cuellos blancos de las chaquetas de oficinistas y funcionarios se han hecho habituales, mientras que se ven cada vez menos boinas y sombreros de paja campesinos y amas de casa enlutadas. Incluso, las labores del campo que aún queda se encargan a inmigrantes temporeros como rumanos, ucranianos y marroquíes.

La vida cultural también está siendo objeto de una profunda metamorfosis. Giró durante los últimos siglos en torno a la parroquia y ermita de cada población, con sus ciclos anuales de celebraciones litúrgicas como la Navidad o la Semana Santa, y sus hermandades de penitencia y gloria, sus filarmónicas y sus bandas de cornetas y tambores. Y, en su vertiente profana, alrededor de la Feria, los bailes y cantes por sevillanas, y la romería del Rocío (El Aljarafe es el lugar con más hermandades rocieras del Planeta). Antaño hubo una sana rivalidad entre las poblaciones cercanas por llegar a la cumbre de la fama en su particular hit parade del folklore y la copla sevillana, rociera y andaluza.

Sin embargo, en las últimas décadas, y ya desde la edad escolar, los niños y jóvenes están optando por comportamientos culturales importados. Se están imponiendo músicas y danzas contemporáneas y cosmopolitas como el hip hop y el rap. Y si no, basta con observar como se llenan las plazas donde se hacen botellonas o las discotecas, con jóvenes melodiando estos nuevos ritmos. Completan la oferta cultural las sesiones maratonianas de los fines de semana donde se combina la asistencia a los multicines con la distracción colectiva en las salas de juegos y videojuegos y el ir a comer a la hamburguería americana o a algún restaurante chino, marroquí o argentino.

Moverse o hastiarse.

La manera de moverse de los aljarafeños es muy diferente a la gran ciudad. Se ve a muy pocas personas paseando o parándose en una esquina de cualquier urbanización. Cuando se sale de ella es para coger el autobús (en el caso de los más jóvenes y mayores) o el automóvil.

Desde los años ochenta se han ido construyendo, de norte a sur media docena de autovías (que serán una docena a medio plazo), pendientes aún de que se cosan entre sí por otras autovías que recorran de norte a sur las tres coronas suburbanas aljarafeñas. Estas nuevas carreteras tienen capacidad para miles de vehículos y decenas de miles de personas en horas punta, y cuando su tráfico es fluido llevan velozmente a la gran ciudad en diez o quince minutos. Sin ellas no existiría el Aljarafe tal como lo conocemos. Es más, el Aljarafe necesitará cada vez más de estas nuevas autovías para funcionar eficazmente.

Si descendemos un nivel en la jerarquía de esta red viaria nos encontramos todavía con sencillas y estrechas carreteras y caminos locales. Todos los ayuntamientos están preocupados por ampliarlos lo más rápidamente posible para dar cabida a la riada de vehículos que se les viene encima desde las nuevas urbanizaciones residenciales, y que han de sortear los obstáculos de crecimientos urbanos precedentes mal planificados.

El resultado es que la comarca del Aljarafe posee una red de carreteras amorfa y confusa de entender, pero que llega a cualquier rincón donde haya una urbanización residencial.

En estas urbanizaciones casi todas las viviendas unifamiliares –sean de chalés o adosados- tienen un patio delantero para uno o dos vehículos, o éste se puede aparcar sin dificultad en la calle.

El vehículo es fundamental en la vida cotidiana. Con él se va y se vuelve de trabajar, se va al médico o de compras, se lleva a los niños por la tarde a las clases de inglés, al gimnasio o al Conservatorio de Música, y se usa para ir los fines de semana al Centro Comercial y al Multicines.

Así pues, aunque se ha huido de la gran ciudad para vivir teóricamente cerca de la naturaleza y el campo, muchos habitantes del Aljarafe pasan más tiempo dentro del coche, de un lado para otro, que los que se quedaron en Sevilla.

Al modo y la manera de los espacios suburbanos norteamericanos, el Aljarafe tiene como medio de movilidad característico el vehículo todoterreno. Ya que hay que pasar tanto tiempo en el vehículo, se quiere ir sentado en un sofá en movimiento, amplio y cómodo, fuerte y seguro.

Las relaciones vecinales.

Dicen los psicoterapeutas que sus pacientes de los adosados del Aljarafe presentan rasgos comunes y diferentes a los de la gran ciudad. Su sociabilidad es muy escasa, excesivamente dependiente de la familia más cercana. Cuando salen a la calle apenas saludan a nadie. Se sienten como aislados. Especialmente grave es la situación de las personas que no conducen ni tienen automóvil propio. Pasan gran parte del tiempo de ocio – sus horas grises - devorando programas de televisión, películas, o videojuegos. Cortar el césped les aburre. Sus lazos con la familia extensa son raros por las distancias que han de recorrer. Estas personas son las grandes coleccionistas de enfermedades psicológicas típicamente suburbanas como las migrañas, las neurosis, las alergias o la ansiedad.

La permanencia continuada en la vivienda adosada quema en las horas de ocio vespertinas. Por ello, se han ido creando un sinfín de actividades recreativas y de ocio para dar sentido a su vida suburbana: Cursos de Idiomas, Talleres artísticos y de manualidades, Gimnasias, Tai Chi y yoga, Cursos de Música o deportes en grupo o individuales.

Las personas mayores son difícilmente atraídas a estas urbanizaciones por los hijos, cuando les resulta complicado valerse por sí mismas. Prefieren vivir en la gran ciudad, donde tienen mayores oportunidades de disfrutar de lugares habituales de encuentro y reunión. El Centro de Día, donde juegan al dominó o visitan al callista, la charla con los vecinos de su bloque de pisos, de la calle o del barrio, el desayuno y la tapa en el bar cercano, las compras en los comercios de esquina habituales o, simplemente, pueden darse un paseo e ir saludando a la gente conocida que se encuentran.

En el otro extremo, una buena parte de la primera generación que ha crecido en estos adosados y chalet está emigrando a la gran ciudad para crear una nueva familia, a eso de los 25 a lo 35 años. Buscan allí relaciones personales y vecinales más ricas, una menor dependencia del vehículo y un acortamiento de las distancias para desarrollar su vida cotidiana.